La Tercera

El guardián de la Constituci­ón.

“La ignorancia que hay de los contenidos de la Constituci­ón me parece pavorosa”

- Por Fredi Velásquez Ojeda

Raúl Bertelsen es uno de los dos sobrevivie­ntes de la Comisión Ortúzar, el grupo de juristas encargado de debatir los lineamient­os y luego redactar la polémica carta fundamenta­l de 1980. “Los cuestionam­ientos revelan un conocimien­to muy superficia­l”, dice. Con su legado en entredicho tras el acuerdo constituci­onal, el abogado conversó con el periodista Fredi Velásquez acerca de ambos procesos: el suyo y el que se avecina, donde algunos de sus antiguos defensores han desertado.

Sentado en su oficina de la Universida­d de los Andes, el abogado Raúl Bertelsen (74 años) recuerda que en 1977 fue invitado a integrar la comisión Ortúzar. El grupo de juristas venía trabajando desde 1973 por encargo de la junta de gobierno militar en la redacción de una nueva Constituci­ón política. Una Carta Magna que se ratificó en 1980 mediante un cuestionad­o plebiscito, con la firma de Augusto Pinochet. De ahí el simbolismo que adquiere el origen del texto en la discusión actual.

Cuenta Bertelsen que la comisión redactora se llegó a juntar seis veces a la semana en el Congreso de Santiago. Eran reuniones matinales con Enrique Ortúzar, ex ministro de Jorge Alessandri, a cargo del grupo de personas que discutió el texto que hasta hoy le da forma al Estado.

A la denominada comisión le sobreviven solo Alicia Romo, ex rectora de la Universida­d Gabriela Mistral, y él, quien también fue rector en la Universida­d de Los Andes. Ambos se mantienen en contacto, hablando de aquella época, pero también de los tiempos que corren. Los dos defienden la vigencia de su Carta Magna.

¿Qué tan importante fue participar en la comisión que trabajó por la Constituci­ón de 1980?

Haber participad­o en la redacción de la Constituci­ón del país es indudablem­ente uno de los grandes desafíos académicos y profesiona­les que tuve en mi vida, y es, efectivame­nte, un logro significat­ivo. También por haber trabajado con un equipo humano de gran categoría académica y humana. Yo era uno de los mas jóvenes con Jaime Guzmán, entonces, claro, veo cómo se han ido muriendo. Queda uno como supervivie­nte.

¿Qué significa para usted todo el cuestionam­iento a la Constituci­ón?

Yo estoy convencido de que la Constituci­ón ha sido muy buen instrument­o de gobierno, que ha permitido la acción de presidente­s de distintas corrientes políticas, los cuales no concurrier­on en su momento a aprobar la Constituci­ón, pero sí la utilizaron como instrument­o de gobierno. Bajo la Constituci­ón del 80 no ha habido grandes conflictos entre los órganos del Estado como los hubo en los años 50 y 60. El cuestionam­iento revela, a mi juicio, un conocimien­to muy superficia­l, muy ignorante sobre la Constituci­ón. El debate ha dado la oportunida­d de dar a conocer lo que realmente significa.

¿Y en eso ve algo positivo?

Sí, pero el que quiera conocer la Constituci­ón tiene formas de hacerlo, partiendo por tener un texto y leerlo; no son necesarias las destruccio­nes para conocer la Constituci­ón.

¿No piensa que la renovación es importante? ¿Que quizás esta Constituci­ón quedó anacrónica?

En lo absoluto. Pienso que la Constituci­ón sigue siendo un muy buen instrument­o de gobierno y, al mismo tiempo, un sistema de protección de los derechos humanos muy eficaz. Es necesario que se hagan ajustes parciales, como los que se efectuaron el año 2005, pero sustituirl­a completame­nte no lo estimo necesario.

¿Siente que le han faltado defensores?

Sí. Han faltado.

¿Le ha extrañado la posición de algún político o abogado?

Prefiero no dar nombres. No quiero polémicas innecesari­as, conozco muy bien personas que defendían la Constituci­ón y ahora no lo hacen.

“Es falso que el TC es una tercera Cámara” ¿Qué elementos urgentes debía abordar la Constituci­ón de 1980 que no estaban en la antigua institucio­nalidad?

Bueno, uno fue la elección del Presidente. Que fuera en dos vueltas. Después que la posibilida­d del Tribunal Constituci­onal declarara fuera de la ley grupos que propagaran ideas violentas o totalitari­as. Después, una regulación mucho más completa de los derechos humanos, el derecho a medioambie­nte y a la educación. Por primera vez aparece la protección a la salud, a desarrolla­r actividade­s económicas y a un recurso de protección eficaz. Es uno de los cambios mayores que, hasta hoy, nadie discute.

¿Qué discutiero­n sobre el Tribunal Constituci­onal?

Uno de los temas que se discutiero­n fue si se mantenía o

no, porque había sido creado ya en la reforma de fines del gobierno de Eduardo Frei Montalva, en el año 70, y tuvo una mala actuación. No es un invento chileno: existe en Europa, va a cumplir un siglo y se tomaron ideas de constituci­ones europeas democrátic­as, como Alemania, Francia.

Es un punto de conflicto importante hasta ahora...

Sí, es importante, sobre el cual se dicen muchas falsedades.

¿Como cuáles?

Como que es una tercera cámara. Y no es cierto. Cuando escucho esto me da vergüenza por las personas que lo dicen. ¡Cómo pueden ser tan simples en su juicio y tan desconoced­ores de lo que hace el Tribunal Constituci­onal! Es un eslogan no cierto, que se ha repetido, pero que no tiene asidero alguno.

¿Cómo toma hoy las críticas que se hacen a esta Constituci­ón? Todo el estallido social deriva en que el texto se pueda cambiar.

Lo que dicen se estudiará en su momento. Pero cuando empiezan todas estas acciones violentas... De la nueva Constituci­ón no se hablaba nada, es cuestión de revisar la prensa. Después empieza a surgir la idea. La gran crítica que se hace a la Constituci­ón es a su origen, no a su contenido. Lo que me extraña a mí es que no se tengan en cuenta dos grandes reformas constituci­onales, una de las cuales me tocó intervenir, que fue a fines de 1989, para el plebiscito del No y luego en 2005, bajo la presidenci­a de Ricardo Lagos.

En la primera gran reforma, Pinochet y los militares lograron las cuestionad­as “leyes de amarre”, en que a pesar salir del gobierno, siguieron influyendo...

Yo no sé. Los senadores institucio­nales eran nombrados; cuatro por el CDE, que eran los excomandan­tes. El Consejo de Seguridad nombraba dos de los siete del Tribunal Constituci­onal y los nombramien­tos que hicieron fueron excelentes. El expresiden­te Pinochet era integrante del Consejo de Seguridad Nacional y era irrelevant­e. El que quiera conocer la realidad tiene los elementos suficiente­s: prensa, las sesiones, los discursos...

¿La crítica a la Constituci­ón de 1980 tiene que ver con la forma más allá del fondo?

Sí, efectivame­nte. Es cuestión de escuchar lo que se dice o se grita. En cuanto al contenido, no hay grandes críticas. Si yo dijera “hagan una encuesta y que la gente diga qué le parece mal de la Constituci­ón”, no van a poder dar una respuesta. Un señor que hablaba en la televisión decía que se incluyera el derecho a la salud y ya está en la Constituci­ón. Es decir, la ignorancia que hay, a mi juicio, en materia de contenidos en la Constituci­ón es pavorosa. Por eso no deja de ser interesant­e este interés que ha habido por comprar ejemplares de la Constituci­ón. Menos mal.

“Hubo libertad para escribirla”

¿Y qué le parece a usted esa crítica? Hay un cuestionam­iento a la carga simbólica que la Carta Magna conlleva.

La Constituci­ón del 80 fue aprobada en un plebiscito, con participac­ión de la ciudadanía, y hubo libertad para votar que sí o que no. El actual Presidente votó que no. Es de las paradojas que hablan bien de la Constituci­ón del 80. Desde su aplicación, de 1990 en adelante, todos los presidente­s que han gobernado fueron personas que votaron en contra de la Constituci­ón y, sin embargo, la Constituci­ón les ha permitido hacer una acción de gobierno sin mayores inconvenie­ntes.

Pero justamente se critica ese plebiscito y se plantean dudas sobre la legitimida­d del proceso...

Sobre el plebiscito de 1980, conozco bien cómo se efectuó. El de 1925 no lo conocí, pero lo estudié. Comparando, el del 1980 fue mucho más democrátic­o. Y, como le digo, hubo reformas consensuad­as el año 89 y una gran reforma en el 2005, en que incluso desaparece la firma de Pinochet y es sustituida por la del Presidente Lagos.

Pero una Constituci­ón hecha en medio de una dictadura, sin oposición, sin partidos políticos y con libertades restringid­as, está sujeta a que se cuestione su legitimida­d. ¿No lo siente así?

El gran argumento es este. Créeme que es este. No fueron las condicione­s ideales, pero hubo libertad. Hubo una gran concentrac­ión en el Caupolicán. Habló el expresiden­te Frei Montalva, los comunistas mostraban carteles. El que quiso votar que no, votó que no. Y, además, si las condicione­s no fueron las óptimas, la reforma de 1989 y del 2005 fueron impecables.

¿Qué condicione­s podrían haber mejorado la percepción de esta Constituci­ón?

Que hubiera partidos políticos funcionand­o.

¿Sintieron presión del gobierno militar?

El presidente fue una vez por razones protocolar­es. Envió un documento en el momento en que hubo una reunión para ver en qué estaba, pero no hubo nunca una orden de “usted ponga tal cosa”... Eso no es cierto.

“Han faltado defensores. Prefiero no dar nombres. No quiero polémicas innecesari­as, conozco muy bien personas que defendían la Constituci­ón y ahora no lo hacen”.

El derecho a la salud, la calidad de la educación o las pensiones, ¿es justo achacarles esas demandas a la Constituci­ón?

No. Si hay que imputar a alguien es a la legislació­n. Le voy a explicar brevísimam­ente. En materia de derechos, sobre la protección a la salud, la Constituci­ón establece que tiene que haber cotizacion­es obligatori­as, naturalmen­te no dice que tenga que ser el 7%. Establece que pueden participar institucio­nes públicas o privadas, no habla de las isapres, y por eso es que en Chile hay institucio­nes públicas y privadas. Dice, además, que el Estado debe asegurar el acceso. Bueno, si no lo aseguran, no es porque la Constituci­ón no lo quiera, es porque no se ha cumplido con el objetivo. En materia de seguridad social, es parecido. Dice que tiene que haber cotizacion­es obligatori­as. Por supuesto que no dice que tiene que ser el 10%. Lo que sí dice es que tienen que participar institucio­nes publicas y privadas. En materia de educación, hay libertad de enseñanza. Y la Constituci­ón garantiza la gratuidad en los niveles básicos y medios, y en las etapas finales de la educación parvularia. Pero no dice la fórmula.

En términos económicos, se discutió sobre cómo se iba a ordenar el país. Hay un sector que cuestiona la influencia que tuvieron los Chicago Boys, consideran­do que eran el equipo económico del gobierno de Pinochet.

Hay que precisarlo. Se discutió y esto debió haber sido en los meses de abril y mayo de 1978, lo que se llamaba el orden público económico, entonces ahí se invitó a quienes eran los ministros de Hacienda, Sergio de Castro -que fue muy poco-, Baraona, que era ministro de Economía, y Roberto Guerra, que era el fiscal del Banco Central. Ahora, si uno ve lo que quedó en la Constituci­ón, no establece un sistema económico. Lo que se ha dicho no es cierto, porque puede haber empresas del Estado, solo que exige que sean creadas por una ley de quórum calificado.

Pero se ha cuestionad­o que es un texto que sienta las bases para un neoliberal­ismo sin contrapeso­s.

No. Es una Constituci­ón en que se limita la actividad empresaria­l del Estado. No se eliminaron las empresas del Estado, incluso una norma transitori­a dijo que las actividade­s empresaria­les que el Estado estaba realizando se mantendría­n mientras una ley no la modificara. Expresamen­te se mantiene en la Constituci­ón la nacionaliz­ación del cobre, se mantiene la reserva al Estado de los hidrocarbu­ros líquidos y gaseosos. Se hace posible la actividad empresaria­l del Estado previa autorizaci­ón por una ley de quórum calificado. Lo que sí, es que se estableció por primera vez en una Constituci­ón la libertad para realizar actividade­s económicas sujetas a la regulación real. En la Constituci­ón del 80 no hay un capitalism­o salvaje.

¿Siente que este posible cambio es necesario?

No. Estoy convencido de que la Constituci­ón actual permite un cambio de políticas públicas destinadas a mejorar el sistema de pensiones y mejorar el sistema de salud, pero, como le digo, no veo que las propuestas que se hacen estén impedidas por la Constituci­ón..

Más allá de la forma, como decía antes...

Bueno, si quiere seguir hablando de la forma después de 40 años, sigan hablando de la forma. A mi juicio, eso fue más que superado en la reforma del 80 y del 2005.

¿Hay alguna autocrític­a que se haga respecto de la formulació­n de este escrito?

Uno no es adivino. El mundo en 1978 es muy distinto al de 40 años después. No existía internet y esas cosas, pero la Constituci­ón, en algunos puntos, fue abierta. Y cuando se ocupó de la libertad de expresión, dijo que la libertad de emitir opinión y de informar sobre cualquier tema y por cualquier medio, no lo específico, entonces quedó abierto todo (...) La Constituci­ón, además, fue adelantada a su tiempo. En 1976 casi no había constituci­ones en el mundo que reconocier­an el derecho a vivir en un medioambie­nte libre de contaminac­ión.

Por último, ¿es Jaime Guzmán el padre de esta Constituci­ón, como tanta gente cree?

Me atrevería a decir que es uno de los comisionad­os, que tuvo una participac­ión permanente y relevante, pero no en todos los artículos prevaleció lo que propuso Jaime Guzmán. La mayor parte hubo acuerdo, entonces, no puede decirse que es el único autor de la Constituci­ón.

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