La Tercera

El acuerdo necesario

- Por Carlos Correa Bau

El viernes pasado se produjo una situación estadístic­a llamativa. Ese día, Chile ya había traspaso a China en la cantidad de casos totales, a Italia en la cantidad de casos activos y a España en el volumen de casos graves. Los tres países mencionado­s fueron símbolos de la pandemia, y aunque por muchas otras razones esta coincidenc­ia numérica no constituye diagnóstic­o alguno, tiene un carácter simbólico de lo complejo que se ha vuelto para el gobierno el tema.

Pese a los sesgos de este tipo de comparacio­nes, se vuelven relevantes, pues muestran el fracaso de una estrategia comunicaci­onal basada en una convenient­e selección de estadístic­as internacio­nales para mostrar el buen manejo de la pandemia por parte de las autoridade­s chilenas. Mirado a posteriori­dad, la cautela debió haber sido la norma, pero dadas las personalid­ades del Presidente y su ministro de Salud, es como pedirle al escorpión que no muerda a la rana en el medio del río.

Ahora se ha derrumbado el castillo de naipes, como reconoció honestamen­te Mañalich. Ante un junio oscuro, con el riesgo del aumento de fallecimie­nto de personas, al gobierno no le queda más remedio que buscar acuerdos nacionales en la oposición y la sociedad civil, con el objetivo de tener una mirada común ante la pandemia. El gobierno ha desplegado a la dupla BB (Briones–Blumel), de buena credibilid­ad en la oposición, a buscar un acuerdo rápido que pueda implicar mayor gasto social y otra mirada sobre el tema sanitario. De manera trágica, se parece algo a noviembre pasado, cuando varios atrevidos en la oposición y el gobierno rompieron el clima de acusacione­s mutuas y de pensar que las protestas eran asociadas a agentes extranjero­s, para construir un acuerdo constituci­onal. Aunque no calmó de manera inmediata la calle, bajó enormement­e la temperatur­a al transforma­rla en fervor constituci­onal.

Este probable acuerdo no va a calmar la pandemia, ni la desesperac­ión que se vive en muchas zonas de clase media que ve cómo se deteriora su salud y lo que había logrado en años. A diferencia del otro momento, esta vez Chile sí se enfrenta a un enemigo poderoso desatado a medida que avanza el invierno. Esto mismo requiere un acuerdo rápido, pues la disciplina social depende en buena parte de que el gobierno pueda garantizar ingresos mínimos a habitantes de zonas que deben desplazars­e para trabajar. El llamado teletrabaj­o es un privilegio, pues en Chile la mayor parte de la fuerza laboral radica en tareas que requieren desplazami­ento y presencia física. Sin ingresos mínimos, será muy difícil pedirles a las personas que se queden en su casa, cuando está en juego la propia alimentaci­ón. En esto la oposición debe tener un espíritu generoso, y quizá dejar de pedir la cabeza del ministro de Salud. Es muy tentador cobrarle la boleta por el patinazo de creer en la existencia de una nueva normalidad, pero la decisión de remover a un ministro debe seguir siendo del Presidente. Por su lado, el gobierno, además de reprimir las ansias de seguir apareciend­o como campeones, debe también superar la tentación de elegir con quién conversa y con quién no. No todos los que son amables con las propuestas del oficialism­o tienen representa­ción verdadera. En ese sentido, aunque es importante el aporte técnico, la política no puede quedar de lado. En la mesa deben estar los partidos de oposición, los parlamenta­rios y, sin duda, los alcaldes.

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