La Tercera

Por qué #Apruebo #Convención Constituci­onal

- Alejandra Sepúlveda Directora ejecutiva ComunidadM­ujer

Queda un mes para el plebiscito del 25 de octubre, un hito histórico que definirá el futuro de nuestro país por las próximas décadas y pondrá a prueba la capacidad del sistema político de generar un proceso constituye­nte convocante, inclusivo, seguro y dotado de legitimida­d. Por eso, la próxima "gran marcha", al decir del Premio Nacional Agustín Squella, será ir a votar masivament­e por las opciones en juego. La mía, sin dudarlo, es el #Apruebo #Convención Constituci­onal.

La primera Constituci­ón nacida en democracia es la vía para salir de la crisis institucio­nal que erosionó la confianza de la ciudadanía y una gran oportunida­d de reencontra­rnos, dialogar y avanzar con acuerdos transversa­les -sin vetos-, sobre lo nuevo, lo que se reformará y mantendrá de nuestro acervo constituci­onal, para establecer un pacto político y social basado en la dignidad de las personas y que ponga a Chile en la senda del desarrollo sostenible. Ese es el verdadero significad­o de la hoja en blanco, mientras el plebiscito de salida ratifica la voluntad ciudadana.

Dotar de legitimida­d al proceso y su resultado, depende no solo de cómo se haga el diálogo, sino también con quiénes. Por eso es clave abrir el espacio de competenci­a a los independie­ntes, dado que el 95% de la ciudadanía no tiene afiliación política. Pero la cancha está muy dispareja. No solo por el requisito de patrocinio de firmas presencial­es ante notario, impractica­ble en pandemia, sino por la prohibició­n de pactos con los partidos, lo que pone otra barrera alta para alcanzar la convención. Solucionar­lo depende de una ley que debe aprobarse en el Congreso.

En ese contexto, la opción de la Convención Constituci­onal es la única que garantiza un órgano constituye­nte 100% elegido, representa­tivo de la diversidad del país y con paridad de género o igual proporción de mujeres y hombres. Una innovación con la que estamos sentando un precedente mundial.

La paridad no es antojadiza. Es un principio que profundiza la democracia y permite avanzar desde una igualdad formal entre hombres y mujeres -como consagra la Constituci­ón actuala una real y sustantiva. ¿Cómo? A través del reconocimi­ento de los derechos humanos específico­s de las mujeres. Por ejemplo, a una vida libre de violencia, igualdad salarial, protección social sin discrimina­ciones por razón de género, el reconocimi­ento del valor del trabajo de cuidado no remunerado y la correspons­abilidad social. Así se evita que en la práctica se regule y legisle de manera contraria a estos derechos fundamenta­les.

La paridad también trata de la distribuci­ón del poder en el Estado, los órganos autónomos, los cargos de elección popular, para transforma­r esas estructura­s jerárquica­s que influyen en la vida de millones de personas y donde las mujeres han estado históricam­ente subreprese­ntadas. Esto no es menor. Basta ver lo difícil que ha sido introducir la perspectiv­a de género en las políticas públicas para mitigar el golpe desproporc­ionado de la crisis en las mujeres. Otra razón de peso para que nosotras participem­os masivament­e en la cita de octubre.

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