El dilema DC
El apoyo de la Democracia Cristiana (DC) a la propuesta de legislar sobre un proyecto de reforma tributaria, que tiene como objetivo la reintegración del sistema (lo que se traduce en menos impuestos para los más ricos y repone mecanismos de elusión), trae a colación, una vez más, el tema de la identidad y el rol de la DC en el sistema político.
Cuando para la ciudadanía el programa de recuperación democrática pos-90 fue dando paso a las preocupaciones económicas, sociales y culturales, el sistema de partidos y de alianzas que emergió en la posdictadura comenzó a crujir y a agrietarse. El tránsito de una agenda centrada en la recuperación y consolidación de la democracia a una que implicaba definirse frente al neoliberalismo en lo económico-social, y a los temas de diversidad y autonomía moral en lo valórico-cultural, hizo inevitable que cada partido volviera sobre las preguntas acerca de su identidad histórica.
Este cambio de la agenda dominante fue agotando y vaciando de contenido los acuerdos que sustentaron los proyectos de la Concertación y de la Nueva Mayoría, dejando a la oposición, y a cada partido, intentando definir su identidad y un nuevo proyecto común. Este objetivo, que no parece cercano, no se alcanzará ni con el intento nostálgico de revivir un pasado que se agotó, ni con el voluntarismo de querer soslayar el vacío de proyecto que quedó.
Ante el dilema que enfrenta específicamente la DC han surgido diversas respuestas. La más reciente es la de su expresidente Ignacio Walker, que propone un cambio de nombre del partido: de “demócrata cristiano” a “democrático de centro”. En este nuevo partido, el humanismo cristiano sería solo una corriente más y lo definitorio sería su condición de “centro”. El nuevo PDC no se definiría por lo que es, sino por lo que no es (ni de izquierda ni de derecha). Lo que parece intuir correctamente Walker es que el componente “cristiano”, en medio de la profunda crisis de credibilidad de la Iglesia Católica y de la secularización de la sociedad chilena, constituye un impedimento estructural para reconectar a la DC con la ciudadanía y revertir su declive electoral. Seguramente, su planteamiento enfrentará la oposición de un sector de la DC que quisiera ir en el camino exactamente opuesto, es decir, de reafirmación de un socialcristianismo doctrinario, popular, con domicilio político en la centroizquierda. Con más vocación hegemónica que de bisagra.
En tiempos de crisis, la DC parece enfrentarse al viejo dilema de escapar en la dirección de una reafirmación ideológica y de identidad histórica, o bien hacerlo hacia el pragmatismo y una mayor adaptación a las lógicas neoliberales dominantes. Una indefinición con que la DC puede convivir –lo ha hecho por años-, pero que en esta etapa puede significar una ruptura definitiva de confianzas de potenciales aliados y la continuidad de su declive electoral.