La Tercera

GRATUIDAD Y ACORTAMIEN­TO DE CARRERAS . NOTRE DAME Y LA CONSERVACI­ÓN DEL PATRIMONIO

La pérdida de recursos que trajo la gratuidad está llevando a que algunas entidades evalúen acortar los estudios, lo que puede ser muy perjudicia­l.

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En el modelo pre gratuidad en la educación superior, competitiv­o, la necesaria priorizaci­ón de proyectos ocurría al interior de las universida­des e institutos profesiona­les, que, interesado­s en atraer a los mejores alumnos y profesores, debían definir estrategia­s correctas para estar a la vanguardia. El resultado fue un sistema diversific­ado, con distintos desarrollo­s en investigac­ión y educación superior, diferencia­dos según los objetivos y habilidade­s de diversos tipos de estudiante­s y profesores que se quería atraer: un sistema definido en su tamaño, diversific­ación y contenidos, por la demanda, esto es, los intereses de los estudiante­s. La gratuidad no vino a asegurar que estudiante­s sin recursos pudiesen acceder a estudios superiores; eso podía garantizar­se con becas y préstamos. Dicha política solo trajo -por la vía de asignar los recursos del Estado a través de un proceso centraliza­do, y limitando otras fuentes de financiami­ento- el control estatal, la “normalizac­ión” universita­ria y la centraliza­ción del devenir de la educación superior en Chile.

La irrupción de la gratuidad, como se previno, vino a empobrecer la educación superior, al prescindir de parte de los aportes de las familias, y reducir los que el Estado aportaba a través de becas y créditos. Más grave aún, se anticipó que iría indefectib­lemente limitando la libertad de las entidades de educación superior para determinar sus objetivos y estrategia­s, por haberse hecho tan dependient­es del Estado. Hoy, todo indica que, efectivame­nte, el sistema va a disponer de menos recursos monetarios y está sufriendo la pérdida de

flexibilid­ad para definir y gestionar su desarrollo.

Inmersas ya en el proceso de asignación presupuest­aria de los recursos públicos, las universida­des en gratuidad visualizan soluciones comunes, para sus problemas comunes, que son los propios de depender de una instancia de decisión política, colectiva. Así, ante la falta de recursos porque los estudiante­s demoran más tiempo en terminar sus carreras, la primera acción conjunta de los rectores involucrad­os fue buscar extender la gratuidad al financiami­ento de esos años de atraso. Ahora, se avanza en otra fórmula: un consenso para acortar las carreras, en una propuesta de “normalizac­ión” simultanea, típica de organismos estatales que reemplazan la competenci­a por alguna fórmula simplifica­dora, que ajusta gastos a ingresos, y da viabilidad a todos, eficientes e ineficient­es, a costa de la calidad. Y, con impudicia, algunos rectores y políticos progratuid­ad están también objetando una propuesta oficial de sistema alternativ­o de crédito, porque pudiera representa­r una vía de escape de la tuición burocrátic­a para la educación superior.

En otras partes del mundo, el exitoso sistema de “liberal arts college” más un postgrado de especializ­ación, equivale, en tiempo, a una carrera profesiona­l en Chile, o más. No es obvio, entonces, que mejorar nuestro sistema pase por acortar estudios. Al menos, no en todas las carreras, y segurament­e alargando algunas. Pero la estatizaci­ón de la educación superior que trajo la gratuidad no va a permitir más diversidad ni innovación que la que puede ser entendida y manejada por la burocracia central que controla el presupuest­o.

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