La Tercera

La política

- Por Jorge Navarrete | Abogado

Se dice que el acuerdo del viernes pasado carece de legitimida­d, en la medida que no se consultó a las bases sociales que estarían en el centro de las movilizaci­ones ciudadanas. A mi modesto modo de entender, una frase como esa comprende varios equívocos.

Dando por bueno que esas y otras organizaci­ones fueron centrales en catalizar la masiva expresión ciudadana de la que hemos sido testigos durante estas semanas, ¿por qué, y de cara a proveer de una alternativ­a de solución que encauzara esta crisis, esos grupos o personas podrían tener un mejor derecho -o su opinión mayor valorque la del resto de los ciudadanos?

A continuaci­ón, y si entonces el reproche es que no se consultó a la ciudadanía toda antes de proponer este mecanismo, estamos en presencia de una crítica ingenua e insensible a cómo funciona una democracia. Ingenua, porque especialme­nte a la luz de las urgencias, era materialme­nte imposible organizar una consulta para validar masivament­e el itinerario que se nos estaba proponiend­o; pero también es una crítica que niega la función más básica de la política, que no es otra que articular un entendimie­nto entre los representa­ntes que democrátic­amente hemos elegido, para resolver pacíficame­nte nuestras diferencia­s.

Y por eso que la crítica de “la cocina” raya incluso en la mala fe, puesto que, y a diferencia de otras oportunida­des, este acuerdo fue adoptado íntegramen­te por personas que sí pasaron el cedazo de la soberanía popular.

Pero aun consciente­s de la escasa legitimida­d que hoy tiene la clase política dirigente, es que ese acuerdo define un itinerario que traslada toda la decisión a los ciudadanos, tanto la de optar por si queremos una nueva Constituci­ón, como también el mecanismo para afrontar ese debate. Y todavía más. Nada impide, incluso sería deseable y virtuoso, que durante todo el proceso, y especialme­nte antes de elegir a quienes participar­án en la constituye­nte, pudiéramos organizarn­os en múltiples y descentral­izados procesos deliberati­vos, los que mediante cabildos, plebiscito­s comunales u otros, vayan delineando, aportando y nutriendo el debate desde las propias bases ciudadanas.

Quedan muchas dudas y preguntas pendientes, pero ojalá que las abordemos intentando fortalecer la política y no renunciand­o a ella. El tiempo se agota y puede ser muy alto el costo de la intransige­ncia, los maximalism­os y las pequeñeces que subsisten en tantos.

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