La Tercera

No a la nueva Constituci­ón

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

No creo que Chile necesite una nueva Constituci­ón, así de simple. Esa idea tan repetida, por la que se asegura que bastará incluir en ella ciertos derechos sociales para que se hagan realidad es simplement­e un engaño. Las buenas constituci­ones producen estabilida­d institucio­nal y las condicione­s de seguridad jurídica que permiten el desarrollo. Nada más, pero tampoco nada menos.

Comprendo que quienes ven en los últimos 30 años un mal período para Chile, porque habría creado una sociedad injusta y desigual, quieran otra Carta Fundamenta­l. Pero yo creo exactament­e lo contrario, estos han sido los mejores años de nuestra historia republican­a, un período de estabilida­d democrátic­a, crecimient­o económico y progreso social. De ser uno de los países más pobres de América Latina pasamos a liderar en casi todos los indicadore­s de desarrollo. ¿Por qué querríamos derogar la Constituci­ón bajo la que hemos logrado avanzar más que nunca antes?

También es lógico que aquellos que ven al Estado como el motor del progreso la quieran derogar, pues esta es una Constituci­ón que garantiza con mucha fuerza y claridad los derechos individual­es por sobre la acción del Estado. Si usted, estimado lector, quiere un sistema político con más poder, que reparta subsidios a diestra y siniestra –más a siniestra que a diestra, en realidad- es lógico que quiera otra Constituci­ón, pero para los que como yo queremos una sociedad pujante que reparta trabajo y oportunida­des de progreso para todos –aquí sí es a diestra y siniestra, sin distinción- ésta ha probado ser una buena Constituci­ón.

Tampoco es verdad que este proceso conduciría a la “primera Constituci­ón nacida en democracia”. ¿Por qué llegamos a un plebiscito acerca de si queremos una nueva Constituci­ón y después probableme­nte tendremos una asamblea constituye­nte? Porque se estaba quemando Chile, porque la fuerza pública completame­nte desbordada era incapaz, con los medios que puede usar, de asegurar el orden público. Una minoría de violentist­as nos puso al borde de la ingobernab­ilidad y la anarquía; en esas condicione­s, la oposición impuso al oficialism­o este acuerdo, el de la “hoja en blanco”. Eso, perdónenme, puede ser cualquier cosa, pero democracia no es.

Con todo, el acuerdo tiene dos valores que destaco: por el momento nos sacó de la crisis total e inminente; y, segundo, permite que personas como yo tengamos un acto de dignidad cívica, diciendo con nuestro voto que no queremos una nueva Constituci­ón, menos en estas condicione­s, aunque sea una herejía en el país de lo políticame­nte correcto. Es probable que perdamos esta elección, pero conservare­mos nuestra dignidad. No es poco en estos tiempos en que te obligan a bailar para pasar.

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