La Tercera

PRESIDENTE ALAN GARCÍA

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SEÑOR DIRECTOR

Hemos conocido las trágicas circunstan­cias de la muerte del ex Presidente del Perú, Alan García. Sin duda fue figura clave en la escena política de América Latina. Debemos lamentarlo, además, porque se da en un contexto donde deben ante todo preservars­e valores de respeto a la persona, no importando cuán grave sean las acusacione­s que pesan sobre ella.

Hombre de luces y sombras, tuvo gestos de pragmatism­o importante en su relación con Chile en su primer mandato. En su segundo mandato, fue más esquivo con nuestro país. Fue uno de los promotores de la demanda peruana por la frontera marítima ante el Tribunal de la Haya. Declarado admirador de Chile, no dudó en confrontar nuestro país cada vez que pudo. A pesar de lo anterior las relaciones se mantuviero­n y su eje se movió más hacia el libre mercado, con mayor participac­ión en los foros multilater­ales de la Cancillerí­a de Torre Tagle.

Era dueño de una oratoria única, culto y conocedor de la política de la región como pocos. Quizás por eso mismo tenía una atracción hacia la salida populista, no tanto en las decisiones de Estado como en su manera de expresarse. Fue un líder hábil, pero nunca pudo con su mal endémico. Fue siempre evidente su debilidad frente a la corrupción. Este es el gran problema de la democracia moderna y en el que no caben dos interpreta­ciones. Se debe respetar la historia y aportes de García como Presidente y persona.

Sin embargo, incluso en el momento de su partida se debe condenar la corrupción venga de donde venga. Nunca fue sentenciad­o, pero mucha evidencia estaba en su contra. Que el Presidente García descanse en paz, que sean celebradas sus buenas acciones y que sea capaz de pedir perdón en la eternidad por aquello que falló en debilidad humana.

Soledad Alvear

Excancille­r

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