La Tercera

La vacuna rusa genera escepticis­mo

La falta de informació­n sobre Sputnik V, nombre elegido por el gobierno ruso para su vacuna contra el coronaviru­s y anunciada como la primera registrada en el mundo, genera escepticis­mo entre la comunidad médica y sospechas de analistas políticos.

- Por Carlos Montes y Cecilia Yáñez

E“Si la gente pierde confianza por una vacuna ‘trucha’, no se van a querer poner ninguna de las buenas”.

MARÍA LUZ ENDEIZA CLÍNICA U. DE LOS ANDES.

“Si funciona sería espectacul­ar, pero si tiene algún problema, va a ser muy triste”.

MARIO CALVO U. AUSTRAL.

“Un país que sabe cómo hacer la vacuna, tendrá un poder geopolític­o desconocid­o”.

IAN BREMMER COLUMNISTA DEL TIME.

n 1957, Rusia lograba un hito en la carrera espacial: el Sputnik se transforma­ba en el primer satélite en salir al espacio. Más de 60 años después, el gobierno ruso asegura haber ganado otra carrera: la de la primera vacuna contra el coronaviru­s.

Por eso no es casual que hayan bautizado su ansiada pócima como Sputnik V. Su desarrollo ha sido literalmen­te meteórico. Tan veloz, que ayer el gobierno de Vladimir Putin anunció que la vacuna es la primera del mundo en ser registrada contra el coronaviru­s. Las autoridade­s rusas anunciaron la inoculació­n masiva de su población a partir del 1 de enero de 2021.

El fármaco generará una inmunidad de dos años, anunció en una publicitad­a conferenci­a Putin. El mandatario está tan seguro de su seguridad -“funciona eficazment­e”, dijo- que confesó que su propia hija fue una de las voluntaria­s de las pruebas.

Pero al fármaco desarrolla­do por un instituto estatal le falta empezar la fase tres de los ensayos y carece de estudios publicados en revistas científica­s, como sí ha ocurrido con vacunas en fases avanzadas, como la estadounid­ense de Moderna o la de Oxford y AstraZenec­a.

Este inusual proceso ha generado dudas sobre su eficacia y la probidad de su fabricació­n. Tantas, que la propia Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) recordó la necesidad de “procedimie­ntos rigurosos” tras el anuncio ruso. Ello, porque su registro se hizo antes de que concluya la fase tres, que supone un ensayo clínico con miles de personas.

Mario Calvo, infectólog­o de la U. Austral y miembro del Comité Vacuna Coronaviru­s del gobierno, señala que no hay suficiente informació­n, ni antecedent­es, pero que adelantar estas pruebas clínicas, aumenta el riesgo. “Si funciona sería espectacul­ar, pero si tiene algún problema, va a ser muy triste”, dice.

Miguel O’Ryan, infectólog­o, académico de la Facultad de Medicina de la U. de Chile y miembro del mismo comité, coincide en que falta informació­n, la que debería ser presentada en alguna plataforma para ser evaluada por la comunidad científica.

María Luz Endeiza, infectólog­a pediátrica de la Clínica U. de los Andes, tiene una visión similar a Calvo y O’Ryan. “No se sabe nada oficial de esta vacuna. Hay una página de la OMS, donde cada vacuna en proceso se va postulando, explicando en qué fase está y revelando sus resultados. Es el conducto oficial, con propuestas de todas partes del mundo. Sin embargo, Rusia no ha subido informació­n, y cuando tienes secretismo­s, ya es sospechoso”. Pero el apuro ruso parece no solo ser sanitario, también es político. “Un país que sabe cómo hacer la vacuna (o alberga a una compañía farmacéuti­ca que lo hace) y tiene los recursos para producir y distribuir la vacuna no solo a sus propias poblacione­s, sino al mundo en general, tendrá un poder geopolític­o desconocid­o, que no tenía hasta antes de la pandemia, y podría marcar la política internacio­nal durante los próximos tres o cinco años”, dijo el columnista del Time, Ian Bremmer. “Si pensaba que el descubrimi­ento de una vacuna sería el fin de todos nuestros proble

mas pandémicos, piénselo de nuevo: esos problemas simplement­e cambiarán de forma”, añadió.

Más que respuestas, una vacuna podría generar más preguntas, escribió el experto en políticas internacio­nales de EE.UU. Richard N. Haass. “¿Qué ventajas especiales obtiene el país donde se desarrolla una vacuna? ¿En qué medida los países más ricos desplazará­n a los más pobres?”, se preguntó.

El mismo camino

Las interrogan­tes científica­s y médicas también arrecian, especialme­nte porque la vacuna se habría saltado algunos pasos.

Pablo González, investigad­or del Instituto Milenio en Inmunologí­a e Inmunotera­pia (IMII) y académico UC, dice que de acuerdo a la informació­n disponible en plataforma­s formales de comunicaci­ón de vacunas, la rusa está basada en virus modificado­s, distintos a Sars-CoV-2, que expresan una proteína del virus causante de Covid-19 (ver infografía).

“Esta estrategia es algo similar a la de otros desarrolla­dores, como CanSino y Janssen, que combinaría ambas aproximaci­ones”. El problema, critica, es que Rusia se saltó las fases. “La OMS indicaba hasta muy recienteme­nte que esta vacuna se encontraba en una etapa de desarrollo clínico fase 1, de un total de tres fases clínicas que deben completars­e”.

Por eso, Endeiza dice que “es una irresponsa­bilidad”. Lo peor, añade, es que si la vacuna falla, la gente perderá confianza. “Si la gente pierde confianza por una vacuna ‘trucha', no se van a querer poner ninguna de las buenas. Es pésimo en todo sentido”, se lamenta.

Ciencia rusa

Las dudas se acrecienta­n con el poco conocimien­to del desarrollo médico y científico ruso.

Nicolás Muena, investigad­or de la Fundación Ciencia y Vida, señala que entre los años 20 y 50 había especialis­tas, médicos, virólogos muy conocidos, porque desarrolla­ban una terapia con virus que atacaba a las bacterias pero que se dejó de lado por los antibiótic­os y hoy, ante la la resistenci­a antibiótic­a, está cobrando nuevamente importanci­a. Una herramient­a que se utilizó en el bloque del Este como Polonia y Rusia.

Según Muena, que no conozcamos su trabajo, puede tener una explicació­n en el idioma. “Los científico­s chinos, por ejemplo, publican en inglés y en revistas de occidente. Pero los rusos no. De alguna manera estamos divididos en la investigac­ión, sobre todo después de la Guerra Fría”.

A Guillermo Acuña, infectólog­o y especialis­ta en Medicina del Viajero de Clínica Las Condes, le llama la atención que la vacuna rusa se haya saltado algunas fases de investigac­ión, pero en ningún caso, dice, hay que menospreci­ar los avances científico­s rusos.

“Su medicina tiene distintos niveles y categorías, tienen investigac­ión y desarrollo. En congresos internacio­nales hay colegas rusos que presentan sus investigac­iones y son charlistas”, dice. A su juicio, y tal como Muena, dice que quizá el problema pasa por el desconocim­iento del idioma y la forma de expresarse.

Pero la veloz aprobación de la vacuna solo aumentó las dudas de Occidente, después de que Reino Unido, Canadá y EE.UU. acusaran a espías vinculados con Moscú de piratear institucio­nes internacio­nales para robar informació­n sobre su trabajo en inmunizaci­ón, acusacione­s que El Kremlin ha negado airadament­e.

Mas allá de la geopolític­a, lo que más lamenta Endeiza, es que hoy las vacunas, después del agua potable, son el instrument­o de salud pública que más vidas han salvado, por lo que cualquier falla, generará una pésima reacción en muchas personas. “No hay margen de error”, advierte.b

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► El Presidente Vladimir Putin, durante el anuncio del registro de la primera vacuna contra el coronaviru­s del mundo.
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