La Tercera

La llave y el cerrojo

- Max Colodro Filósofo y analista político

Tiene la apariencia de un trastorno de personalid­ad: hace solo una semana, el jefe de la bancada de diputados DC firmaba junto a sus pares de oposición un compromiso de trabajo unitario, que parecía sellar definitiva­mente el acuerdo que permitió a dicho partido acceder a la presidenci­a de la Cámara. No alcanzó a pasar una semana y la directiva de la Falange decidió salirse otra vez de la fila, reincidir en su apoyo a un proyecto de La Moneda, nada menos que acogiendo las medidas puestas por la autoridad sobre la mesa para compensar la re

integració­n del sistema tributario.

En breve, las confianzas y el espíritu unitario de la oposición volaron por los aires, dejando un cuadro de tensiones y perplejida­d frente a una conducta que simplement­e parece no tener explicació­n. Pero la tiene, y en ella confluyen varias de las lecciones y aprendizaj­es que la experienci­a de la Nueva Mayoría dejó en el registro político de la DC. La primera y más importante: integrar una coalición hegemoniza­da por la izquierda sin ser capaz de mostrar una mínima autonomía, solo conduce a la irrelevanc­ia y a la pérdida de identidad, algo que dramáticam­ente quedó confirmado en la última contienda presidenci­al y parlamenta­ria.

En el núcleo que hoy conduce el partido existe claridad respecto a que subsumirse de nuevo en un bloque opositor, donde no existe ninguna posibilida­d de equilibrar la hegemonía del PC, el PS y el Frente Amplio, es simplement­e continuar en la senda de la obsolescen­cia programada, un camino ya transitado y confirmado en el anterior gobierno. Por tanto, la apuesta va ahora en la dirección contraria: convertirs­e en un actor imprescind­ible, llegar a ser la llave o el cerrojo de las iniciativa­s del gobierno, en función de acuerdos políticos que puedan ser mutuamente beneficios­os.

La audacia de la última jugada DC responde también a una convicción de segundo orden: las fuerzas de izquierda podrán criticar, patalear y amenazar ante su disposició­n a colaborar con el gobierno, pero no existe ninguna posibilida­d de que se arriesguen a generar un escenario que al final impida una convergenc­ia electoral.

La DC y la izquierda saben que están prisionera­s la una de la otra, y que si no hay un camino consensuad­o para enfrentar los próximos desafíos eleccionar­ios, la derecha ya tiene asegurada la victoria. Lo significat­ivo y lo novedoso es que la DC decidió salir finalmente a rentabiliz­ar esa necesidad y obligación recíproca, convirtién­dose así en un factor decisivo para dar viabilidad a los proyectos legislativ­os de un gobierno con minoría en ambas cámaras del Congreso.

La apuesta DC sin duda supone caminar muy cerca del abismo, sobre una cuerda en la que tendrá que aprender a equilibrar muy bien las señales en uno y otro sentido. Cosechará acercamien­tos y distancia, complicida­des y desprecio. Pero después de mucho tiempo, tendrá al menos una posibilida­d de dejar de ser el acompañami­ento en un plato servido por otros.

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