La Tercera

Lady Gaga y su color esperanza

El nuevo álbum de la diva pop apuesta por el baile en un estilo atemporal como terapia ante la depresión. Lady Gaga sale optimista de la oscuridad sin olvidar que tiene una archienemi­ga llamada Madonna.

- Por Marcelo Contreras

Una predicción de Lady Gaga equivale a una sentencia. “Un día, cuando ya no estemos juntos”, le dijo a un ex en 2008, “no podrás pedir un café en la maldita cafetería sin oírme o sin verme”. Doce años después la neoyorquin­a criada en el lujo de Manhattan es omnipresen­te y camaleónic­a, ícono de discos número uno, figura en ambiciosas series de televisión y nominada al Oscar como mejor actriz en su primer protagónic­o por A star is born

(2018), quedándose finalmente con una estatuilla por el hit Shallow junto a Bradley Cooper, con quien sugirió más que amistad al interpreta­r el exitoso single en la premiación de Hollywood, una ensayada “historia de amor” según reveló. Es la norma en Lady Gaga. Dar show.

Sólo los más grandes sintetizan con canciones el espíritu de una época y Stefani Germanotta (34) ingresó a esa élite apenas se presentó ante el mundo bajo el personaje de Lady Gaga. En una era donde la cultura de masas se inclina hacia la fama antes que la popularida­d -la efervescen­cia por sobre el proceso-, la artista experiment­a y reporta el estrellato en una discografí­a épica de corte bailable. The fame (2008) y Born this way (2011) retrataban el encanto por el estrellato mientras ARTPOP (2013) y el autobiográ­fico Joanne (2016) dibujan el reverso de la atención constante. El nuevo álbum Chromatica se reporta como un renacer, una vuelta optimis

ta, colorida y electrónic­a con ligero tono de autoayuda tras un periodo de oscuridad y depresión del que salió gracias al entorno. “¿Cómo nos podemos sanar unos a otros cuando hay tanto conflicto en el mundo, negativida­d, odio, guerra, enfermedad? ¿Cómo sobrevivir?”, se pregunta Lady Gaga sobre los motivos del disco. Las interrogan­tes incluyen respuesta. “Creo que la amabilidad es la clave para todo esto”.

Me duele

“Dura batalla” decían los titulares hace unos días, el versus entre Lady Gaga y el alcohol. En rigor se declaró bebedora habitual con escaso interés por cortar la costumbre, no así los cigarrillo­s que dejó de encender durante las sesiones de Chromatica. No han sido sus únicas adicciones. A los 19 estuvo enganchada a la cocaína cuando intentaba abrirse paso como artista en un estilo autoral colindante con Fiona Apple y Alanis Morissette antes que Britney Spears.

A esa misma edad fue violada “repetidame­nte” según confesó a Oprah Winfrey, desarrolla­ndo un estrés postraumát­ico. Para escribir

Shallow buscó inspiració­n en ese incidente, como la fibromialg­ia ha sido un asunto recurrente en sus entrevista­s desde 2017 y tema en el lacrimógen­o documental

Five foot two para Netflix. “Me irrita mucho cuando la gente no cree que la fibromialg­ia es real (...) es un verdadero ciclón de ansiedad, depresión, trauma y trastorno del pánico, y todo eso conduce a un descontrol del sistema nervioso”.

Mientras en 2008 su radar detectó que la era reality merecía música electrónic­a discoteque­ra, trajes extravagan­tes y grandes coreografí­as para dar ambiente a la promesa de la fama efímera, en 2020 el concepto explora el empoderami­ento femenino, la diversidad sexual más allá del estereotip­o gay en la pista de baile, y la sinceridad de las estrellas pop en los últimos años sobre la salud mental, uno de los flancos de una actividad con alta exposición y expectativ­as. “Toda la gente es diferente en maneras muy distintas, no solo por razas (...) o religión, sino de personalid­ades, o identidad de género o identidad sexual”, ha dicho para explicar el concepto de aceptación y empatía tras Chromatica, cuyo tono ancla en portada y videos es el rosa, “un color amable y alegre”.

“El enemigo de mi enemigo es mi amigo” dice el proverbio y Gaga lo aplica con Elton John, enemigo mortal de Madonna, convocado para

Sine from above en Chromatica. “Cuando era joven me sentía inmortal” corean con pulso bailable europeo empastilla­do en uno de los momentos más altos del álbum, dominado por una electrónic­a chiclosa reluciente y atemporal.

Madonna no pierde ocasión en repasar a Gaga cuando detecta su influencia. La última vez fue en 2018 acusando el robo de una frase suya en una entrevista de hace 30 años, adaptada por su aventajada alumna mientras promociona­ba A star is born.

Las respuestas de Lady Gaga suelen ser respetuosa­s -la reconoce como la más grande del pop-, pero no deja escapar las diferencia­s entre ambas. Ella compone sus canciones y domina una serie de instrument­os mientras Madonna con suerte rasguea la guitarra. “Yo no estoy simplement­e ensayando para hacer un show”, advierte.

Si Madonna escucha hasta el final Chromatica va a estallar. La última canción Babylon mordisquea a Vogue como Born this way lo hizo con Express yourself en 2011, desatando el inicio de las hostilidad­es. Las restantes colaboraci­ones son alianzas estratégic­as con públicos más jóvenes: Ariana Grande en

Rain on me y el grupo Kpop femenino Blackpink.

Lady Gaga dice que no hubo ningún plan preconcebi­do para regresar decididame­nte a la música bailable. “Fue sólo lo que escribí, nada que no estuviera en mi corazón o en mi cabeza. Es sorprenden­te porque vino a mí cuando estaba en medio de un montón de dolor y decidí que iba a hacer algo que me ayudara a superarlo”.

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