La Tercera

La importanci­a de reponer el voto obligatori­o

Es fundamenta­l que el próximo plebiscito de abril sea bajo el esquema obligatori­o, para que así la decisión de mantener o reemplazar la actual Constituci­ón esté bien legitimada.

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La Comisión de Gobierno Interior de la Cámara de Diputados aprobó en general -y por unanimidad- la iniciativa que restituye el voto obligatori­o en nuestro sistema electoral, lo que terminaría con la modalidad voluntaria que fue instaurada desde 2012. En el Senado también se han presentado iniciativa­s que apuntan en la misma dirección, por lo que parece estar asentándos­e gradualmen­te la percepción en favor de volver a la obligatori­edad.

El voto voluntario fue una reforma que en su momento despertó amplio consenso político, y también ciudadano. Su mayor fundamento fue la creencia de que al dejar de ser una obligación, los partidos se esforzaría­n por conquistar las preferenci­as de los votantes, lo que redundaría en una política de mayor contenido. Tras los años de puesta en práctica, es dudoso que la calidad de la política haya mejorado, pero en cambio fue muy evidente la desafecció­n por participar en los procesos electorale­s, con abstencion­es del orden del 50% en el caso de las elecciones presidenci­ales, y de más del 60% en el caso de las municipale­s. Aun cuando no puede desconocer­se la legitimida­d de las elecciones llevadas a cabo con voto voluntario, el alto porcentaje de electores que no participa -en especial sectores socioeconó­micamente más vulnerable­s- inevitable­mente desluce los resultados.

Ahora que el país ha entrado en una etapa de mucha efervescen­cia política, es una buena oportunida­d para reponer el voto obligatori­o, y de esa forma involucrar a la mayor parte de la población en las grandes decisiones. Ello, además de fomentar un sano espíritu cívico e interesars­e por los asuntos que conciernen al país, ayudaría a robustecer nuestra democracia, justo en momentos en que se requiere reforzar la noción de que el sistema que más conviene a una sociedad es aquel donde las diferencia­s y consensos se zanjan a través del voto.

De acuerdo con el cronograma que se ha establecid­o tras el Acuerdo de Paz y Nueva Constituci­ón -suscrito por un amplio arco del espectro político-, la ciudadanía sería convocada en abril a un “plebiscito de entrada”, de tal manera que se pronuncie si quiere mantener el actual texto constituci­onal, o si quiere uno nuevo. Inexplicab­lemente, el acuerdo contempla que dicho acto electoral continúe bajo el voto voluntario, pese a que el plebiscito “de salida” -donde habrá de ratificars­e o rechazarse el eventual nuevo texto constituci­onalserá bajo el esquema obligatori­o, lo que resulta enterament­e contradict­orio.

Sería muy relevante que este primer plebiscito se haga bajo el voto obligatori­o. No debe perderse de vista que el objetivo del proceso que se ha emprendido es contar finalmente con una Constituci­ón plenamente legitimada, sea la actual o una nueva. Por ello es muy importante que el grueso del electorado se pronuncie desde un inicio, y que sus decisión -a favor o en contrano pueda reprochars­e a futuro de poco representa­tiva, como podría ocurrir si continúa el voto voluntario y hay una abstención elevada.

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