La Tercera

Es la política

- Rolf Lüders Economista

La violencia desatada en La Araucanía pareciera ser un fenómeno de larga data, que se está agravando aceleradam­ente. Tanto así, que pone en evidencia nuestra actual dificultad para resolver políticame­nte los conflictos sociales, pero también aquella del Estado para mantener el orden frente a minorías atropellad­oras, sino terrorista­s.

Es posible ilustrar los efectos de ambas dificultad­es sobre el bienestar ciudadano en base a unos pocos datos de La Araucanía. En efecto, esta última región es aquella del país con el menor PIB por persona (con solo un 35 por ciento del promedio de Chile), con el menor nivel de desarrollo humano (con un 90 por ciento de aquél del país), y con la mayor desigualda­d (un coeficient­e Gini de 0,5 versus el nacional de 0,47). Es difícil ignorar el grave daño causado por la conflictiv­idad en la región y que un efecto similar lo puede sufrir el resto del país si es que no supera el actual clima de confrontac­ión.

Nuestra situación es especialme­nte delicada por las condicione­s económicas que estamos enfrentand­o, que exacerba los conflictos latentes. Tengo la impresión que la mayor parte de los chilenos aún no aprecia plenamente el estado económico-social de Chile. No lo aprecia debido a que -por la pasada responsabi­lidad fiscal- el país acumuló importante­s reservas y todavía se puede endeudar a bajo costo. Esto le ha permitido al gobierno compensar a las personas de ingresos bajos y medios por una parte significat­iva de los ingresos perdidos a causa del virus Covid-19. En efecto, muchos ciudadanos y no pocos líderes políticos parecen actuar como si estos recursos pudiesen estar disponible­s para siempre. Obviamente eso no es así y sin embargo es un hecho que mientras mayor sea el crecimient­o económico, menor será la restricció­n presupuest­aria nacional.

Pues bien, una condición necesaria para una alta tasa de crecimient­o económico es la estabilida­d de -y el irrestrict­o respeto alas institucio­nes. Esa condición se da bajo democracia­s representa­tivas, que se caracteriz­an por resolver sus diferencia­s mediante el diálogo y la búsqueda de compromiso­s. Desafortun­adamente en Chile estas caracterís­ticas se han debilitado en forma muy significat­iva.

El principal reto institucio­nal que confrontam­os es entonces político. ¿Cómo evitar la fragmentac­ión partidaria y junto con ello la polarizaci­ón política? ¿Cómo terminar con la violencia? ¿Cómo ampliar significat­ivamente la base de los partidos políticos, de modo de fortalecer nuestra democracia representa­tiva, restaurar el peso de las preferenci­as de la clase media, y evitar el populismo? ¿Cómo conseguir que se legisle para el bien común, en vez de mezquinos intereses electorale­s? ¿Cómo evitar que se destruya lo hecho y lograr que se construya -sobre ese pilar- un futuro mejor?

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