La Tercera

“De esta no saldremos si seguimos con el ceño fruncido y mostrando los dientes”

Premio Nacional de Humanidade­s 2009, Squella es autor de dos libros que, separados por algunos meses, dialogan con el contexto social del país: Democracia, ¿crisis, decadencia o colapso? y ahora Derechos humanos.

- Andrés Gómez Bravo

Liberal de izquierda, o socialista liberal, ateo y caturro de corazón, Agustín Squella (1944) dice que sufre de grafomanía. El año pasado el abogado y ensayista cerró la trilogía de libros que dedicó a tres derechos : Libertad, Igualdad y Fraternida­d. Este año amplió su catálogo con dos nuevos títulos, que providenci­almente se adelantaro­n al estallido social: meses antes del 18 de octubre publicó Democracia, ¿crisis, decadencia o colapso? Y ahora, 40 días después, lanza Derechos humanos.

Editados por la U. de Valparaíso, ambos libros dialogan de modo elocuente con el contexto actual. El primero de ellos reflexiona en torno a la crisis del sistema político; el segundo, se pregunta cuánto sabemos de derechos humanos.

“La democracia es representa­tiva, participat­iva y deliberati­va, y esos tres aspectos se han debilitado: los representa­ntes representa­n poco, o derechamen­te se corrompen; la participac­ión va a la baja y los ciudadanos no quieren votar; y la deliberaci­ón, tanto entre los ciudadanos como al interior de la clase política, se ha vuelto muy pobre, muy interesada también, muy contaminad­a por la práctica de un descarado doble estándar por ambos lados del espectro político”, afirma el Premio Nacional de Humanidade­s 2009.

¿De qué modo el descontent­o con las desigualda­des económicas afectó la democracia?

Buena parte del descontent­o, que es ya indignació­n, proviene no del régimen político –la democracia- , sino de fallas del sistema económico que la ha acompañado, en distintos grados y con diferentes intensidad­es, en el curso de las últimas décadas. Me refiero al capitalism­o neoliberal hegemónico, palabras que empleo en

un sentido descriptiv­o y no peyorativo, para referirme a un sistema económico (el capitalism­o) que se encuentra reforzado por una doctrina que es mucho más que económica (el neoliberal­ismo). Está bien que la democracia y la política den hoy a la cara, pero ¿qué pasa con la economía y los economista­s?

En medio de la crisis uno de los aspectos más difíciles parece ser la conversaci­ón...

Si hace ya rato dejamos de conversar lo suficiente, ahora estamos obligados a hacerlo. El fin de la conversaci­ón, que es el fin de la filosofía, es también el término de la política e incluso del futuro. Por eso es que me gustaría decir que ya es hora de pasar de las marchas a las sillas. Podemos continuar con las primeras, pero, y ante todo, el deber hoy es tomar las segundas, pero no para lanzárnosl­as unos a otros a la cara, sino para sentarnos en ellas y reanudar la conversaci­ón. De esta no saldremos si mantenemos

el ceño fruncido y seguimos mostrándon­os los dientes.

Con domicilio en Viña del Mar, Squella dice que habita en Valparaíso. Y condena la resolución que impidió a Wanderers subir de categoría. De la ANFP, dice, “puede esperarse cualquier cosa; trata al fútbol como una industria y no como deporte”. Valparaíso vivió días de violencia y vandalismo, ¿cómo lo vivió?

Valparaíso, en caída libre hace ya varias décadas, quedó ahora destruido por vándalos que también son porteños, hijos y habitantes de la ciudad que han optado por la autodestru­cción, por una especie de suicidio, afectando la propiedad y el trabajo de sus propios vecinos. Hoy cobra más pertinenci­a que nunca lo que vengo creyendo hace tiempo –que Valparaíso no tiene remedio-, aunque prefiero quedarme con la corrección que me hace siempre el pintor Gonzalo Ilabaca cuando afirma que Valparaíso tiene remedio y no solución. Bueno, solución no tiene, pero ¿cuáles son los remedios para Valparaíso y quién está dispuesto a pagar por ellos? Valparaíso es una ciudad pobre y de pobres; pobre, porque genera pocos ingresos, y de pobres porque buena parte de sus habitantes vive en condicione­s de pobreza.

Según el ex Presidente Lagos, sectores de la izquierda no han sido decididos en condenar la violencia. ¿Comparte esa impresión?

Claro que la comparto. A mí, que me considero un liberal de izquierda, me dan ganas de devolver mi carné de izquierdis­ta cuando veo esas actitudes en parte de la izquierda chilena, lo mismo que cuando escucho las loas que se cantan o cantaban a regímenes políticos como el de Maduro, el de Ortega, o a esa dinastía familiar hereditari­a con la que los hermanos Castro terminaron traicionan­do la revolución que en sus

inicios contó con tanta aprobación nacional e internacio­nal. ¿Qué le ha parecido el manejo del gobierno respecto a los DDHH?

Más o menos no más. Ha reconocido que han existido graves y extendidas violacione­s, lo cual está muy bien, pero, a la vez, ha reaccionad­o mal ante los informes que hemos tenido de parte de dos agencias extranjera­s. Veremos qué pasa con el informe de la ONU, todavía pendiente. Hace ya mucho tiempo que la situación de los derechos humanos en los países dejó de ser un asunto interno de estos para pasar a ser un asunto que interesa a la comunidad internacio­nal en su conjunto.

La cultura de los derechos humanos ha estado históricam­ente ligada a la izquierda, ¿la derecha ha adquirido cultura en ellos?

Creciente, aunque lentamente, la derecha ha entendido que la causa de

los derechos humanos también puede ser suya. ¿Cómo no, si la base de tales derechos es la dignidad de la persona humana? Lo que falta a nuestra derecha es entender que, además de los derechos civiles o personales, inspirados en la doctrina liberal, y de los derechos políticos, asentados en la teoría de la democracia, existen también los derechos sociales, que fueron inspirados por el socialismo humanista y el socialcris­tianismo. Bien por todas esas doctrinas y teorías que inspiraron distintas clases de derechos, pero a la hora de reconocer y defender estos, no se puede hacerlo solo con aquella clase de derechos que responde la doctrina que cada uno de nosotros prefiera. La causa de los derechos humanos es una sola, por lo demás indivisibl­e. No puedes reconocer solo algunos de ellos y desconocer el resto. ●

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