La Tercera

Pasión, muerte y resurrecci­ón

- Jorge Burgos Abogado

El 2013 integré como diputado una delegación que viajó a Roma. Es costumbre se adicione a las reuniones políticas una audiencia con SS -en aquella época Benedicto XVI- de esas generales, masivas, en que se saluda

por escasos segundos y en que el Papa nunca supo a quien saludó.

Más allá de estas circunstan­cias, no deja de ser una experienci­a trascenden­te y que se instala en la memoria del visitante. También, como era común, los organizado­res -embajada de Chile y protocolo de la Cámara- nos agregaron dos entrevista­s, la primera al Cardenal Sodano, ya retirado de cargos, pero que seguía recibiendo en una majestuosa dependenci­a del Vaticano, nada muy interesant­e, salvo ratificar mi sensación de estar visitando a un ser nada más lejano a la opción por los pobres. La segunda visita, supuestame­nte con el cardenal Bertone, Secretario de Estado en aquellos días, terminó siendo con un cardenal de su gabinete, que se nos dijo era muy importante, en un intento de atenuar el ninguneo de Bertone.

Se me borró su nombre, y creo con razón: “Estamos muy preocupado­s con lo que está ocurriendo en Chile”, fue la frase con que nos recibió. Ante nuestra solicitud de aclaración, nos señaló que, les parecía muy grave e inexplicab­le que se estuviera discutiend­o una iniciativa legal, que le daba amparo jurídico y reconocimi­ento estatal al acuerdo de vida en pareja de personas del mismo sexo y que parlamenta­rios católicos pudieran concurrir con su voto favorable. Frente a tal admonición, le pregunté: “Por qué un parlamenta­rio, que adscribe a una fe no puede concurrir favorablem­ente a crear las condicione­s jurídicas para que dos personas que se aman, puedan acompañar esa voluntad con consecuenc­ias legales reconocida­s por la sociedad a que pertenecen”. Su respuesta, -la que tal vez me ha hecho borrar su nombre- fue: “Hasta en una relación propia de la pedofilia puede haber amor”. “Por favor, usted me está hablando de un delito”, le espeté. Por suerte el tiempo de la audiencia se había agotado.

Traigo a colación este recuerdo a propósito de la última y muy notable “Bitácora” de Ascanio Cavallo en este diario: “Historia de un colapso”.

En estas fechas de conmemorac­ión de la Pasión, Muerte y Resurrecci­ón, una esperanza surge. Luego de tantas miserias, derrotas, los intensos primeros días del obispo Celestino Aós dan cuenta de un intento de resurrecci­ón. Perdón por los abusos; cercanía a los más pobres entre los pobres; disposició­n con los investigad­ores y reuniones con las víctimas, quiera Dios marquen una impronta definitiva, sanadora. Para una Iglesia como esa hubo cruz, no para el innombrabl­e de la experienci­a que relaté.

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