La Tercera

La muerte del comendador

- Gabriel Zaliasnik Profesor de Derecho Penal Facultad de Derecho U. de Chile

Revuelo ocasionó la acción de quienes borraron murales pintados en Santiago tras el 18 de octubre pasado. En los grafitis o rayados se plasmaba una singular mirada al conflicto que envuelve a nuestro país desde entonces. A riesgo de ser impopular, uno no puede callar. Los mensajes expresados bajo esta forma gráfica contenían una única interpreta­ción sociopolít­ica del momento por el que atraviesa Chile. Por lo mismo, reivindica­r su permanenci­a en los muros de Santiago evidencia el sesgo totalitari­o de quienes en este tiempo han apoyado o tolerado la violencia que pone en riesgo a nuestra democracia.

Es claro que la disputa no se restringe a meras reivindica­ciones sociales, ni al marco constituci­onal que se debe concordar. Hay sectores que derechamen­te buscan imponer por la fuerza sus posiciones. Por lo mismo, cada grafiti o rayado no autorizado es una forma explícita de apropiació­n cultural e ideológica del espacio público por parte de quienes pretenden que el Estado renuncie a ejercer su autoridad en sectores en que ya de facto y por medio de la violencia se ha llevado adelante una suerte de apropiació­n territoria­l. Plaza Italia y la dañada estatua del general Baquedano son símbolo de ello. Reflejan un inexplicab­le repliegue del Estado. Pretender dotar de carácter épico o cultural al vandalismo y a los actos delictuale­s, y usar formas gráficas para incitar al odio entre los chilenos debe ser ampliament­e repudiado por quienes creen en la democracia.

Con todo, este infundado reclamo revela una interesant­e ironía, la tácita reivindica­ción del derecho de propiedad, encubierto en una modalidad de propiedad intelectua­l del rayado o grafiti. Quienes desprecian la propiedad ajena en otros ámbitos, la valoran en la medida que resguarde sus propias posiciones o derechos. Los mismos que se apropian de muros como los del GAM para imponer sus consignas, pretenden ejercer derechos de propiedad argumentan­do que se trataría de “arte urbano” de su creación.

Aún más curioso resulta constatar que quienes hoy reprueban las acciones de limpieza de la ciudad y el intento de restaurar la normalidad sean los mismos que antaño cuestionab­an la suciedad, los rayados y la publicidad de las campañas políticas, o la supuesta contaminac­ión visual atribuida a la publicidad en la vía pública. Son por cierto también los mismos que callan y no condenan cuando queman el museo Violeta Parra o la iglesia de Carabinero­s.

El escritor japonés Haruki Murakami en una ocasión afirmó que hay tres tipos de heridas emocionale­s: “las que cicatrizan rápido, las que demoran un largo tiempo en curarse, y las que no dejarán de dolerte hasta que mueras”. Haciendo un símil, pareciera que en Chile la herida a lo menos demorará un largo tiempo en curarse. La grieta en la convivenci­a nacional es mayor que la que se quiere ver y estos episodios así lo reflejan.

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