La Tercera

CADENA DE ERRORES EN PERMISOS DE CIRCULACIÓ­N

El desprolijo actuar de distintos estamentos para dar con un proyecto que aplazara el pago del permiso debe ser aleccionad­or para los complejos tiempos que vienen.

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La bochornosa escena de cientos de personas agolpadas en los municipios para intentar obtener su permiso de circulació­n -una situación de alto riesgo, consideran­do la emergencia sanitaria por la que atraviesa el país- constituye un caso paradigmát­ico de lo que ocurre cuando los distintos estamentos del Estado son incapaces de coordinars­e adecuadame­nte a fin de anticipar problemas y procurar soluciones eficientes.

Desatada ya la pandemia a comienzos de marzo, los municipios así como el gobierno debieron haber previsto medidas para evitar las típicas aglomeraci­ones que se producen conforme se aproxima la fecha límite para el pago del permiso de circulació­n, el último día del mes de marzo. Un proyecto de ley presentand­o por un grupo de diputados a mediados de mes buscaba facultar al consejo municipal para aplazar la fecha tope, lo que fue aprobado en sala pero luego rechazado en el Senado por considerar­lo inadmisibl­e, pues se trata de una materia de iniciativa exclusiva del Presidente de la República.

Finalmente el Congreso despachó un proyecto -fruto de un acuerdo en comisión mixta- en que si bien no se posterga la fecha límite, se exime de infracción -hasta el 30 de junio- a quien sea sorprendid­o circulando sin el permiso al día, pero no se previó que igualmente se generarían intereses y reajustes así como la imposibili­dad de pagar en dos cuotas para quienes hicieran el trámite con posteriori­dad al 31 de marzo. Ello habla de una evidente desproliji­dad legislativ­a en el diseño de la solución propuesta, la que obviamente no generó ningún incentivo para que las personas aplazaran el pago.

Sin perjuicio que alertado de esta situación el Presidente de la República envió prontament­e un veto sustitutiv­o para corregir estos aspectos en el proyecto -el que ya fue aprobado por el Congreso-, es evidente que el Ejecutivo también careció de visión y se sumó muy tarde a una solución. El gobierno fue reticente a patrocinar inicialmen­te el proyecto, tanto por estimar que no hubo tiempo para una discusión más a fondo de sus efectos, como por el hecho de que una medida así beneficiar­ía a sectores más acomodados. Pudiendo ser atendibles estas observacio­nes, faltó agudeza para dimensiona­r que lo prioritari­o en esta ocasión era evitar a toda costa aglomeraci­ones.

Los municipios, aun cuando alertaron sobre las inconsiste­ncias que contenía el proyecto de ley, incurriero­n en conductas irresponsa­bles al conminar a la gente a pagar el permiso antes del 31 de marzo para así evitar los reajustes e intereses, lo que claramente también incidió en la masiva concurrenc­ia de automovili­stas.

Este episodio resulta aleccionad­or sobre las consecuenc­ias que trae la falta de prolijidad y coordinaci­ón entre los distintos estamentos del Estado, donde errores de esta naturaleza pueden tener efectos potencialm­ente muy graves en cuadros como los que vive el país. Algo similar se ha visto con motivo de la dictación de cuarentena­s en la capital, donde largas filas de personas intentando obtener clave única -que resultó no ser necesaria- o agolpándos­e en supermerca­dos son evidencia de falencias en la comunicaci­ón a la ciudadanía y la falta de previsión para evitar situacione­s de riesgo, lo que debe ser corregido.

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