La reconstrucción de las instituciones
El terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010 dejaron en evidencia que las entidades del sistema de emergencias no estaban preparadas. Desde entonces, se invirtió en recursos tecnológicos y en personal capacitado.
La Oficina Nacional de Emergencias (Onemi) se emplazaba en un antiguo edificio de la calle Beauchef que fue utilizado durante buena parte del siglo XX como fábrica de colchones. Hoy su ubicación es la misma, pero tanto el lugar como la institución son bastante diferentes.
En esa época, los 189 empleados cumplían con horarios de oficina y la madrugada del 27 de febrero de 2010 había solo tres personas a cargo. Después del terremoto que sacudió la zona centrosur del país, una cadena de errores compartidos por el Centro de Alerta Temprana (CAT) de la Onemi con el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (Shoa) les costó la vida a cientos de chilenos. “En 2010 hubo un problema sistémico. Pero esas cosas que antes quedaban en el aire, ahora sí tienen un responsable”, afirma el actual director de la Onemi, Ricardo Toro.
Promesas
La reformulación del sistema de emergencias es, todavía, tarea pendiente. El 22 de marzo de 2011, el gobierno ingresó a la Cámara un proyecto de ley para crear el “Sistema Nacional de Emergencia y Protección Civil y la Agencia Nacional de Protección Civil”, pero la propuesta no prosperó y continúa estancada en su segundo trámite constitucional.
Sin embargo, los encarga
dos de las instituciones involucradas afirman que, a pesar de la reforma pendiente, se han hecho inversiones y mejoras. Actualmente, la Onemi es capaz de monitorear todo el territorio nacional en tiempo real. Las paredes de su sala están cubiertas con monitores que no se apagan nunca y vigilan situaciones
diferentes: registros del Shoa, actividad volcánica, incendios, entre otras.
En 2015, el viejo edificio fue demolido para levantar uno nuevo. La transformación incorporó aisladores sísmicos y fuelles para soportar un terremoto grado IX. Ahora hay personal de lunes a domingo, a toda hora: un jefe de turno,
encargado del Sistema de Alertas de Emergencias, dos operadores de comunicación, un periodista para las redes sociales, un profesional técnico disponible para reponer cualquier aparato defectuoso y un conductor.
Respecto de la capacitación, la Onemi generó una alianza con la Universidad de Chile y los funcionarios hacen dos diplomados: en Gestión de Riesgo de Desastre y Cambio Climático. Los operadores también son entrenados con un curso de manejo de crisis y de radio y comunicaciones.
El Shoa también se ha actualizado. El Sistema Nacional de Alarma de Maremotos (SNAM), vigente desde 1966, ahora funciona desde tres salas de operaciones: una principal y otras dos de respaldo. Permanentemente hay cuatro personas que cumplen turnos de seis horas. En caso de una emergencia, se toca un timbre que llama a 16 operarios más para que se incorporen de inmediato.
“Hay un diplomado en tsunami con la Universidad Católica de Valparaíso y para tomar el puesto de guardia se tienen que cumplir una serie de pruebas. Mucha gente sale mal, hay bastante presión”, comenta Patricio Carrasco, director nacional del Shoa.
En 2013, en tanto, el Centro Sismológico Nacional (CSN) de la U. de Chile implementó un sistema de monitoreo más avanzado. Tan insuficiente era la red en 2010 que se demoraron cerca de dos horas en calcular la magnitud y el epicentro del terremoto.
Actualmente, cuentan con alrededor de 110 instrumentos en todo el país, incluyendo sismógrafos y acelerógrafos. “Nos hemos comprometido a poder responder en menos de cinco minutos de ocurrido el terremoto”, afirma su director, Sergio Barrientos.
Las tres instituciones reformularon, además, sus protocolos de comunicación, para hacerlos más claros y rápidos en caso de un evento. Ricardo Toro dice que desde 2010 “han rebajado de 20 a seis minutos el tiempo para determinar si un terremoto viene con un tsunami y de ahí aplicar el Sistema de Alerta de Emergencia”.
William Arévalo, presidente de la Comisión de Catástrofes de la Asociación de Municipalidades, afirma que la Onemi ha crecido mucho, pero todavía no tiene las herramientas suficientes para intervenir. “No al menos para una catástrofe similar a la del 2010”. Por eso, dice, es importante que se cambie la normativa, porque “los ministerios, en temas de catástrofes no conversan, no facilitan las cosas”.
Pero Patricio Carrasco defiende el trabajo coordinado entre los directores de las tres instituciones, quienes asumieron en fechas similares. “Se ha formado un equipo de trabajo muy afiatado y hemos operado juntos en diversas emergencias de forma exitosa”, indica.
Según el experto en emergencias, Michel De L’Herbé, una nueva ley es necesaria para coordinar a todos los responsables de la seguridad en una emergencia.
“En el antes, durante y después de una emergencia se requiere no solo liderazgo, sino que también capacidad de gestión, mando y control”, expresa. Esa es, en su opinión, la gran deuda pendiente del 27/F.b