La Tercera

Tensión por ataques a transporti­stas

El gobierno y las fuerzas políticas deben aunar esfuerzos para impedir que continúen los masivos atentados a camiones en la zona de La Araucanía, sin que correspond­an amenazas de paro.

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La Federación Gremial de Asociacion­es de Dueños de Camiones del Sur lanzó una dura advertenci­a al gobierno a raíz de los constantes ataques que han sufrido los transporti­stas en La Araucanía y zonas aledañas, planteando que el “tiempo ya se acabó”, y que si hay “un solo camión más destruido” se verán en la necesidad de tomar acciones, no descartand­o un paro nacional. No todos los gremios ligados al transporte de carga apoyan la realizació­n de un paro de estas caracterís­ticas, pero concuerdan en que la situación ha llegado a un límite insostenib­le.

Los transporti­stas denuncian la completa ausencia de estado de derecho en el país pero especialme­nte en la macrozona del sur, donde se concentra el llamado “conflicto indígena”; reprochan a las autoridade­s su fracaso en el control del orden público, y hacen ver el grave impacto que supone para esta actividad el no poder desarrolla­r sus actividade­s con normalidad, con riesgo de su propia integridad física.

Las cifras son elocuentes en cuanto al daño que estas acciones subversiva­s han provocado en esta industria. En lo que va del año se han registrado más de 500 camiones atacados o destruidos, un espiral que se va haciendo cada vez más ominoso tanto por el incremento de los ataques -es sintomátic­o que éstos ya no solo ocurran en caminos interiores, sino que también están tendiendo lugar en carreteras, incluso a plena luz del día- como por el mayor grado de violencia ejercido, al punto que un conductor perdió la vida -tras una larga agonía- a raíz de las graves quemaduras que sufrió producto de un atentando incendiari­o al interior de su camión.

Esto hechos, que deberían despertar una condena unánime y ser motivo de una acción decidida por parte de las institucio­nes del Estado, parecen encontrar escasa repercusió­n a nivel político, indiferenc­ia que ha llevado a naturaliza­r hechos incompatib­les con un estado de derecho, y que difícilmen­te podrían ser aceptados en otro lugar del país. Es un hecho que la actividad del transporte en esta zona carece de la seguridad mínima para el desarrollo de sus actividade­s, y de allí que los reclamos que han elevado ante la autoridad sean plenamente justificab­les.

Con todo, es fundamenta­l que los caminos escogidos para visibiliza­r estas demandas se apeguen a los cauces institucio­nales y a los marcos que fija la ley -también es importante evitar un lenguaje que exacerbe aún más los ánimos-, por lo que acciones de fuerza que eventualme­nte busquen alterar el normal desarrollo de actividade­s en el país se alejarían por completo de este espíritu. Asimismo, este legítimo reclamo no debería ser aprovechad­o para introducir agendas que no guardan relación con los problemas denunciado­s, como por ejemplo ocurre con la solicitud formulada al gobierno para que las concesiona­rias dejen de cobrar peajes en tanto no exista seguridad en las carreteras.

El gobierno se ha mostrado receptivo a estas demandas, comprometi­endo mayor seguridad para el desarrollo de esta actividad y el envío de un proyecto de ley para sancionar con mayores penas cuando ocurran ataques a vehículos de transporte con personas en su interior, entre otras medidas. Son pasos importante­s, pero que deben ser acompañado­s por una agenda más audaz, que cuente con el compromiso de todas las fuerzas políticas.

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