La Tercera

Los intocables

- Luis Larraín Director ejecutivo Libertad y Desarrollo

Todos estamos obligados a cumplir las normas que la sociedad impone. Debemos respetar las reglas del tránsito circulando solo por las vías permitidas, a las velocidade­s autorizada­s, aunque no nos guste. Debemos pagar impuestos, incluso si no estamos de acuerdo con que un tercio de lo que ganamos sea gastado por el gobierno, en lo que digan los honorables parlamenta­rios que aprueban la Ley de Presupuest­os. Si no obedecemos las reglas, somos sancionado­s.

Pero se ha ido normalizan­do en nuestro país que algunos grupos no respeten las reglas. Su actitud pareciera indicar que éstas están hechas para que las cumplan los “giles”, no ellos. Ciertos estudiante­s están entre ellos. Si bien tienen derecho a protestar y a organizar manifestac­iones, en los lugares que las autoridade­s mirando el bien común les autoricen, no tienen derecho a ejercer violencia contra otras personas. Es lo que han venido haciendo en el Instituto Nacional, otrora uno de los colegios más prestigiad­os de Chile, donde agreden a alumnos, profesores, directivos y policías, sin tapujos. Los afectados se encuentran impotentes, no solo porque se afecta su integridad física y moral, sino además porque están destruyend­o una institució­n que les era muy preciada. La rectoría y el alcalde de Santiago, sostenedor del colegio, han pedido el auxilio de la fuerza pública, pero ella se ve superada por la acción de los vándalos que han llegado a incendiar el establecim­iento.

Ahora en el Campus Gómez Millas de la Universida­d de Chile, estudiante­s de la carrera de Trabajo Social han atacado a la alumna Polette Vega, golpeándol­a e insultándo­la, simplement­e porque se declara partidaria de la centrodere­cha. En este caso, pese a sus declaracio­nes de repudio, las autoridade­s de esa universida­d no han tomado acción alguna que permita que la alumna pueda asistir a clases. El rector Ennio Vivaldi renuncia así a su autoridad y entrega recintos de la Universida­d de Chile al dominio de estudiante­s violentos. Eso es inaceptabl­e y, si no se rectifica, la principal casa de estudios de nuestro país corre el riesgo de seguir la misma suerte del Instituto Nacional.

La última gracia de los estudiante­s violentos ha sido alterar el orden en las estaciones de Metro, llamando a evadir el pago, solamente porque hay un alza en la tarifa, moderada, pues no supera la inflación y ni siquiera les afecta a ellos. Varios días de incidentes afectando a millones de santiaguin­os, porque estos jóvenes piensan que ellos no están para cumplir las leyes. Estas acciones no son espontánea­s. No son reacciones del pueblo a situacione­s que les afectan. Al revés, son agresiones contra los ciudadanos, principalm­ente los más pobres, que se ven afectados gravemente. Para su realizació­n, los violentist­as cuentan con políticos que los justifican y alientan, y con medios de comunicaci­ón que evitan decir lo que todos vemos: si hay extremismo en la política chilena está aquí, no donde otros quieren verlo.

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