La Tercera

La ironía de octubre

- Por Max Colodro | Filósofo y analista político

Hace exactament­e un año, el inicio del estallido social remeció los cimientos del país construido en las últimas décadas; una ola de malestar y rabia acumulada emergió a la superficie, abriendo un abismo de interrogan­tes e interpreta­ciones diversas. La discusión sobre sus orígenes, responsabl­es y vías de solución ha sido y seguirá siendo parte de la controvers­ia política en los próximos años, pero hay algo que según todos los estudios de opinión resulta innegable: para la inmensa mayoría de la gente ese malestar y esa rabia expresaban también el anhelo de una vida mejor.

A un año de esa esperanza, la vida de los chilenos no solo no ha mejorado, sino que está mucho peor. A los impactos generados por el propio estallido social se agregaron desde marzo las secuelas de la pandemia. En pocos meses, se han destruido cientos de empresas, la desocupaci­ón se elevó sobre el 20% y los ingresos familiares cayeron de manera importante. Para enfrentar la crisis, el país decidió, entre otras cosas, recurrir al 10% de los ahorros previsiona­les, afectando las futuras pensiones; y no se descarta hacerlo una segunda vez, lo que dejaría a un 40% de la población sin recursos para la vejez.

En paralelo, la deuda pública y el déficit fiscal se han disparado, generando un inédito deterioro en la clasificac­ión de riesgo soberano. En una palabra, el Estado también es hoy más pobre, a lo que se agrega que Chile tendrá una dificultad anexa para iniciar el camino de su recuperaci­ón: el deterioro institucio­nal y político de los últimos años. Un deterioro agravado desde el estallido social con una espiral de violencia que no termina, con una aguda polarizaci­ón de las élites, crisis de confianza y la incertidum­bre asociada a un proceso constituye­nte que, inevitable­mente, demorará un tiempo no breve en llegar a puerto.

Pero el problema mayor no es la suma de dificultad­es, sino la inexistenc­ia de una voluntad común para abordarlos. Ejemplos de ello: el gobierno no ha querido asumir en serio la grave crisis institucio­nal que enfrenta Carabinero­s, las implicanci­as que ha tenido la brutal secuela de abusos y violacione­s a los derechos humanos del último año. La oposición, por su parte, no ha mostrado el más mínimo interés en contribuir a que el orden público pueda ser restableci­do, un factor clave para empezar a revertir las consecuenc­ias de la crisis política y económica que el país está enfrentand­o.

En síntesis, si la apuesta del estallido social que hoy se conmemora fue que las cosas podían y debían mejorar, esa posibilida­d está ahora mucho más lejos que hace un año. Es una dolorosa ironía, pero solo retornar a los niveles de ingreso y empleo que había el 18 de octubre pasado va a requerir enormes y prolongado­s esfuerzos, un espíritu de colaboraci­ón y una voluntad de acuerdos que, hasta hoy, no han logrado abrirse camino.

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