La Tercera

Libertad y esperanza

- Por Pablo Ortúzar

El libro “Liberalism­o en tiempos de cólera”, de Andrés Velasco y Daniel Brieba, vio la luz poco tiempo antes del estallido social. En él, los autores tratan de plantear un rostro amigable del proyecto liberal, comprometi­do con la justicia social, el medio ambiente y el combate contra la corrupción política y económica. La propuesta es atractiva, balanceada y pluralista. Responde de manera agradable la pregunta respecto al cómo podríamos vivir juntos. Pero tiene un problema: no se hace suficiente­mente cargo del punto de partida en que se encuentra la sociedad chilena. Y, en ese sentido, la supone maleable a los razonables designios del libro.

¿Falta sociología? Sí. Pero es reemplazad­a por otra cosa. El libro tiene un fuerte trasfondo moral, cuidadosam­ente camuflado tras una jerga que apela a la neutralida­d. Para entender bien este trasfondo, sin embargo, no basta leer el texto. Es necesario, en cambio, obtener el discurso “La libertad sin esperanza” que el año 2015 dictó el profesor Antonio Bascuñán Rodríguez al inaugurar el año académico de Derecho en la Universida­d de Valparaíso. El mismo que encontramo­s citado en el libro de Velasco y Brieba cada vez que entran en asuntos morales complejos.

El texto de Bascuñán es un ataque potente e inteligent­e contra la mediocrida­d engendrada por la esperanza fácil, que el autor vincula con la promesa cristiana. Según el texto, es sólo cuando nos ponemos objetivos exigentes con plena conciencia de que conseguirl­os depende de nuestro esfuerzo e inteligenc­ia, que logramos experiment­ar grados altos de realizació­n humana. La esperanza fácil, por el contrario, nos permite culpar a otros y depositar nuestros anhelos en fuerzas lejanas, disculpand­o nuestra poca seriedad.

“La libertad sin esperanza” apunta con el dedo, quizás sin quererlo, al trasfondo cultural judeo-cristiano de nuestra vida política. El problema de lealtades que genera la dualidad de los reinos, la doble ciudadanía, en la que se ven atrapados los creyentes que viven en la esperanza escatológi­ca.

La exigencia moral que se levanta en el trasfondo de “Liberalism­o en tiempos de cólera”, entonces, es el abandono de la escatologí­a cristiana. El abandono de la esperanza en “una nueva tierra y un nuevo cielo”, que es el trasfondo de la fiesta, la violencia ritual, el populismo y la gramática de la dignidad, empapada de esa retórica estilo Cantinflas: la de los últimos que esperan ser los primeros.

Y la pregunta frente a esta exigencia es si tal abandono es posible. Si nuestro orden simbólico sería capaz de girar en esa dirección, o si, en realidad, todo proyecto político y económico que quiera triunfar en América Latina necesita formularse y tratar de hacer lo mejor de ese incómodo dualismo que Chesterton -para no citar a Cantinflas- celebraba señalando que “todos los imperios y los reinos han fracasado debido a… que fueron fundados y sostenidos por hombres fuertes. Pero esta unidad única, la histórica Iglesia cristiana, se fundó sobre un hombre débil (Pedro), y por eso es indestruct­ible. Porque ninguna cadena es más fuerte que su eslabón más débil”.

Asunto este que, aunque suene lejano y elevado, es tremendame­nte importante de cara al debate constituci­onal.

Investigad­or del IES.

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