La Tercera

Aniversari­o de un día triste

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

Hace exactament­e un año emergió la violencia en nuestra sociedad; desde los interstici­os se asomó el monstruo de la anarquía, espanto siempre latente en la organizaci­ón humana. A partir de ese momento se han delineado dos formas de concebir nuestro país: aquellos que ven en los encapuchad­os lanzando piedras y bombas molotov la expresión de un país injusto, esencialme­nte desigual, que se cansó del abuso, y por otro lado, los que vemos delincuenc­ia, anomia y, por cierto, algunos de los síntomas de la crisis de la modernidad, de una civilizaci­ón que está perdiendo las bases que daban legitimida­d a su orden social.

Pero la explicació­n simple, la que se relata con atavismos y soluciones tan fáciles como convenient­es a los proyectos políticos de izquierda -especialme­nte la más extrema- tiene mejor prensa, es más popular y ha dado forma a una ola sobre la que todo el que, de cualquier lado, pretenda ganar elecciones quiere subirse. Así, hace un año fueron muchos los que intentaron construir un relato épico sobre la delincuenc­ia y la violencia, “primera línea” le llamaron a lo que, en realidad, es evolutivam­ente la última; cuando parecía que estábamos al borde del barranco y naufragaba la civilizaci­ón, es decir, del imperio de la ley, el amplio espectro de la izquierda cobró la Constituci­ón como precio de una mínima e incierta estabilida­d.

De nuevo, el recurso a los discursos simples y repetidos por décadas, intentaron vestir esta capitulaci­ón de una cierta dignidad. Nos olvidamos entonces de las calles de Santiago incendiada­s, del Metro destruido, de las actividade­s productiva­s paralizada­s, de Carabinero­s al límite de su capacidad para seguir conteniend­o la violencia y convertimo­s todo eso en un discurso sobre la “casa común”, reformamos la Constituci­ón con normas ad hoc y dimos por bueno eso de tener la primera Constituci­ón “nacida en democracia”.

A partir de ahí la demolición ha sido sistemátic­a; la extrema izquierda, con sus diputados de un dígito de votación, tomó el liderazgo de la mayoría del Congreso, descubrió la triquiñuel­a de las reformas constituci­onales para eludir la iniciativa exclusiva del Presidente de la República y así, con el gentil auspicio de buena parte de los parlamenta­rios de derecha, le colocaron una bomba de profundida­d al sistema previsiona­l y cada día parecen ir por un nuevo objetivo para cambiarlo todo.

Jorge Semprún, en una de sus mejores novelas, con la experienci­a de sus días de comunista lo dice de manera magistral: “Para estos puristas de un nuevo estilo, todo, salvo ellos es impuro”. Esto, o sea el gobierno de los puros que denuncian la sociedad que se construyó sin ellos en la transición, con la libertad y el progreso de los últimos 30 años, comenzó en un triste día como hoy.

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