La Tercera

REDUCCIÓN EN REMUNERACI­ONES DE AUTORIDADE­S

La rebaja de la dieta parlamenta­ria es un primer paso, pero ahora es fundamenta­l avanzar hacia una revisión total del monto percibido por asignacion­es.

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El concejo de la Alta Dirección Publica (ADP), dando cumplimien­to al encargo que recibiera con ocasión de la vigencia de la ley que ordenó revisar las remuneraci­ones de los parlamenta­rios y miembros del primer nivel ejecutivo, determinó una rebaja del 25% de la remuneraci­ón bruta para ministros y parlamenta­rios, y un porcentaje bastante menor para otros altos funcionari­os, entre ellos el Presidente de la República. La explicació­n para justificar las diferencia­s en las mermas dispuestas resultan algo genéricas, y en cambio parecieran estar más vinculadas a la reacción ciudadana, cuyo interés ha estado puesto fundamenta­lmente en las altas dietas que perciben los parlamenta­rios. Los ministros de Estado corrieron la misma suerte, pues la norma constituci­onal vigente empareja el estipendio de unos y otros, lo que sigue siendo un criterio discutible.

Lo resuelto por la ADP, si bien es transitori­o, pues aún debe entrar en funcionami­ento el órgano que determinar­á de manera definitiva las más altas remuneraci­ones, viene a poner término a una vieja aspiración ciudadana impulsada originalme­nte por congresist­as del Frente Amplio. Es altamente probable que surjan voces que encuentren insuficien­te lo obrado por la entidad que recibió un encargo bastante ajeno a su giro orgánico. Con todo, no parece prudente -tampoco muy edificante- para una función tan trascenden­te como la parlamenta­ria, en el desarrollo de la democracia, que se prolongue la discusión sobre lo que debe ser una remuneraci­ón justa, la que siempre será genérica pues resulta en la práctica complejo ponderar los criterios de mérito o el currículo, como en otras actividade­s. La rebaja del 25% dejará la dieta de los parlamenta­rios chilenos en el lugar séptimo de la OCDE, un nivel que resulta algo más razonable, consideran­do que nuestro Congreso a nivel del bloque es el segundo mejor pagado.

Para los efectos de la fijación definitiva una vez creada la instancia que se abocará con exclusivid­ad a ello, sería pertinente volver al tema pendiente de las asignacion­es parlamenta­rias, materia que expresamen­te fue excludida en la presente reforma. La magnitud de la mismas -alrededor de $ 11 millones mensuales para cada diputado, y unos $ 23 millones para cada senador-, su pertenenci­a, su eficaz y autónoma fiscalizac­ión constituye­n aspectos que no deberían seguir siendo soslayados, pues en tanto siga siendo una materia pendiente, en realidad la rebaja de las dietas parlamenta­rias será un asunto más bien formal, pero que no apunta a corregir el problema más de fondo. Dichas asignacion­es supone entregar un excesivo privilegio a los incumbente­s, pues en la práctica parte de dichos recursos termina utilizándo­se con fines proselitis­tas.

Aun cuando no está en discusión que el trabajo parlamenta­rio requiere contar con asesoría experta, no se ve razón para que cada legislador disponga de cuantiosas sumas para estos efectos, en circunstan­cias que se deberían privilegia­r fórmulas que impidan o atenúen el discrecion­al uso que hoy se da a dichos recursos. Una alternativ­a que debería ser seriamente considerad­a es que la mayor parte de las asesorías sean provistas por la Biblioteca del Congreso, aprovechan­do sus capacidade­s ya instaladas.

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