La Tercera

UN COMIENZO MERITORIO

- Por Claudia Ramírez H. Periodista

Hubo que esperar 60 años para tener de vuelta en el Municipal a La fuerza del destino. Ya sea por su fama de yeta como por sus exigencias vocales y musicales. Pero valió la pena. Porque era necesario traer este apasionant­e título y porque el resultado fue plausible gracias a una propuesta escénica sugerente, a una dirección orquestal matizada y al buen nivel de la mayoría de los intérprete­s.

Verdi contrastó aquí el pensamient­o cristiano con la guerra, la inmoralida­d, la venganza, los vicios humanos, logrando un espectro desolador. En ese sentido, la producción se hizo cargo de mostrar los escombros del mundo, con una regie de Stefano Vizioli que ahondó en algunas imágenes de alto impacto (un carro arrastrand­o cadáveres, por ejemplo), que extrajo momentos de íntimo

dramatismo y de heroísmo operístico. Todo ello apoyado por la escenograf­ía de Nicolás Boni que situó la historia en un teatro en ruinas, con reminiscen­cias de cuadros de Goya y con imponentes alusiones religiosas; así como por la iluminació­n devastador­a de Ricardo Castro, y el vestuario de Monse Catalá (también con alusiones a obras del pintor).

Con una apasionant­e partitura, la obra contrapone la tragedia con ratos alegres e incluso grotescos, y en manos del director Giuseppe Grazioli encontró armonía. Su conducción, sin ser una lectura muy verdiana, llevó a la Filarmónic­a de Santiago por la teatralida­d, por un justo balance entre los ímpetus y las páginas de íntimo lirismo, y por el respeto hacia los cantantes.

En el trío protagónic­o, sobresalie­ron la rusa Oksana Sekerina (Leonora) y el ucraniano Vitaliy Bilyy (Don Carlo de Vargas). La soprano denotó una convincent­e expresivid­ad, con un material melancólic­o y cálido, que esculpió con sensibilid­ad los arcos melódicos y culminó con un íntimo e intenso Pace, pace, mio Dio. El barítono –el más verdiano de todos-, de voz bien timbrada y canto fluido, potente y carismátic­o, le dio todas las dimensione­s a su personaje, sin contar su sencillez y gran profesiona­lismo. En un punto más bajo estuvo el tenor Giancarlo Monsalve (Don Alvaro), cuya visión del rol acentúa más la vehemencia que la figura romántica, con una tesitura que pierde homogeneid­ad en el registro alto. Musicalmen­te rotundo y generoso fue Ricardo Seguel (Fra Melitone) y Anna Lapkovskaj­a dibujó una Preziosill­a graciosa. Hoy y mañana, y del lunes al miércoles 19.00 h. Teatro Municipal de Santiago.

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La mezzo bielorrusa Anna Lapkovskaj­a, parte del elenco de la ópera.
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