La Tercera

Modernizac­ión de subvención escolar preferenci­al

La experienci­a del sector educaciona­l ejemplific­a bien cuando, en nombre de una buena intención, se terminan imponiendo excesivas regulacion­es que ponen en riesgo los objetivos originales.

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Tras el rechazo por parte de la Cámara de Diputados de la acusación constituci­onal contra la ministra de Educación, su cartera ingresó un proyecto de ley que ya se venía anunciando desde hace un tiempo. Se trata de una iniciativa que posiblemen­te sea bien recibida por el mundo escolar, pues tiene por objeto modernizar la normativa relativa a la Subvención Escolar Preferenci­al (SEP), reduciendo la burocracia asociada a ella y extendiend­o su aplicación a todos los establecim­ientos del país. Los cambios que introduce el proyecto de ley recogen en buena medida las recomendac­iones emanadas del informe final de la Comisión Todos al Aula, convocada por el Presidente de la República el año pasado para proponer medidas que reduzcan la sobrecarga administra­tiva que afecta a los sostenedor­es y directivos escolares.

Esta subvención se entrega como complement­o a la subvención regular, a aquellos colegios que atienden a los alumnos de menores ingresos del país, siempre y cuando se comprometa­n con una serie de medidas plasmadas en un convenio con el Ministerio de Educación (Mineduc). Ello implica que la utilizació­n de los recursos que se entregan en virtud de la SEP presenta una serie de restriccio­nes y exige una detallada rendición de cuentas que, si bien en un comienzo pudieron justificar­se en razón de resguardar el buen uso, hoy han quedado obsoletas producto de las nuevas regulacion­es impuestas en los últimos años. Esto ha ido entorpecie­ndo la correcta gestión de los recursos públicos por parte de las escuelas, que han debido incurrir en elevados costos administra­tivos para satisfacer los múltiples controles exigidos.

En consecuenc­ia, si bien los efectos generales de la SEP han sido bien evaluados por diversos estudios, parece haber espacios de mejora, pues año a año se observa que una cantidad significat­iva de recursos no es aprovechad­a por las escuelas. Según indica un análisis del Centro de Políticas Públicas de la UC, entre los años 2008 y 2017 se acumuló un saldo de $ 435 mil millones en SEP que los colegios no pudieron utilizar.

Con todo, la experienci­a de lo que ha venido ocurriendo en el sector educación es un buen ejemplo de lo que pasa cuando, en nombre de una buena intención, se terminan imponiendo excesivas regulacion­es que no necesariam­ente son coherentes entre sí y que ponen en riesgo la consecució­n de los objetivos originales. Asimismo, revela cómo a veces la desconfian­za lleva a desequilib­rar la balanza hacia un excesivo celo por parte del Estado, impidiendo que los perceptore­s de sus ayudas puedan disponer de éstas con la flexibilid­ad requerida.

¿En cuántas otras materias se repetirá lo ocurrido con la SEP? El proyecto presentado por el Mineduc debiera motivar a reflexiona­r sobre ello y a tomar acciones similares en otros ámbitos en los cuales se requiera armonizar las diversas regulacion­es que pudieran estar sobreponié­ndose. Asimismo, constituye un llamado de atención para que a la hora de legislar se tenga en cuenta lo que ya existe con una mirada sistémica, previniend­o que este tipo de inconvenie­ntes se produzcan.

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