SE NOS OLVIDÓ
SEÑOR DIRECTOR
En la discusión de la reforma tributaria, el gobierno ha aceptado mantener la recaudación. Se entiende que el gobierno acepte esa restricción para lograr que la oposición acepte sentarse a la mesa de diálogo, pero hay un tema muy de fondo que se nos olvida.
Los impuestos son necesarios para financiar al Estado. Pero los impuestos tienen un costo. Ese costo es el efecto en las decisiones y conductas de los contribuyentes ante la expectativa de tener que pagar impuestos.
Los inversionistas exigen más rentabilidad a los proyectos mientras mayores impuestos esperen pagar. Esto hace que menos proyectos pasen el filtro y, por lo tanto, se reduce la inversión. Resultado posterior: menos empleos con menores salarios; menos oferta de bienes, con lo que suben los precios de éstos.
Los ahorrantes también exigirán mayores rentabilidades a sus ahorros, si prevén que pagarán mayores impuestos sobre su rendimiento. Los trabajadores de mayores recursos, que son los más productivos, tenderán a dedicar más tiempo al ocio, si esperan recibir una menor proporción de lo que ganan, en cuanto sus impuestos aumentan. Y así sucesivamente.
En consecuencia, los impuestos no son gratis. Es preciso entonces que los programas que financiarán los impuestos sean más beneficiosos que los costos de dichos impuestos. Para ello, debería haber una evaluación permanente y transparente de los beneficios de los distintos programas estatales y de los efectos negativos del cobro de impuestos, de modo que la discusión fiscal no sea solo sobre ideologías, sino sobre evaluaciones de costos y beneficios de impuestos y gastos.
Lamentablemente, la discusión a este respecto en Chile es muy limitada y en base a trincheras ideológicas, y no hay esfuerzos reales por evaluar el bien efectivo del país ante las distintas alternativas fiscales propuestas.
Gerardo Jofré