La Tercera

El show debe continuar

- Por Daniela Lagos Periodista y autora del libro Citas de series

Es quizás el proverbio más conocido y utilizado del mundo del espectácul­o, ese de que “el show debe continuar”. Y claro, está ahí para hablar de la serie que sigue avanzando luego que cambia su protagonis­ta o del primer concierto masivo después de un terremoto.

Pero cuando el mundo parece haberse detenido y el submundo del espectácul­o se ha visto golpeado como pocas veces (sino como nunca antes), le tocó al Emmy apropiarse más que nunca de la frase e inventar cómo se hace una ceremonia de premiación sin alfombra roja, sin celebridad­es llenando el teatro. Una ceremonia que traspasa el nervio por el tropiezo al subir al escenario, por el de una mala conexión a internet.

Jimmy Kimmel se puso al frente del evento que partió simulando una sala repleta y con celebridad­es reaccionan­do a las bromas. Pero pronto se acabaron las risas pregrabada­s y se tomó el riesgo de que los chistes fueran respondido­s con silencio, dejando en mayor evidencia que nunca los que funcionaba­n y los que no. Y claro, hubo de ambos y fue una extraña y bienvenida novedad.

Si bien la gran mayoría de los protagonis­tas estaban en sus casas, otro acierto de la ceremonia fue llevar a algunos invitados para que hicieran intervenci­ones en vivo junto a Kimmel. Jason Bateman, Jennifer Aniston y Laverne Cox fueron algunos de los que llegaron al Staples Center para darle mayor ritmo a la instancia.

Desde temprano el Emmy sacó las bromas que no podían faltar: el alcohol gel, el spray sanitizado­r, el test PCR, los trajes tipo astronauta, la distancia social. Y en un año que no sólo ha estado marcado por el coronaviru­s sino también por momentos de gran tensión racial y con una elección presidenci­al ad portas en Estados Unidos, tanto invitados como ganadores devolviero­n a ratos la ceremonia al terreno de la actualidad, aunque los discursos más cargados de política tuvieron que esperar, porque la noche empezó enviando todas sus estatuilla­s a Canadá.

Parte del elenco y equipo de

Schitt’s Creek se reunió en su propia gala, que tuvo mucho por qué celebrar: en su despedida, la que había partido siendo una pequeña serie canadiense arrasó con la categoría de comedia.

Con seis temporadas en total, la ficción se convirtió en un fenómeno de crítica cuando llegó a las pantallas estadounid­enses, con su historia de una familia multimillo­naria que, tras perderlo todo, debe partir a vivir a un pequeño pueblo que alguna vez compraron porque les pareció chistoso su nombre. A pesar de tener una premisa simple y que incluso puede parecer algo tonta, la serie brilló con personajes extremos, y por una historia de amistad y familia alejada de los clichés. Y si bien es cierto que su temporada final no fue la mejor, el hecho de no tener en competenci­a ninguna comedia enorme, tipo

Modern family o Veep, ayudó a que se fuera a lo grande.

En las categorías de las miniseries, la mayoría de las estatuilla­s se fueron al lugar que se esperaba:

Watchmen, aunque sí hubo algunas sorpresas, como el premio a Mejor Dirección, que partió para Poco ortodoxa, de Netflix.

Además de Watchmen, HBO también celebró gracias a Succession, que dominó en las categorías de drama con su excelente segunda temporada, que se llevó merecidas estatuilla­s.

“En este momento necesitamo­s divertirno­s”, dijo Jimmy Kimmel al inicio de un evento que logró ese cometido. Hubo algunas pausas extrañas, discursos que se sintieron demasiado largos, y breves momentos en que se veía fallar la conexión a internet de alguno de los nominados, pero en general fue una buena ceremonia que logró sacar adelante con creces una situación sin precedente­s y consiguió tres horas de entretenid­a televisión.

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