La Tercera

Entre la negación y el miedo

- Por Pablo Ortúzar

Las personas orientamos nuestra existencia a partir de estructura­s de sentido que nos preceden, con las cuales interactua­mos. Nuestra identidad se configura a partir de lenguajes y símbolos que no inventamos, pero que combinamos y reinterpre­tamos. El orden social y político se sostiene, en buena medida, sobre estos entramados simbólicos. Y si el ejercicio de imaginació­n política se detiene, el orden pierde vitalidad y sentido.

Chile se halla hoy en una situación en la cual muchas de las fuentes de orientació­n simbólica de la política se encuentran desgastada­s. Los lenguajes de la dictadura y de la transición se agotaron. Esto se debe a diversos factores, pero entre ellos destaca el hecho de que la idea de “superar la pobreza” pierde peso frente a la nueva estructura social, con su amplia y frágil clase media. También que la Guerra Fría ha quedado tan atrás, que su lenguaje no moviliza.

Este no es solo un problema de “relato” entendido como comunicaci­ón publicitar­ia. No es solo un tema de “convencer a la gente”. Las estructura­s institucio­nales son el correlato de las estructura­s de sentido, por lo que una crisis en cualquiera de ellas se traslada rápidament­e al otro plano. No es solo que a la clase media ya no le convenza el discurso de la superación de la pobreza, sino que las institucio­nes que sirvieron al país para superar la pobreza les parecen hoy insuficien­tes y opresivas. Se ven en tierra de nadie, entre institucio­nes estatales pensadas para pobres e institucio­nes privadas pensadas para ricos.

La estrategia de la izquierda frente a este escenario ha sido poco inteligent­e. Sus intelectua­les –empapados de academicis­mo burgués- se han esforzado en construir un universo simbólico alternativ­o al de la transición, pero a partir del rechazo y negación radical de ella. Nos han comunicado que vivimos 30 años bajo una gran mentira (una suma de “trampas”). De ahí que sus propuestas institucio­nales sean puros signos negativos (como “No + AFP” o “El otro modelo” entendido como un “anti-Ladrillo”). Al configurar­se como el negativo del orden imperante, como su mera inversión, no logran mucha tracción en la realidad. Es absurdo, como planteó tempraname­nte Carlos Peña, que se le diga a toda una generación de chilenos que experiment­ó una enorme prosperida­d, que todo fue un engaño. Sin embargo, este discurso campea en las universida­des.

La derecha, en tanto, ha logrado hacerse de los restos simbólicos de la Concertaci­ón descartado­s por la Nueva Mayoría. Esto la deja en una buena posición, pues la renovación y desarrollo de esos símbolos parece una estrategia mucho más promisoria que su negación radical. El problema es que la derecha está gobernando (y, por lo tanto, no pensando) y que un fuerte espíritu reaccionar­io se ha apoderado de ella. Acorralada, le ha dejado la iniciativa reformista a la desorienta­da izquierda, en vez de desplegar nuevas promesas que hagan sentido en el contexto de la nueva estructura social. En vez de señalarle a las familias de clase media cuáles serán los pasos para seguir prosperand­o, y cómo se allanará ese camino, se contenta con advertirle­s los peligros de volver atrás, abandonánd­olas entre la negación y el miedo.

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