La Tercera

El regreso de la pobreza

- María Paz Arzola Libertad y Desarrollo

La crisis económica y social que está trayendo la pandemia ha obligado a reordenar las prioridade­s. La Cepal estima que este año América Latina sufrirá un alza de al menos 4,4 puntos en la pobreza, que llegaría hasta un 34,7% de la población. En el caso de Chile, si bien es uno de los países de mejor pronóstico de la región -solo detrás de Uruguay-, la estimación indica que ésta podría elevarse hasta un rango de entre 11,9% y 13,7%. De esta forma, y aunque nadie tiene el destino escrito, la pobreza ha vuelto a instalarse en el centro de nuestras preocupaci­ones. Esto, hay que recordarlo, contrasta con el foco que había ido tomando el debate público en los últimos años, cuando el progreso continuo había llevado a que nos encontráse­mos hablando de ideas como la gratuidad universal de la educación superior u otras problemáti­cas más propias de sociedades desarrolla­das. Hasta que la realidad nos ha devuelto abruptamen­te hacia una materia que, por más invisibili­zada, no teníamos resuelta.

Afortunada­mente, la experienci­a de las últimas décadas nos entrega algunos aprendizaj­es que debieran guiarnos. En lo inmediato, tal como se viene haciendo, será necesario recurrir a transferen­cias directas en dinero y especies a quienes estén más apremiados. Incluido aquel grupo de la clase media que principalm­ente por la informalid­ad laboral, ha caído en situación de vulnerabil­idad. Tal como advertía el Presidente Piñera hace exactament­e un año, cuando intentó impulsar una red de apoyo a la clase media, parte de este heterogéne­o grupo era altamente sensible a la ocurrencia de eventos adversos. Hoy ha quedado de manifiesto lo acertado de ese diagnóstic­o que, sin embargo, no fue suficiente­mente bien conducido ni acogido por los legislador­es en ese momento.

Pero a estos apoyos inmediatos -cuya extensión se está evaluandos­erá necesario sumar una agenda de reactivaci­ón económica. El desafío de que el alza de la pobreza sea un problema transitori­o y no permanente tendrá como requisito el retomar la senda del crecimient­o y la generación de empleo. Para ello se requerirá que las iniciativa­s del Estado vayan transitand­o desde la transferen­cia de recursos a las familias hacia subsidios a la contrataci­ón y a medidas de fomento a la inserción laboral de quienes han quedado cesantes. Vimos además lo costosa que puede resultar la informalid­ad, por lo que en los próximos años este asunto también debiera atenderse. El rumbo que tome el país luego de que se supere el peak de la emergencia sanitaria dependerá además de que se logre instalar un mejor clima para el emprendimi­ento y la inversión, así como de una mayor certeza jurídica. Por último, esta experienci­a debe llevarnos a pensar bien las prioridade­s y a no cometer nuevamente el error de creernos un país rico antes de tiempo, cuidando la responsabi­lidad fiscal y promoviend­o la cultura del esfuerzo, sin los cuales el progreso económico y social no será posible ni estable.

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