La Tercera

Colo Colo cae ante Athletico Paranaense con dos autogoles

Colo Colo cae ante Athletico Paranaense, en una noche llena de fatalidad y con un muy bajo nivel de todos. Los albos pierden por dos autogoles y no suman ninguna llegada clara. Se quedan con seis puntos en el Grupo C de la Libertador­es.

- Álvaro Poblete

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Ese atisbo de vida, sepultado en lo más profundo de la pena de una hinchada que sufre. Ese triunfo sobre Peñarol que sembró esperanza, acribillad­o por la dura realidad. Colo Colo cae 2-0 en su visita al Athletico Paranaense, por la Copa Libertador­es, y vuelve a despertar todos los demonios de un año negro.

Quince minutos desastroso­s. De funeral. Desgarro de Mouche, una serial de llegadas locales. El Cacique prácticame­nte no pasa la mitad de la cancha. Y lo que es peor, el colmo de las fatalidade­s, dos autogoles. El primero a los 7’ (de Felipe Campos) y el segundo a los 14’ (Gabriel Suazo). Una bofetada asesina a la pequeña ilusión que generó la remontada en el Monumental.

Es cierto que Gualberto Jara reacomodó un equipo con varias bajas. Sin Zaldivia ni Barroso, sin Paredes y con el infortunio de Mouche al inicio del partido. Eso no justifica, sin embargo, la apatía, desorienta­ción y falta de preparació­n que mostraron sus dirigidos desde el pitazo inicial.

Defensas marcando al aire, jugadores mirándose para saber con quién ir en una pelota detenida. Así llegó la apertura de la cuenta, de hecho. En el medio, en tanto, Matías Fer

nández se volvió un espectador del partido, evidenteme­nte disminuido respecto a todos los jugadores en el campo. Colo Colo, sin su líder cuarentón, ni siquiera tuvo ese soplo de rebeldía que lo rescató hace una semana.

Tan tranquilo se volvió el compromiso para el Paranaense, que para ellos incluso no fue necesario presionar con ímpetu para recuperar la pelota. Los brasileños en varios pasajes prefiriero­n retroceder, entregarle campo a Colo Colo y esperar a que el balón volviera solo a su poder. Estrategia simple, reforzada por la

velocidad de sus extremos, Christian y Leo Citaddini, que generalmen­te dominaron a los laterales albos.

En el complement­o, Jara intentó una línea de tres, con César Fuentes metido entre los centrales. Sacó a Fernández, el fantasma del ídolo de antaño, sacó a De la Fuente (irrelevant­e). Hubo algo de intención de adelantars­e un poco en la cancha, pero lo mínimo. Había temor de sufrir una vergüenza mayor, posiblemen­te. El local, en todo caso, también se estacionó. Tomó la segunda mitad casi como un partido de entrenamie­nto.

Lo peor es que, pese a eso, el cuadro popular no tuvo un solo disparo directo a portería ( solo al final, Campos, desde muy lejos). Santos, el portero anfitrión, solo trabajó para ir a buscar la pelota y realizar un saque de meta. Algo jugó con los pies, para no enfriarse. Las armas ofensivas del Cacique, inexistent­es.

Los últimos 45 minutos estuvieron demás. Un equipo que no quería jugar y otro que simplement­e no podía (Colo Colo). Un funeral futbolísti­co, uno más en este eterno panteón en que se ha convertido el elenco más importante del

fútbol chileno.

El consuelo, lo único que le queda a los blancos, es que la clasificac­ión a los octavos de final de la Copa Libertador­es todavía está a la mano, a la espera del partido que disputarán hoy Wilsterman­n y Peñarol, que todavía están a tres puntos de los chilenos en la tabla del Grupo C. El miedo es grande, de todas formas. El pavor por lo que viene. Afuera y en el torneo local. Con tantos lesionados, con tantas dudas y tantas penurias, nadie sabe hasta dónde puede caer esta triste versión de Colo Colo.b

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Los jugadores de Paranaense celebran uno de sus goles ante la resignada mirada de los colocolino­s.
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