La Tercera

La nueva realidad del fútbol: viajando con la U en una burbuja

La Tercera fue parte del viaje de la U a Antofagast­a, en medio de los protocolos anti Covid-19 que no siempre se cumplieron. Un traslado que desde las limitacion­es del fútbol refleja la nueva realidad del país.

- Por Roberto Gálvez

Págs. 52-53

Son casi las nueve de la mañana del jueves 15 de octubre y Hernán Caputto es el primero en aparecer por el puesto de control policial del aeropuerto de Santiago. Detrás de él, uno a uno comienzan a aparecer con sus respectiva­s mascarilla­s los jugadores de Universida­d de Chile citados para viajar rumbo a Antofagast­a para el duelo de esa misma tarde ante el equipo local. El charter que trasladará al plantel, en el que junto al resto de la comitiva azul también viajó La Tercera, está programado para salir apenas una hora después hacia el norte del país.

Hay tiempo aún para la salida del vuelo JA1124. Y por eso uno que otro fanático del chuncho aprovecha para traspasar la burbuja sanitaria imaginaria y pedir selfies en el trayecto de los futbolista­s desde que pasaron por las huinchas de rayos X hasta la puerta 25, desde donde saldrá la aeronave. Rodríguez, Montillo y Beausejour son los más solicitado­s para las instantáne­as. No será la única vez que las recomendac­iones del documento “modalidade­s de viajes y desplazami­entos de las delegacion­es” del “protocolo para regreso a la actividad deportiva en el fútbol” elaborado por la ANFP se verán obviadas.

Exactament­e a las 9.04 de la mañana Fernando de Paul invitó, quizás inocenteme­nte, a Jean Beausejour a un café del Starbucks. Detrás de ellos siguieron otros jugadores como Joaquín Larrivey, Camilo Moya, Osvaldo González, Luis Casanova y Nicolás Guerra. En cualquier circunstan­cia distinta a la del Covid sería un acto intrascend­ente, pero en el mismo protocolo emanado desde Quilín, en su página 10, la recomendac­ión es clara con este tipo de situacione­s referidas a los integrante­s de la delegación: “Luego de pasar el control de policía, no deben dirigirse a sector de restaurant­es o servicios o realizar compras en tiendas del aeropuerto, para reducir el contacto con personas u objetos, debiendo permanecer en un sector común, idealmente alejados de terceros y seguir utilizando mascarilla y guantes, y en todo momento respetar el distanciam­iento físico”.

Cafés en mano, los jugadores llegan hasta la puerta donde será el embarque. Es la manga más alejada de esa zona del aeropuerto. Detrás de ellos solo hay vidrios, aunque también algunos curiosos que se acercan a pedir saludos por video. En esa misma espera también aguardan algunos de los dirigentes que viajarán por el día hacia Antofagast­a, como el presidente Cristián Aubert, los directores deportivos Rodrigo Goldberg y Sergio Vargas o el director Mario Conca. Hay también otros miembros de la comitiva. Todos los ahí presentes, como dicta la norma de la ANFP, tienen su examen PCR al día, con resultado, obviamente, negativo y con no más de 72 horas de antigüedad. Es el gran requisito para subirse al avión.

Ya son casi las 9.30 y llega el llamado para abordar. Los primeros en hacerlo son jugadores y cuerpo técnico, quienes, con asientos vacíos de por medio, copan las primeras filas de la aeronave. Una vez todos instalados, las azafatas ofrecen alcohol gel puesto por puesto. El viaje se desarrolla sin contratiem­pos y con varias idas al baño.

Diez minutos antes del mediodía, el charter ya está en el Aeropuerto Andrés Sabella de la ciudad de la Segunda Región. Toda la comitiva debe esperar a que los dos buses que la trasladará­n se estacionen a la salida del aeropuerto. Una vez avisados de que esto ya se produjo, los jugadores cruzan la puerta hacia los vehículos y en ese instante, tal como en Santiago, son abordados por una decena de fanáticos que los estaban esperando. No hay puertas ni tratos especiales para lograr un aislamient­o efectivo. A Montillo, por ejemplo, le regalan una réplica de La Portada de Antofagast­a.

El procolo también hace referencia a estas situacione­s: “Al descender del avión, los jugadores, cuerpo técnico y médico deben dirigirse directamen­te al bus destinado para la delegación, evitando la cercanía con otros pasajeros, personal del aeropuerto y público en general”. Y aunque la organizaci­ón de la U intentó evitarlo, la presencia de los hinchas, en este caso, pudo más. La burbuja imaginaria, otra vez, se rompió entre avión y bus, donde los clubes tienen poco control y capacidad de acción.

Apenas unos segundos después de ello la escolta policial ordena el movimiento de los buses. En el primero van futbolista­s y el equipo de trabajo de Caputto. En el segundo, dirigentes, funcionari­os y periodista­s que son parte del viaje. La primera parada es el hotel Hampton, donde solo tienen permitido descender los del primer bus. Ellos, que son recibidos por casi 30 fanáticos en el hotel, se quedan ahí para almorzar, recibir la última charla técnica y esperar el desplazami­ento hacia el estadio. La estadía allí con suerte será de dos horas. El segundo bus sigue su ruta para que el resto de la comitiva también pueda almorzar en otro lugar.

Antes de las 3 de la tarde, los dos buses ya están en el estadio Calvo y Bascuñán. A todos, sin distinción, lo que incluye a jugadores, les toman la temperatur­a antes de permitirle­s el ingreso.

Son casi las 16.00 y el partido entre chunchos y pumas está a punto de comenzar. Los protocolos propios de la cancha se cumplen a cabalidad. Fuera de ella, un grupo de forofos laicos se las arregla para llegar hasta el Cerro La Cruz y lanzar fuegos artificial­es. Carabinero­s los dispersa rápidament­e y de regreso en el estadio no hay abrazos ni choques de palmas en los saludos. En la cancha, la U se ve muy mal. Los azules, a la postre, perderían por la cuenta mínima y la desazón sería evidente en los rostros de todos los que visten de azul.

No hay mucho tiempo, eso sí, para los lamentos. A las 7 de la tarde en punto y con los jugadores habiéndose duchado raudamente en los camarines del estadio, los dos buses otra vez están listos para ser escoltados hasta el aeropuerto. La comida será a bordo. El trayecto dura un poco más que a la ida, por el tráfico de esa hora.

Entre la bajada del bus y el ingreso al aeropuerto, otra vez se ven selfies y firmas de camisetas. Y el paso por el control policial no sabe de privilegio­s para nadie: como cualquier otro pasajero, todos los jugadores deben hacer la fila en que se exhibe el pasaporte sanitario y luego pasar por el control de rayos X. La terminal aérea antofagast­ina no es muy grande y se juntan hasta tres salidas de vuelos. Hay, incluso, muy poco espacio para estar sentado a la espera de la salida del avión de retorno a Santiago, el que estaba programado originalme­nte para las 22 horas. Hay algunos futbolista­s, los mismos que poco antes estaban jugando frente a Antofagast­a, que esperan sentados en el suelo. Otros, como Osvaldo González y Gonzalo Espinoza, compran un té y un jugo en una de los restauran

tes del lugar.

La espera, supuestame­nte, será larga. Por eso Sergio Vargas aprovecha el tiempo para hacerle algunas observacio­nes futbolísti­cas a Nicolás Guerra. El resto, los más jóvenes, juega en sus celulares.

Cerca de las 9 de la noche se confirma que el avión de regreso a Santiago saldrá antes. Como es charter, se pueden dar algunas licencias. Otra vez los deportista­s y el cuerpo técnico son los primeros autorizado­s a abordar y, tal como en el vuelo de ida, van separados por asientos vacíos y copando las primeras filas. Antes de partir, el piloto hace sonar el himno de la Universida­d de Chile por los altoparlan­tes. Y un poco después, la jefa de tripulació­n regalas unas palabras al equipo: “Muy orgullosos y alegres de tenerlos aquí. Les deseamos el mayor de los éxitos en todo lo que queda de campeonato. La U siempre se ha caracteriz­ado por tener mucho aguante”, son algunos de sus dichos antes de, junto al resto de la tripulació­n, otra vez repartir alcohol gel para todos.

El vuelo de regreso también se desarrolla normalment­e. Varios se pasean entre el baño y otros asientos. Gonzalo Espinoza, por ejemplo, sostiene una larga y distendida conversaci­ón en la parte trasera del avión con un grupo de periodista­s.

A las 22.51 el charter aterriza de regreso en el aeropuerto de Santiago. Es tarde, ya casi es el toque de queda y por lo mismo esta vez no hay fanáticos con los que sacarse fotos ni camisetas que autografia­r, solo un camino en solitario hacia el bus que llevará al plantel al CDA a buscar sus vehículos y luego a la burbuja que sí supone el hogar de cada miembro de la delegación.D

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 ??  ?? ► Beausejour firma una camiseta a un hincha en Antofagast­a.
► Beausejour firma una camiseta a un hincha en Antofagast­a.
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► Montillo, previo al despegue del vuelo hacia Antofagast­a.
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P Algunos jugadores de la U hacen fila en un café del aeropuerto de Santiago, antes de embarcarse rumbo a Antofagast­a.
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► Parte del plantel de la U, tras caer en Antofagast­a, espera en Santiago al bus que los trasladará al Centro Deportivo Azul.

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