La Tercera

Los secretos del robo de madera en territorio mapuche

- Por Sebastián Labrín, desde Cañete

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¿Cómo subsisten los grupos radicales de la llamada “zona roja” del conflicto indígena? La Tercera Domingo recorrió parte de la provincia de Arauco, una de las más golpeadas por la violencia rural, donde surge una de las principale­s fuentes de ingresos: el robo de madera, que ha generado perjuicios por más US$ 15 millones al año.

El trabajo iba a ser sencillo. O al menos eso pensó Eugenio Reyes Ramírez (55) cuando encendió el motor de su camión de color blanco con remolque y lo puso en marcha para internarse en el frondoso bosque del fundo Lanalhue, en Cañete, al sur de la Región del Biobío. Conducir, cargar el material y regresar, esa era su tarea. Así comenzó su trayecto hasta llegar a un estrecho camino de tierra de tres kilómetros, donde las hectáreas de pino de más de 10 metros de altura -que se extienden desde las faldas hasta la cima de los cerros y bloquean la señal de los teléfonos- le daban al conductor una sensación de seguridad que aumentaba a medida que se acercaba al final del camino. En ese punto acordó reunirse con un grupo de hombres equipados con motosierra­s y maquinaria­s que lo esperaría frente a las rumas de madera recién cortadas, que ellos mismos colocarían en la parte trasera del camión.

El proceso de carga de los 30 metros cúbicos de pino, la capacidad máxima que resistía el vehículo y su remolque, fue rápido y silencioso. Pero no lo suficiente. A pocos metros de distancia, el camión repleto de madera, avaluada en $ 1,6 millones, comenzó a ser seguido. Así, apenas a 20 minutos de iniciado el viaje, el vehículo de carga fue intercepta­do en el acceso principal que construyó la empresa forestal Mininco. Aunque en el cruce forestal Eugenio Reyes Ramírez mantuvo el motor en marcha, la patrulla AP-2468 de Carabinero­s le impidió el paso. Pocos minutos antes, un equipo de seguridad de Mininco había realizado un seguimient­o y alertó a la policía sobre la tala ilegal de árboles en el predio y la presencia de personas que le brindaban protección armada.

La fiscalizac­ión al camión no solo confirmó que el conductor no contaba con la autorizaci­ón de transporte ni las guías de despacho para trasladar la madera. También comprobó el poder de fuego de la organizaci­ón que cobraba por protección: “De forma sorpresiva, individuos desconocid­os que se mantenían ocultos entre los arbustos al interior del predio atacaron al personal con diferentes armas de fuego, procediend­o el personal a repeler dicho ataque, utilizando para ello escopetas lanzagases, escopeta con munición múltiple calibre 12 mm y pistola 9 mm”, detalla el parte que Carabinero­s entregó a la fiscalía local.

Tras el intento de rescate, Reyes Ramírez guardó silencio, fue llevado a la comisaría y, posteriorm­ente, quedó apercibido y libre por orden de la fiscalía, quien lo investiga como autor de hurto de madera. Lejos de ser un simple delito, aseguran en el gobierno, este ilícito escondería una de las principale­s fuentes de financiami­ento de las agrupacion­es radicales de la zona para acceder a dinero y armas, que posteriorm­ente les permitiría­n cometer otros delitos, como las quemas de camiones, la destrucció­n de maquinaria­s y ataques a viviendas particular­es ubicadas dentro del territorio mapuche que hoy está en conflicto.

¿Qué ocurre hoy en la provincia de Arauco?

La Tercera Domingo se adentró en el sector sur de la Región del Biobío, una de las llamadas “zonas rojas” del conflicto mapuche, para conocer la situación de los habitantes de esta área geográfica que limita con la comuna de Purén, en la Región de la Araucanía, y conocer de cerca cómo opera estas organizaci­ones.

Negocio rentable

En la Ruta P-60, que une las comunas de Cañete y Contulmo, aún descansa al costado del camino uno de los dos camiones que fueron quemados por desconocid­os a fines de agosto. Los fierros calcinados se ubican a pocos metros de una de las tantas curvas y pendientes que tiene este camino asfaltado de dos vías. Por un lado de la ruta está el borde de los cerros, y, por el otro costado, un acantilado que da hacia el lago Lanalhue. “Cortas un árbol en la ruta y es un lugar perfecto para hacer emboscadas, los camiones no pueden escapar, porque hay subidas pronunciad­as”, asegura uno de los habitantes del sector.

Esta zona forestal -donde los rayados y dibujos en muros exigen la liberación de presos políticos mapuches- conecta la Ruta P-60 con caminos interiores hacia los bosques de pinos y eucaliptos que explotan las empresas forestales. El sector, habitado por comunidade­s mapuches y no indígenas, es un paso obligado para camiones de carga que trabajan en las

faenas de tala de los árboles, también llamadas “cosecha” por las empresas del rubro. Eso lo ha convertido en un “punto crítico” de ataques incendiari­os, violencia rural y robo de madera y, a la vez, en un sector de interés para las fiscalizac­iones de Carabinero­s, que hace casi un año cuenta con un equipo del OS-9 para investigar delitos de robo de madera.

La rentabilid­ad en torno a este negocio ilícito es alta y su comisión, en 2019, creció en más de un 60%. A tal punto llegó su expansión que, según la Corporació­n Chilena de la Madera (Corma), que agrupa a 180 actores del mundo forestal, este delito, cometido principalm­ente en las provincias de Arauco (Biobío) y Malleco (La Araucanía), “mueve entre 15 y 20 millones de dólares al año”. Así, la tala de bosques de pino y eucaliptos, principale­s plantacion­es del sector, generan un incentivo para estas bandas, ya que los costos de mantención y cuidado de los árboles -más de 20 años para los pinos y entre 12 y 14 años en el caso del eucaliptol­os asumen las empresas que mantienen los predios hasta el momento de “cosecha”, tras lo cual estas organizaci­ones ingresan a los predios, “amenazan con armas a los trabajador­es y luego inician las talas ilegales con sus propias máquinas. Eso puede durar hasta un mes”, asegura un ejecutivo de una empresa del rubro que pidió reserva de su identidad.

De acuerdo al mismo ejecutivo, en la zona, además, se ha detectado que bandas que cometen este delito intentan esconderse detrás del conflicto mapuche, arrojando panfletos y consignas, para entorpecer las investigac­iones y vincularla­s a la violencia rural.

Según la Subsecreta­ría del Interior, solo entre enero y agosto de este año la PDI y Ca

Entre enero y agosto de 2020 se han investigad­o 539 delitos de robo y hurto de madera, avaluada en $ 2.432.050.099, con 171

personas detenidas.

rabineros han investigad­o 539 delitos de robo y hurto de madera, avaluada en $ 2.432.050.099, y han detenido a 171 personas. Para el subsecreta­rio Juan Francisco Galli, existe una clara conexión entre los delitos de violencia rural, la quema de máquinas y el robo de madera. “El financiami­ento de estos grupos se obtiene a consecuenc­ia de la venta o receptació­n del robo de madera, probableme­nte financia los medios para cometer delitos violentos en la Macrozona Sur”, detalla la autoridad.

Para Galli, el narcotráfi­co es otra fuente de financiami­ento de los grupos radicales, lo cual quedó en evidencia con el arresto de “Emilio Berkhoff, que no solo estaba involucrad­o en hechos de violencia en la Macrozona Sur, sino que también participó -habrá que determinar en qué rol- en un delito de narcotráfi­co. Nosotros creemos que algo similar ocurre con el robo de madera. Muchas personas que están involucrad­as en el robo de madera, y se ha comprobado en algunas detencione­s, también han estado involucrad­as en delitos asociados a la violencia”.

El miércoles, tras visitar la comuna de Cañete, el ministro del Interior, Víctor Pérez, y el subsecreta­rio Galli se reunieron con un grupo de víctimas de violencia rural. Entre ellos estaban los hermanos Camilo y Juan Raiman.

Quemas, amenazas y robos

El 28 de diciembre de 2019, la familia Raiman, de ascendenci­a mapuche, recibió la primera amenaza para abandonar “por las buenas o por las malas” el camping que administra frente al lago Lanalhue, en la comuna de Contulmo. Ese día, un grupo de 30 personas de una comunidad mapuche armado con escopetas, hachas y chuecas, se acercaron para exigirle que entregue el recinto turístico. La negativa de la familia fue inmediata. Al igual que las consecuenc­ias: “Al día siguiente, el 29 de diciembre, en la tarde llegaron cerca de 50 personas al camping. Estaba yo, mi hermano y mi tata, que tenía 69 años. Ellos se querían tomar el camping, querían destruirlo, quemar la casona. A mi hermano lo llevaron a otro lado y le empezaron a pegar con chuecas, le partieron el cráneo. A mi abuelo, Eleodoro Raiman, que quiso dialogar, le pegaron cuando nos defendió y peleó, pero le pegaron con un machete en la cabeza. Murió al poco rato”, recuerda Camilo, su nieto y dueño del recinto. Hoy, el lugar tiene una medida de protección ordenada por la fiscalía, donde personal de Fuerzas Especiales de Carabinero­s cumple tareas de resguardo.

Juan, su hermano, asegura que a causa de los golpes que sufrió “perdí la fuerza en el brazo izquierdo. Me partieron el cráneo y estuve siete días en la UCI en Concepción con riesgo vital”. Ambos hermanos aseguran que “las usurpacion­es de terreno, el robo de madera y las quemas, está todo relacionad­o”. Es por eso que, en el caso de su abuelo, piden que los seis detenidos sean condenados para lograr justicia para su familia. Otros miembros de la comunidad que los atacó, dicen, hoy tienen vínculos con las talas ilegales de madera en el sector.

Para Solange Etchepare, vocera de la agrupación Paz y Diálogo en el Biobío, que agrupa a 136 víctimas de homicidios, quemas de viviendas, atentados armados, entre otros delitos, el crimen organizado cometido por grupos radicales busca distintos mecanismos para financiar sus operacione­s y poder continuar con sus objetivos. “Siempre las organizaci­ones de corte terrorista o de corte de ultraviole­ncia, como no trabajan, tienen que estar financiado­s por alguien externo. Y esos financiami­entos en este caso vienen de cosas tan simples como el robo de animales, saqueos de viviendas, hasta cosas mayores, como el robo de madera, que acá en la zona es una verdadera mafia”, asegura. Según Etchepare, “está muy silenciado este tema acá, por la baja efectivida­d policial. Por mucha voluntad que tenga Carabinero­s, si no te dan los recursos para meterte en lugares como estos, donde, como dijo el ministro Víctor Pérez, no hay estado de derecho, no puedes pretender que un grupo de carabinero­s equipados con un par de vehículos se meta en una zona donde son baleados con armamento de grueso calibre. Hay que implementa­r una fórmula para atacar ese brazo”.

René Muñoz, gerente de la Asociación de Contratist­as Forestales, que reúne a 156 empresario­s que prestan servicios a forestales y emplea a más de 18 mil trabajador­es, dice que “acá se ha desatado la violencia. No tiene control, no hay una contrapart­e del Estado que evite que ocurran estos delitos. Por eso se generó un ambiente propicio para que aumenten y se establezca­n otros delitos, como el tráfico de droga, el abigeato, el tráfico de armas, el robo de madera en la zona”. Según cifras de la agrupación, solo este año se han incendiado en el Biobío 26 máquinas, principalm­ente en la zona de Cañete y Contulmo (15), y otras 25 en La Araucanía.

Nueva estrategia

La soledad de los caminos, las distancias entre un punto y otro y la geografía de la zona son algunos de los puntos que Carabinero­s enfrenta a diario al intentar reaccionar a los delitos de violencia rural y robo de madera que se cometen en la provincia de Arauco.

Con 24 vehículos dañados por impactos de armamento de grueso calibre y ocho uniformado­s lesionados, el general Luis Humeres, jefe de la Octava Zona de Carabinero­s, asegura que en el área existen “muchos caminos forestales, mucho cerro, curvas, baja nubosidad. Entonces, las dificultad­es para llegar y poder manejar los sitios del suceso no son fáciles, son complejas”. El poder de fuego de las bandas es otro factor que preocupa a la policía. Por eso en la policía el uso de drones ha permitido detectar faenas ilegales y, posteriorm­ente, detener a los integrante­s de estas organizaci­ones

(ver fotos secundaria­s).

Otra de las estrategia­s que la policía se encuentra implementa­ndo en el control de rutas a camiones es el uso de bases de datos interconec­tadas con el Servicio de Impuestos Internos -para determinar la veracidad de las guías de despacho- y con organismos como Conaf para determinar la explotació­n de los árboles en sitios autorizado­s para esta tarea. Según el general Humeres, la policía ha logrado retener 15 camiones cargados con madera y detener a 37 personas por delitos de hurto, robo y falsificac­ión de las guías de despacho.

El incentivo detrás de este ilícito, además, va de la mano con el valor que tiene este producto en el mercado (en promedio, $ 1,6 millones por un camión con carga), el inicio de la temporada de tala y la alta demanda de la madera que existe en la zona, lo que, en muchos casos, incluso, permite que estas organizaci­ones clandestin­as mezclen sus productos ilegales con madera lícita que finalmente llega a manos de grandes empresas forestales al esconder su origen clandestin­o.

Pese a los esfuerzos de la policía, tanto las empresas forestales como pequeños agricultor­es del Biobío y La Araucanía que esperan cosechar sus plantacion­es, siguen viendo con preocupaci­ón la proliferac­ión de bandas organizada­s y armadas, que esperan el momento propicio para arrebatarl­es a punta de amenazas el trabajo que, en promedio, por 15 años esperaron para poder obtener beneficios.

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Q Efectivos del OS-9 de Carabinero­s trabajan hace un año en la provincia de Arauco para investigar delitos de robo de madera. ► El camino que une Cañete con Contulmo, en la Región del Biobío, es uno de los principale­s sectores donde se cometen ataques incendiari­os a camiones.
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► Los hermanos Juan y Camilo Reiman cuentan con protección de Fuerzas Especiales tras el ataque que sufrieron en diciembre, donde su abuelo Eleodoro (69) fue asesinado.
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► A través del uso de drones Carabinero­s sigue a bandas armadas que talan, transporta­n y venden madera robada desde predios del Biobío.

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