El resurgir de la crisis de San Ramón
El PS siempre ha tenido, hasta ahora, posición internacional respecto de todo, en especial en los temas latinoamericanos. Su vocación histórica reflejada incluso en su logo continental lo hizo siempre un partido con muchas relaciones en la izquierda del continente y, por tanto, con una opinión que siempre ha sido mirada con respeto. Pero respecto de la crisis que vive Ecuador, no se ha leído opinión alguna. Es cierto que la crisis es compleja. El Presidente Moreno eliminó el subsidio a los combustibles, muy en línea con la tendencia en el mundo de generar las políticas públicas que disminuyan el aporte de gases efecto invernadero. Por otro lado, ha ido abandonando lentamente el mundo de la izquierda para acercarse al llamado eje Prosur, impulsado por Piñera y Macri. Hace difícil decodificar esta crisis, pero en casos más complejos, el PS siempre tuvo una opinión, un punto que aportar.
Este silencio es una manifestación más de los difíciles tiempos que vive ese partido. Hay que recordar que logró de manera eficiente colocar debajo de la alfombra la crisis de San Ramón, con la oportuna ayuda de la explosión mediática del candidato Landerretche. Pero cuando las organizaciones tienen conflictos de este tipo, ganar tiempo mediante un distractor tiene solo ese efecto. Las fuerzas que corroen al sistema siguen vivas bajo tierra y es lo que le ha ocurrido al socialismo.
El viernes se produjo el anuncio de la salida de varios militantes, entre los que se encuentran varios alcaldes. En algunos de ellos, que apoyaron la disidencia en las pasadas elecciones, cunde la sensación de que, a la hora de definir los cupos para las municipales, el oficialismo dentro del partido hará valer su aplastante mayoría y tendrá candidatos dóciles a la actual mesa.
La ley define el 25 de octubre como la fecha en la cual quienes quieran postular a cargos de elección popular en el 2020 como independientes deban renunciar a sus partidos. Por tanto, las próximas dos semanas son decisivas para ver si la partida de los dos alcaldes corresponde a un movimiento puntual o al inicio de una estampida.
En el segundo caso, el destino natural parece ser el Frente Amplio. Dicha coalición ha establecido una alianza flexible para las elecciones que vienen. Por ello se vuelve un lugar natural para los exdisidentes que teman de la actual directiva una censura. Con ello se configura un hecho político mayor. La novel coalición empieza a convertirse en el ícono de la izquierda, dejando el mundo socialdemócrata y moderado al PPD. En ese sándwich, es el PS el que puede sucumbir.
El PS en su refundación, en los inicios de la democracia, planteó como desafío estratégico ser la casa común de la izquierda. Las múltiples divisiones y sectarismos quedaban atrás, construyendo un partido donde podían convivir perfectamente renovados socialdemócratas con nostálgicos marxistas. La estructura creada permitía procesar internamente las diferencias y mantener los equilibrios adecuados. Así, el socialismo recibió en sus filas a excomunistas, exmiristas, cristianos de izquierda, moderados, entre muchos otros. Pero con el tiempo, el sectarismo volvió en modo comedia. Ahora ya no era la fidelidad a las ideas, como fue la tragedia de los 70, sino el culto a la personalidad, y en especial la subyugación de las voluntades a cambio de un buen empleo en el Estado.