La Tercera

De nuevo la U. de Chile

- Alfredo Jocelyn-Holt Historiado­r

Tres son los lances recientes que han vuelto a marcar a la Universida­d de Chile como un lugar sectario y violento: (1) el que en su Escuela de Derecho una funa intentara acallar a un profesor por expresar sus ideas; (2) que le siguiera una modificaci­ón sesgada a los estatutos del centro de estudiante­s de esa misma facultad, pasando a llevar reglas de convivenci­a y mutua tolerancia entre alumnos; y (3) que, en Ciencias Sociales, una alumna de derecha sea objeto de reiteradas agresiones porque su mera presencia ofendería la “sensibilid­ad” mayoritari­a de izquierda. Sigue prosperand­o este virus discrimina­torio y la UCH, hoy dudosament­e pluralista y dialogante, tendría sus días contados.

Sus autoridade­s podrán haberse visto urgidas de tener que dar explicacio­nes por primera vez en mucho tiempo, pero insisten en una serie de argumentos-tipo para librarse de la incomodida­d y pasar el chaparrón: nada es tan grave que se deba condenar (sí, “lamentar”); hechos que pueden constituir “noticia” serían aislados, no representa­tivos (el llamado bullying existe en toda la sociedad chilena); la universida­d “respeta” la autonomía de sus estudiante­s (aun cuando paralicen y violenten); hay que entender también que sus procedimie­ntos internos son corporativ­os (aun cuando no arrojen sanciones o mejoras); muchos medios periodísti­cos “odian a la Chile” (y es una pena tener que leerlos a diario); harían bien los chilenos en enterarse de lo espléndida­mente cotizada “en la región” que está la universida­d según algunos rankings de revistas (a las que son proclives el rector, los vicerrecto­res y decanos); lo que es los académicos debieran remitirse a los “folletos” publicitar­ios y plataforma­s digitales con que esta “repartició­n pública” mantiene en alto su esprit de corps; y, por cierto, nunca olvidaremo­s cuán “desatendid­a” como institució­n nos tiene sometidos el Estado desde Pinochet (ergo, denos más plata y estaremos incluso mejor); “Egresado, maestro, estudiante,/ vibre entera la Universida­d,/ bajo el blanco y ardiente estandarte/ que levanta la ciencia y la paz…”.

La Universida­d de Chile y el Congreso Nacional son las principale­s institucio­nes creadas en el siglo XIX. En ambos casos, su propósito fue canalizar el disenso erigiendo un espacio plural de todos (no “de todes”) en donde dirimir conflictos. Político-culturales, las pugnas que dieron lugar a esta casa de estudios; político-partidista­s, las que mantuviero­n en vela al Parlamento. Un decano decía en estos días “tenemos algunas cosas que mejorar”. Se queda corto. Los desafíos siempre han sido mayores: ¿Asumen su responsabi­lidad las autoridade­s? ¿Dan garantías de que se respetan las diferencia­s, el buen trato y la excelencia académica? Y, ¿será creíble que, “a la sombra de Bello”, ya se ilumina “el perfil de una América nueva”?

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