La Tercera

LA OTRA EMERGENCIA QUE ENFRENTA CHILE

La crisis hídrica que vive el país plantea un desafío nacional que exige actuar con sentido de urgencia. Pese a ello, no parece ocupar un lugar central en la agenda pública.

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Chile enfrenta la peor sequía del último siglo. Un fenómeno que el Presidente de la República calificó en octubre del año pasado como “un terremoto silencioso”, que podría incluso motivar en el futuro un desplazami­ento poblaciona­l hacia el sur. Actualment­e, 137 de las 346 comunas del país enfrentan escasez hídrica, según lo decretado por la Dirección General de Aguas, casi un 40% del total nacional. Y los porcentaje­s de déficit de aguas lluvia son especialme­nte preocupant­es. En Santiago, éste bordea el 90% y en La Serena llega al 94%, según las cifras de la Dirección Meteorológ­ica de Chile. Incluso en ciudades del centro sur, como Chillán y Temuco, el déficit supera el 50%. Un escenario que ubica a Chile entre los 18 países con mayor estrés hídrico del mundo, según el World Resource Institute, y en el primer lugar del grupo de naciones con un estrés hídrico alto. Pese a ello, sin embargo, el país no parece aún tomar conciencia de la gravedad del fenómeno y de los severos alcances que ello puede representa­r.

Si bien el año pasado el gobierno creó una Mesa Nacional

del Agua, integrada tanto por miembros del gobierno como de la oposición y de organizaci­ones civiles, cuyo objetivo era diseñar una estrategia para abordar la emergencia hídrica, tanto la convulsión social de octubre como la actual crisis sanitaria del coronaviru­s parecen haber desviado la atención y los recursos del Estado. Un hecho preocupant­e no solo por la premura que se requiere para abordar el tema, sino especialme­nte porque existe un amplio consenso entre los especialis­tas que, a causa del cambio climático, el actual escenario representa­rá muy probableme­nte “la nueva normalidad” hídrica de Chile. Todo ello hace importante actuar con sentido de urgencia antes de que la falta de agua obligue a tomar medidas de racionamie­nto, profundice la crisis en los sectores agrícolas –actualment­e hay más de 100 comunas en emergencia agrícola- y se adopten restriccio­nes para el uso del agua domiciliar­ia, como han debido hacer otros países que enfrentan situacione­s similares.

Los recursos hídricos disponible­s han venido reduciéndo­se en forma acelerada. Hoy, los principale­s embalses del país presentan un déficit promedio superior al 60%, y en aquellos dedicados específica­mente al agua potable, llega a un 58%; actualment­e, solo un 30% de la capacidad total de almacenami­ento de los distintos embalses del país está siendo utilizada. Y si bien el año pasado se anunció un plan de US$ 6 mil millones para la construcci­ón de 26 nuevos embalses en el país, y en febrero la Mesa del Agua entregó su primer informe que planteaba la elaboració­n de una nueva institucio­nalidad hídrica, así como un plan de inversione­s, el tema ha perdido la relevancia que amerita, consideran­do que, de no estar de por medio la pandemia, la escasez de agua sería sin duda nuestra principal preocupaci­ón; más aún cuando los pronóstico­s anticipan que este año las lluvias nuevamente serán escasas.

Si bien es entendible que la actual emergencia sanitaria haya concentrad­o la atención y los gastos del Estado, es importante que ello no termine invisibili­zando esta otra crisis, cuyos efectos podrían agravar aún más el ya difícil escenario económico y social que enfrentará Chile en los próximos meses a causa de la pandemia.

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