El acuerdo necesario
El viernes pasado se produjo una situación estadística llamativa. Ese día, Chile ya había traspaso a China en la cantidad de casos totales, a Italia en la cantidad de casos activos y a España en el volumen de casos graves. Los tres países mencionados fueron símbolos de la pandemia, y aunque por muchas otras razones esta coincidencia numérica no constituye diagnóstico alguno, tiene un carácter simbólico de lo complejo que se ha vuelto para el gobierno el tema.
Pese a los sesgos de este tipo de comparaciones, se vuelven relevantes, pues muestran el fracaso de una estrategia comunicacional basada en una conveniente selección de estadísticas internacionales para mostrar el buen manejo de la pandemia por parte de las autoridades chilenas. Mirado a posterioridad, la cautela debió haber sido la norma, pero dadas las personalidades del Presidente y su ministro de Salud, es como pedirle al escorpión que no muerda a la rana en el medio del río.
Ahora se ha derrumbado el castillo de naipes, como reconoció honestamente Mañalich. Ante un junio oscuro, con el riesgo del aumento de fallecimiento de personas, al gobierno no le queda más remedio que buscar acuerdos nacionales en la oposición y la sociedad civil, con el objetivo de tener una mirada común ante la pandemia. El gobierno ha desplegado a la dupla BB (Briones–Blumel), de buena credibilidad en la oposición, a buscar un acuerdo rápido que pueda implicar mayor gasto social y otra mirada sobre el tema sanitario. De manera trágica, se parece algo a noviembre pasado, cuando varios atrevidos en la oposición y el gobierno rompieron el clima de acusaciones mutuas y de pensar que las protestas eran asociadas a agentes extranjeros, para construir un acuerdo constitucional. Aunque no calmó de manera inmediata la calle, bajó enormemente la temperatura al transformarla en fervor constitucional.
Este probable acuerdo no va a calmar la pandemia, ni la desesperación que se vive en muchas zonas de clase media que ve cómo se deteriora su salud y lo que había logrado en años. A diferencia del otro momento, esta vez Chile sí se enfrenta a un enemigo poderoso desatado a medida que avanza el invierno. Esto mismo requiere un acuerdo rápido, pues la disciplina social depende en buena parte de que el gobierno pueda garantizar ingresos mínimos a habitantes de zonas que deben desplazarse para trabajar. El llamado teletrabajo es un privilegio, pues en Chile la mayor parte de la fuerza laboral radica en tareas que requieren desplazamiento y presencia física. Sin ingresos mínimos, será muy difícil pedirles a las personas que se queden en su casa, cuando está en juego la propia alimentación. En esto la oposición debe tener un espíritu generoso, y quizá dejar de pedir la cabeza del ministro de Salud. Es muy tentador cobrarle la boleta por el patinazo de creer en la existencia de una nueva normalidad, pero la decisión de remover a un ministro debe seguir siendo del Presidente. Por su lado, el gobierno, además de reprimir las ansias de seguir apareciendo como campeones, debe también superar la tentación de elegir con quién conversa y con quién no. No todos los que son amables con las propuestas del oficialismo tienen representación verdadera. En ese sentido, aunque es importante el aporte técnico, la política no puede quedar de lado. En la mesa deben estar los partidos de oposición, los parlamentarios y, sin duda, los alcaldes.