¿Un rock para hombres?
La última vez que Steven Wilson se presentó en Chile comentó que no se hacían filas en los baños de mujeres en los shows de King Crimson. “Son buenos amigos míos, es solo una broma”, agregó. La figura más prominente del rock progresivo de las últimas dos décadas está consciente de la falta de presencia femenina en los conciertos del estilo, y ha comentado que solo con la carrera solista que inició en 2008 ha sido capaz de atraer a más mujeres a sus giras.
Un año antes The Atlantic publicó la columna “Prog: la música más blanca de todos los tiempos”, que causó revuelo entre los fans al señalar que ésta tiene un problema racial y de género, al haber sido creada por hombres blancos y desarrollada por los mismos. La elaboración de este concepto denostativo de parte de la crítica musical ha perjudicado mucho al estilo, al diseñar una caricatura que se convirtió en verdad para cierto público y ha sobrevivido con mayor fuerza que la intención original del progresivo, que era su carácter sonoro exploratorio, de emancipación del esquema tradicional de canción y de introspección. El progresivo es masculino porque el estereotipo se comió a la definición auténtica del género.
¿Por qué Björk no es prog y Rush sí lo es? Porque la percepción superficial y preponderante de lo que es progresivo se entrampó en una injusta división de sexos. Su única sobreviviente ha sido la música y productora británica Kate Bush. Y aunque la presencia masculina aún es abrumadora, hay cada vez más mujeres sobre y frente al escenario. Figuras como la holandesa Anneke Van Giersbergen, Lee Douglas de Anathema, Simone Simons de Epica y iamthemorning no sólo han traído nueva vida sino también más mujeres a la audiencia, rompiendo con el paradigma de la división de géneros y un estereotipo que solo ha afectado al estilo.