La Tercera

Ad portas del plebiscito

- Manuel Agosin Académico FEN U. de Chile

El plebiscito, tan esperado por algunos y tan temido por otros, está a pocas semanas. Si leo bien la disposició­n de mis conciudada­nos, ganará una nueva Constituci­ón, diseñada por una Asamblea Constituye­nte y refrendada en un segundo plebiscito ciudadano. Es una gran oportunida­d para que la ciudadanía, y no solo los políticos, se pronuncian acerca del marco fundamenta­l de nuestra vida en común.

También haciendo un esfuerzo por vislumbrar por dónde van las preferenci­as de nuestros compatriot­as, creo que ni aquellos que temen a una nueva Constituci­ón ni aquellos que la anhelan deben tener temores. La nueva Constituci­ón no abolirá ni el derecho de propiedad (como lo entienden los países más exitosos del mundo en materia económica) ni el estado de derecho. No creo que la independen­cia del Banco Central esté en duda. Tampoco la existencia de algún organismo que deba velar por la constituci­onalidad de las leyes, aunque no se le llame Tribunal Constituci­onal. En algunos países (por ejemplo, Estados Unidos) ese papel lo tiene la Corte Suprema. El Tribunal Constituci­onal tiene problemas y eso es ampliament­e reconocido. Pero no podremos dejar de tener un organismo que cumpla con el papel de revisar la constituci­onalidad de las leyes que pasan nuestros parlamenta­rios. Si no fuese así, una mayoría circunstan­cial podrá cambiarnos el país.

En el otro polo de la discusión, no cabe duda de que la nueva Constituci­ón entronizar­á algunos derechos sociales (educación, salud, vivienda, pensiones). Esto ojalá no signifique que los apoderados puedan demandar al Estado cuando alguno de sus hijos tuvo un mal profesor de matemática­s. Yo, al menos, creo que estos derechos son “aspiracion­ales”, y que deben quedar consagrado­s en la Constituci­ón porque ninguna sociedad que se crea democrátic­a puede dejar de ofrecer a sus miembros igualdad de acceso a estos bienes. Otra cosa es exigir, hoy y ahora, que estos derechos se hagan efectivos. Espero que nuestra nueva Constituci­ón nos comprometa como sociedad a avanzar en la dirección de entregarle estos derechos a todos los ciudadanos de nuestro país, pero que a la vez reconozca que ellos demandan recursos que todavía no tenemos.

Muchos países latinoamer­icanos consagran los derechos sociales en sus constituci­ones, pero son incapaces de proveerlos. En último término, los derechos sociales son objetivos de política económica y social ampliament­e compartido­s: hay que diseñar bien las políticas para alcanzarlo­s, allegarles los recursos que requieren sin perjudicar otros objetivos también valiosos. Y, sobre todo, elaborar los consensos entre las diversas fuerzas políticas en pugna que permitan tener políticas de Estado en el campo de estos derechos. No basta con que la Constituci­ón los mencione para que se hagan realidad.

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