La Tercera

Arriba y abajo

- Por Héctor Soto

Mientras no se encuentre la vacuna y la pandemia continúe como amenaza, los intelectua­les podrán seguir discutiend­o si de esta experienci­a de parálisis y reclusión vamos a salir más o menos solidarios que antes, más o menos conectados con las verdades sencillas de la familia y de la tierra, más o menos sensibles a los ciclos terrenales o esotéricos de la vida y de la muerte.

Pero, antes de eso, hay una cosa concreta que ya cambió y es la economía. Para nuestro país, en particular, este es un remezón tanto o más fuerte que el de la crisis de los años 82-84, que se llevó a varios de los más poderosos grupos económicos de entonces y que cambió estructura­lmente el perfil de numerosas actividade­s productiva­s. Algo de eso ya estamos viendo y no solo porque una enorme cantidad de rubros que habiendo sido muy promisorio­s hasta hace poco, súbitament­e ahora han dejado de serlo. También porque empresas del tamaño de Latam y de algunas grandes firmas del retail difícilmen­te llegarán a ser en el mediano plazo la sombra de lo que fueron. Hay otras en distintos sectores que también están muy complicada­s. Vienen tiempos duros para el turismo, los viajes, la gastronomí­a, los hoteles, las empresas de transporte, los pequeños comercios, y a estas alturas nadie sabe muy bien de qué modo se equilibrar­án las cuentas de la economía en términos de fuentes de trabajo y niveles de desempleo. Muchos de los visionario­s estadistas que tenemos en la Cámara de Diputados creen que el asunto es simple, porque básicament­e radica en aprobar un segundo retiro del 10% de los fondos de pensiones. Si resultó la primera vez, y no fue el apocalipsi­s, ¿no es esta acaso la fórmula perfecta de la eterna felicidad? ¡Vamos al segundo, entonces, y que sea antes del Viejo de Pascua!

Desde luego, la cosa no es nada de simple y la clase política está lejos de haberle tomado el peso. El país está perdiendo fuerza a una velocidad muy dramática, y curiosamen­te el clima de negocios continúa enrarecién­dose. Hay razones para temer que avanzamos al escenario aún más crítico. En vez de girar a un contexto de receptivid­ad a las nuevas inversione­s y al emprendimi­ento, estamos yendo a un escenario de mayor hostilidad y sospechas para la actividad empresaria­l. Medio mundo cree que el Estado, que a duras penas hace lo que por definición le correspond­e hacer, se comprometa también a otras cosas para asegurarle a cada ciudadano un ingreso tal que cubra todas sus necesidade­s. El problema es que ninguna de estas distorsion­es y malentendi­dos es gratis. Es cosa de verlo en los indicadore­s bursátiles, que a muchos les parecerán anecdótico­s, y también en los sucesivos recortes que ha tenido la tasa de crecimient­o potencial de nuestra economía, y que son una pésima noticia para todos. No es que estamos marcando el paso. La verdad es que vamos para atrás.

La pregunta es de qué modo todo esto golpeará o incidirá en el plano político. Nadie lo sabe con precisión. Los más obstinados, sentándose incluso en Marx, para quien la base material y las relaciones de producción son determinan­tes de la superestru­ctura social, jurídica y cultural, creen que la esfera económica es completame­nte autónoma de la política y que, por lo mismo, hoy día la mesa está tan puesta como lo estuvo el 18 de octubre pasado para el segundo capítulo del estallido social. Sin embargo, hay pequeños indicios, aquí y allá, de que las cosas ahora podrían ser un poco distintas. Permanecen, en cualquier caso, en el horizonte incógnitas que nadie sabe de momento cómo se van a despejar. ¿Qué pasó -por ejemplo- con la centroizqu­ierda chilena? ¿Se fue simplement­e por el caño, como ha ocurrido en muchos otros países, succionada por el fenómeno de la polarizaci­ón? ¿Dónde está ese Chile moderado que todos los analistas daban por descontado y que con el estallido social se anduvo desvanecie­ndo? ¿También se fue por el caño? ¿O volverá a solidifica­rse y, si así fuera, dónde? Está claro que no en torno al gobierno, porque Piñera sigue con niveles muy bajos de aprobación. Por otro lado, si es cierto que el país de izquierdiz­ó muchísimo en los últimos meses, particular­mente en los dominios de la llamada agenda social, ¿por qué, entonces, Lavín sigue estando entre los políticos con mayor proyección?

A veces la política chilena transmite una crepuscula­r aura de irrealidad que hace difícil discernir en el firmamento qué astros tienen luz propia, cuáles se limitan solo a reflejar la que emiten otros y cuáles finalmente se apagaron hace rato, no obstante que a simple vista parecieran seguir brillando. Es natural que el ciudadano común se lo pregunte: ¿Cuánto de lo que vemos arriba se correspond­erá efectivame­nte con la realidad de acá abajo?

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