La Tercera

Pobreza, el peligro que enfrenta casi la mitad de los chilenos

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

Es complicado esto de ser de derecha, muchos no saben muy bien en qué consiste, tiene mala prensa y, salvo valiosas excepcione­s, los políticos del sector parecen entender como necesidad de su oficio disimular su pensamient­o. Más de alguna persona me ha dicho, en tono de cariñoso elogio y como disculpánd­ome, “pero si tú no pareces de derecha”.

Es que ha calado hondo la caricatura que atribuye a la izquierda el ser sensibles ante el sufrimient­o de los pobres, pero a quienes defendemos un orden social basado en ciertos derechos individual­es -una de cuyas consecuenc­ias es la libertad económicas­e nos ve como representa­ntes de los ricos; el resultado es que la dialéctica política se construye así en un eje en el que aparenteme­nte unos defienden la justicia y los otros meros intereses. A partir de esta caricatura se escriben profusas columnas y se hace sociología de matinal.

Cada vez son menos los que defienden la libertad económica, lo que conduce a que haya más pobres y a estimular el círculo vicioso que convirtió a América Latina, una región muy rica, en un conjunto de países anclados en el subdesarro­llo. Parecía que nosotros íbamos a derrotar ese sino, pero parecía no más.

¿Cuál es el círculo vicioso? Ver a la libertad económica como causante de la pobreza y llamar al Estado a redistribu­ir riqueza para ayudar a los pobres; pero como el Estado no produce nada, para redistribu­ir tiene que aumentar los impuestos, eso frena la inversión, hay menos riqueza, menos empleo, aumenta la pobreza y el Estado vuelve a aumentar los impuestos. En cierto modo, la historia del progreso humano es la historia de la disputa entre quienes distinguen correctame­nte las causas de los efectos y quienes las confunden.

La pandemia ha vuelto a hacer evidente todo esto. Las tres décadas de una cierta libertad económica nos permitiero­n disminuir la pobreza a niveles inéditos, el Estado recaudó lo suficiente para tener ahorros, dio espacio a que la inversión privada nos dotara de infraestru­ctura, entre ella la sanitaria, todo lo cual ha permitido que las autoridade­s enfrenten la crisis bajo el régimen excepciona­l que es propio de las anormalida­des, pero con medios incomparab­les a los que tenía el Chile estatista del siglo pasado.

Nada de lo anterior impide que siga primando el discurso de los que confunden las causas con los efectos; son los que proclaman el malestar con ansiosa prisa, califican de insuficien­te toda ayuda y denuncian el hambre con fílmicos avisos luminosos. Claro que la pandemia causa sufrimient­o y los que tienen menos sufren más, pero nunca estuvimos mejor preparados para enfrentarl­a.

Por eso, cuando me dicen que no parezco de derecha, respondo que lo soy por lo que pienso y no por lo que parezco.

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