LOS RIESGOS DE UN CONGRESO DEBILITADO
Los congresistas deben asegurarse que un proceso constituyente no implicará la irrelevancia del Congreso o un deterioro del trabajo legislativo.
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Incluso antes del proceso constituyente que está en curso, han existido diversas críticas a la labor parlamentaria y su aprobación en las encuestas pelea constantemente por abandonar los últimos lugares entre las instituciones evaluadas. Sin embargo, el rol que juega el Congreso es esencial e indelegable. La representación democrática, la deliberación política, la fiscalización y el necesario desarrollo legislativo exigen que los propios parlamentarios sean los primeros al momento de defender la importancia de su labor. Sin embargo, como víctimas inconscientes de su baja valoración en las encuestas y encandilados por los procesos electorales que se avecinan, varios congresistas aparecen en público debilitando su rol y en un afán por congraciarse con las esquivas audiencias validan una supuesta falta de legitimidad del Parlamento.
Esta situación cobra mayor relevancia ante una eventual instancia constituyente, donde ya sea que se trate de una convención con todos sus miembros elegidos -donde parlamentarios ya han anunciado su intención de renunciar para competir por un cupo-, o una comisión mixta -en que 86 de sus integrantes serán parlamentarios- existe el riesgo de que el rol del Congreso termine siendo debilitado, por acción de los propios congresistas. El empeño que se ha visto por incorporar paridad de género, presencia de independientes así como de pueblos originarios en el órgano constituyente todo lo cual ha sido motivo de extenuantes negociaciones políticas- no parece encontrar igual correspondencia en cómo asegurar que el Congreso no vea afectado su normal funcionamiento con una discusión constitucional a la par. Tampoco resulta justo para el proceso electoral que una de las opciones -la mixtaaparezca de antemano debilitada frente al aparente desinterés de los parlamentarios por buscar fórmulas para asegurar que el rol legislativo seguirá con normalidad.
Es preocupante que los propios parlamentarios no parezcan tomarle el peso a esta situación. El fuerte desprestigio en la imagen del Congreso no es sino el producto del actuar irresponsable o desaprensivo de muchos congresistas, que incluso manifiestan sin pudor que el Congreso “carece de legitimidad” para discutir cambios constitucionales. Si hay algo que diferencia a una democracia de otros regímenes políticos es precisamente la existencia de un Poder Legislativo elegido por la ciudadanía, foro por excelencia donde se forjan acuerdos y se procesan -por medio de mayorías y minorías- las legítimas diferencias que conviven en toda sociedad.
Un proceso constituyente -opción legítima si así lo determina la voluntad popular- no puede ser sinónimo de un Congreso debilitado, llevado a la irrelevancia o que importe poco cómo será su funcionamiento. Por ello los parlamentarios, en particular, y el mundo político, en general, tienen la urgente necesidad de reposicionar la labor del actual Congreso cuanto antes, ya que el país difícilmente resistiría un prolongado vacío legislativo.