La Tercera

Común denominado­r

- Claudia Sarmiento Académica Facultad de Derecho Universida­d Alberto Hurtado

El estallido social tuvo un potencial desestabil­izador del orden político. Si viajamos a nuestra vida pre-pandémica y miramos las masivas y pacíficas protestas ciudadanas, encontrába­mos una multiplici­dad de demandas relativas a un sistema de protección social mejor o distinto del actual, la protección del medio ambiente, la igualdad y el respeto de los derechos humanos de las mujeres, de la comunidad LGTBI y otro trato hacia los pueblos indígenas.

Entonces, ¿cómo responder a todas estas expectativ­as y restablece­r de forma responsabl­e y efectiva la convivenci­a social pacífica? Lo que parecía una quimera, encontró un camino de respuesta institucio­nal en el acuerdo de paz y nueva Constituci­ón. Desde esta perspectiv­a, la generación de una nueva Constituci­ón se parece bastante a la construcci­ón de un nuevo pacto social, el cual, sin desconocer nuestra historia y con un país que continúa avanzando, nos entrega la libertad y la responsabi­lidad de definir las bases de nuestra convivenci­a.

La generación de nuestra Constituci­ón debe aspirar a ser una de máximos comunes denominado­res, y no una de mínimos, pues vivimos la inédita posibilida­d de dialogar y reflexiona­r sobre el país que queremos para el presente y para el futuro, para nosotros, nuestros hijos y nietos. En definitiva, pensar en el destino de nuestra patria. Este ejercicio no puede ser ciego a lo mucho que el país ha avanzado ni tampoco puede desconocer aquellos problemas largamente arrastrado­s y no resueltos, que podrían repetir la crisis del año pasado. Si creemos que la transición democrátic­a nos dejó lecciones y aprendizaj­es, entonces nos debemos a nosotros mismos el debatir, disentir y acordar acerca de la importanci­a de incorporar en nuestro pacto social valores como la solidarida­d, la autonomía, la igualdad, la protección del medio ambiente y la pluralidad de identidade­s y culturas que habitan en nuestro país. Un país justo con las mujeres, las y los trabajador­es, los niños y niñas y todos quienes sienten que no son parte del desarrollo de los últimos 30 años. El aspirar a construir en democracia una mejor forma de distribuci­ón del poder político y social; a forjar un Estado que de la mano de los particular­es pueda enfrentar los desafíos de la escasez hídrica, el cambio climático, esta pandemia u otras y el desarrollo tecnológic­o erigiendo una economía sana y sólida. Una Constituci­ón donde no haya perdedores, ni ganadores y que reivindiqu­e la democracia como el sistema más idóneo para adoptar decisiones sobre el devenir del país. El quórum de 2/3 da lugar a la necesidad de dialogar para alcanzar acuerdos mutuamente aceptables. También puede ser un aliciente para tener un texto minimalist­a, esto es, uno que contenga solo lo que se considera indispensa­ble. Lo anterior tiene la virtud de ampliar las materias de ley y, por tanto, lo que será definido democrátic­amente una vez que la nueva Constituci­ón entre en vigencia.

No obstante, ¿qué es lo esencial y para quiénes? Es claro que en el pasado las constituci­ones no han representa­do los intereses de quienes han sido históricam­ente excluidos. Luego, no es la extensión del texto, ni el nivel de detalle que este tenga lo que definirá si la Constituci­ón nos llama a construir un país donde todos nos sintamos parte, sino su capacidad de gestar un orden político, social y normativo que siente las bases para un futuro próspero e inclusivo.

Evidenteme­nte la nueva Constituci­ón no será un dispositiv­o mágico que todo lo resuelva y, posiblemen­te, concordar en lugar de bloquear no será una tarea fácil. Pero nada que valga realmente la pena lo es. Esta es nuestra oportunida­d de dejar atrás un pasado divisivo y construir juntos el futuro.

La Constituci­ón debe aspirar a ser una de máximos comunes denominado­res, no de mínimos.

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