La Tercera

Las desigualda­des y la pandemia

- Paula Walker Profesora Escuela de Periodismo Usach

Acada segundo, una nueva demostraci­ón de desigualda­d nos golpea por Twitter o Facebook o Instagram o la red social que usted utilice. Una desigualda­d que en plena pandemia de Covid-19 se hace más evidente e ignorarla es mucho más difícil. Gracias a esas redes, la verdad virtual nos llega a diario y nos alimentamo­s de historias heroicas en pleno encierro que nos llegan de España, Italia, Argentina y de los muchos Chiles que tenemos. Lo virtual llegó para quedarse y su irrupción nos muestra en tiempo real cuán severament­e desiguales somos.

Ya sabemos que hay un tipo de salud para unos, y otro tipo de salud para otros, el problema es que en la pandemia esa diferencia le cuesta la vida a una persona. Si se vive en un país o en otro, esa diferencia en pandemia también le cuesta la vida a las personas: en países desarrolla­dos hay hasta cinco veces más camas críticas que en países que no lo son. La edad también discrimina: a las personas viejas se les está dejando morir si es que ese equipo sirve para salvar a alguien más joven.

Si en Chile se vive en las capitales regionales, hay más alternativ­as para la salud y educación que si se vive en el campo o en comunas más aisladas. En pandemia, todas estas diferencia­s y desigualda­des se hacen ineludible­s para el gobierno de turno y para todos nosotros.

Universida­des y colegios implementa­n clases a distancia, y descubren que muchísimos de sus estudiante­s no tienen todo lo que necesitan para seguir aprendiend­o en esta virtualida­d: muchos viven en espacios pequeños, no tienen computador, o si lo tienen, es uno para todos. El presupuest­o no alcanza para tener internet, el barrio está tomado por los narcos y los balazos distraen a cualquiera, y es mejor apagar la luz para proteger la vida. La violencia al interior de los hogares, de la que sabemos hace 25 años por encuestas aplicadas a los mismos niños y niñas, durante este encierro marcará a fuego a miles de familias. ¿Y el impacto económico? Es la dimensión desgarrado­ra de la desigualda­d, al punto que muchísimas personas prefieren arriesgar su vida y contagiars­e, porque no tienen ninguna seguridad de que a fin de mes tendrán plata para comprar alimentos, remedios, pagar cuentas, créditos y tomar micro.

En plena pandemia hemos visto cómo actúan los gobiernos alrededor del mundo, cuáles son sus énfasis, qué bienes protegen, cómo reparten sus riquezas estatales, qué le exigen al sector privado, cuán transparen­tes son, cómo colaboran las autoridade­s locales como miembros de un mismo país. Hemos visto como los seres humanos actúan con respecto a otros, cómo consuelan, acompañan y piensan en los demás. ¿Qué país seremos cuando este tiempo termine? ¿En qué nos habremos convertido como sociedad? ¿Qué exigiremos como ciudadanos a quienes nos gobiernen? ¿Enfrentare­mos de una buena vez las desigualda­des?

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