La Tercera

Columbine, la semilla de los tiroteos en masa

El 20 de abril de 1999, dos estudiante­s del Columbine High School, ingresaron a esa escuela con armas y mataron a 13 personas. Tres protagonis­tas relatan su historia a La Tercera.

- Valentina Jofré

Era 1999 y Estados Unidos aún no se habituaba a los tiroteos masivos en las escuelas. Pero el 20 de abril de ese año, dos estudiante­s quisieron dejar su “marca” en los registros históricos de tragedias estadounid­enses con la masacre de Columbine. Hoy, el nombre de Columbine High School es globalment­e sinónimo de tragedia y cada vez que ocurre una matanza escolar, este caso vuelve a reflotar. Pero para los sobrevivie­ntes, la apreciació­n es algo distinta. De hecho, muchos aún no superan el trauma.

Un día como hoy hace 20 años, Eric Harris (18) y Dylan Klebold (17), dos estudiante­s de último año en Columbine High School, llevaron a cabo su macabro plan que incluía vaminutos, armas compradas de manera ilegal, abrigos negros largos para poder esconder el armamento y 99 explosivos caseros, además de cuchillos. Aquel día, 12 estudiante­s fueron asesinados, además de un profesor, mientras que los dos atacantes se suicidaron. Los heridos sumaron 25, entre docentes y estudiante­s.

“Me hice la muerta”

Kacey Ruegsegger Johnson tenía 17 años y estaba en la biblioteca del Columbine High School ese martes cuando comenzó el tiroteo. El miedo recorrió su cuerpo cuando escuchó los disparos. Se escondió debajo de un escritorio que tenía un computador encima. Una silla era su única protección. “Este es el día en que morirán”, decían los atacantes entre risas. Al cabo de unos uno de ellos se acerca a Kacey y le disparó por la espalda. “Después de que me disparó comenzó a gritarme, así que me hice la muerta, esperando que no me disparara de nuevo. No miré más”, cuenta a La Tercera Kacey Ruegsegger, hoy de 37 años, casada hace 15 y madre de cuatro hijos.

Kacey pasó dos semanas en el hospital con el riesgo de perder su brazo derecho producto del disparo. Pero cuando volvió a su casa nada mejoró. “Cuando me fui a casa tuve estrés postraumát­ico muy fuerte, ansiedad y miedo. Se nos ofreció terapia a todos luego de la tragedia. Pero eso me duró por años. Todavía lidio con algunas cosas”, cuenta.

La mayoría de los estudiante­s de Columbine sufrieron estrés postraumát­ico y aún sienten ataques de ansiedad generados por aquel incidente. Uno de los sobrevivie­ntes se suicidó al año siguiente de la matanza. “Nunca pensé en el suicidio, pero entiendo lo difícil que es el camino después de algo tan traumático. Es realmente muy difícil. Y me siento sola, porque no muchas personas entienden lo que es pasar por algo así”, sostiene Kacey.

“No pudimos abrazar a nuestro hijo”

Tom Mauser estaba en su trabajo cuando un colega le preguntó, ese 20 de abril, si tenía a alguno de sus dos hijos en el colegio de Columbine. Ante la respuesta afirmativa de Mauser, su colega le dijo que fuera a una sala donde había un telerias visor para que viera las noticias. Algo había ocurrido en la escuela de su hijo.

Mauser se dirigió entonces a un colegio cercano donde estaban siendo evacuados los estudiante­s que habían logrado escapar. “Me comencé a preocupar de que algo le hubiera pasado a Daniel. Luego la policía nos preguntó si podíamos dar informació­n de cómo estaba vestido Daniel, y si teníamos acceso a sus registros dentales, lo que me preocupó aún más”, cuenta a La Tercera el propio Mauser, padre de Daniel (16), quien murió en la biblioteca ese día en manos de uno de los adolescent­es armados, junto con otras 10 personas.

Después de la tragedia, Mauser ha mantenido contacto con un grupo de sobrevivie­ntes de la masacre que reúne dinero para ofrecer asesoramie­nto para exestudian­tes y profesores de Columbine. “Eso demuestra cuánto drama todavía existe frente al ataque, la gente que pasó por eso, 20 años después, todavía tiene dificultad­es, con estrés postraumát­ico, alcoholism­o y depresión”, comenta.

Una de las cosas más difíciles para los sobrevivie­ntes y las familias de las víctimas, ha sido enfrentars­e a noticias de nuevos tiroteos masivos. “Cuando muestran imágenes de padres abrazando a sus hijos que escaparon de los colegios por tiroteos, es muy difícil de ver, porque nosotros no pudimos abrazar a nuestro hijo”, dice Tom Mauser.

“La tristeza nunca se va, es muy trágico”, señala Kacey, quien por un tiempo se sintió

paralizada por el miedo de tener que mandar a sus hijos al colegio. Sin embargo, Kacey ha intentado dejar ese temor y controlar de alguna forma sus emociones. “Escogí confiar en que esa misma protección que tuve ese día en la biblioteca en Columbine, también estará con mis hijos donde sea que vayan”, sostiene.

Entre los fallecidos ese día hubo también un adulto: Dave Sanders (47), profesor de computació­n y de negocios por 25 años en Columbine y también entrenador del equipo femenino de basquetbol y fútbol.

Cuando Dave Sanders se percató de que estaban disparando, comenzó a ayudar a varios estudiante­s a esconderse de los atacantes. Gracias a él, la cafetería estaba casi vacía cuando llegaron los tiradores a ese lugar. Mientras intentaba que los alumnos ingresaran a distintas salas para poder refugiarse de las balas, Eric Harris le disparó por la espalda. Pese a las heridas de balas, se las arregló para ingresar como pudo a un laboratori­o de ciencias, donde se desangró hasta la muerte mientras esperaba asistencia médica. Los estudiante­s que estaban con él, para apurar la ayuda que nunca llegó, colgaron un cartel en la ventana que decía “uno desangránd­ose camino a la muerte”.

Su hija, Coni Sanders, se enteró de que su padre había recibido un disparo, pero recién 24 horas después le informaron que había fallecido.

Los meses que vinieron después de la matanza fueron los más difíciles. “Había fotos de los asesinos en las portadas de diarios y en la televisión todos los días. Ver las caras de los que asesinaron a los miembros de tu familia es traumático”, cuenta a La Tercera Coni Sanders, quien actualment­e es consejera de salud mental y trabaja con delincuent­es violentos. Sanders y su familia no acudieron inmediatam­ente a terapia, porque “hace 20 años el mantra era ‘ser fuerte’ y en ese momento la sociedad considerab­a que la salud mental era débil”.

Para ella, es fundamenta­l que 20 años después de Columbine, “el mundo aprenda de la tragedia, tanto en materia de seguridad escolar, como una concientiz­ación acerca de la necesidad de atención médica mental para quienes quedan traumatiza­dos”.

Sin embargo, poco se ha avanzado en esta materia desde Columbine. Pese a que tras el tiroteo de Columbine las escuelas de EE.UU. crearon nuevas medidas de seguridad,

como mochilas transparen­tes, detectores de metales y guardias de seguridad, un informe de The Washington Post, de diciembre de 2018, reveló que los tiroteos en escuelas estadounid­enses batieron un récord el año pasado, con 25 casos. Desde Columbine, más de 226.000 estudiante­s han experiment­ado violencia con armas de fuego en sus escuelas y 143 personas han muerto a la fecha.b

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INFOGRAFÍA: Francisco Solorio • LA TERCERA FUENTE: The Chronicle/The Denver Post
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Estudiante­s del Columbine High School corren tras ser evacuados por la policía en Littleton, Colorado, luego de que dos adolescent­es irrumpiera­n en la escuela.
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Estudiante­s se abrazan en el estacionam­iento de Columbine High School.

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