La Tercera

LA GENERACIÓN 11/9

vota por primera vez en las presidenci­ales de EE.UU.

- Por Cristina Cifuentes

Los niños que nacieron después de los ataques terrorista­s se criaron en un país en guerra constante y poco se acuerdan del triunfo de Barack Obama en 2008. Sí saben de matanzas en escuelas.

Thomas Schindler no recuerda la primera vez que escuchó sobre el ataque contra las Torres Gemelas. “No estoy seguro de si lo escuché por primera vez de mis padres o solo para los actos conmemorat­ivos, pero todos saben de eso. Puedes preguntarl­e a la gente dónde estaban y qué estaban haciendo. Mi papá este año nos contaba justamente eso, que se acordaba qué estaba haciendo, lo mismo le pasa a mi abuela”, cuenta a La Tercera. Thomas tiene 18 años y pertenece a la generación que no vivió esa mañana del martes 11 de septiembre de 2001. Muchos jóvenes como él se criaron en un mundo diferente, con mayores restriccio­nes al momento de viajar, con su país involucrad­o en dos guerras (Afganistán e Irak), prácticame­nte con un smartphone en su mano - siendo nativos digitales-, sin mayores recuerdos de la recesión de 2008 (producto de la crisis subprime) ni de cuando ganó Barack Obama como el primer Presidente afroameric­ano de Estados Unidos.

Estos jóvenes forman parte de lo que se conoce como la Generación Z, es decir, aquellos que nacieron después de 1996. De este grupo, 13.238 nacieron el mismo 11 de septiembre de 2001. Ahora, muchos de ellos podrán votar en las elecciones del 3 de noviembre. Los expertos estiman que su influencia política seguirá creciendo de manera constante en los próximos años, a medida que más y más de ellos alcancen la edad para sufragar.

El periodista estadounid­ense Garrett Graff ha seguido de cerca a esta generación. El año pasado lanzó el libro The Only Plane in the Sky: An Oral History of 9/11, que recolecta una serie de testimonio­s. En un artículo publicado por el portal Politico, señala que “los niños del 11 de septiembre se encuentran en el grupo más joven de estadounid­enses que acudirán a las urnas: votantes de la Generación Z que alcanzaron la mayoría de edad en un país que fue transforma­do hace mucho tiempo por los ataques terrorista­s. Las noticias más importante­s de sus vidas han sido a menudo otras tragedias: los tiroteos en la escuela primaria Sandy Hook, cuando tenían 11 años, y en la escuela secundaria Marjorie Stoneman Douglas, en Parkland, Florida, cuando tenían 16. Muchos ni siquiera prestaban tanta atención a la política a los 15 años, cuando la sorpresiva victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton trastocó la política estadounid­ense”, sostiene.

Como profesora de ética de la Universida­d de San Francisco,

Rebecca Gordon es una aguda observador­a de esta generación y en conversaci­ón con La Tercera señala que un aspecto sorprenden­te de ellos es que, de alguna manera, los ataques terrorista­s afectaron más a los estudiante­s inmigrante­s, porque después del 11 de septiembre, “toda la actitud del país hacia la gente que provenía de fuera del país cambió y los inmigrante­s se convirtier­on en un foco de miedo”. “Se endureció el sistema de inmigració­n, que ya era un desastre. Se hizo mucho, mucho más difícil para la gente entrar al país, porque si estábamos regresando al país, si no parecíamos como los estadounid­enses blancos, eso era un problema. Así que los estudiante­s de familias inmigrante­s sintieron eso de manera mucho más intensa que antes”, añadió.

La Generación Z, que sumaría aproximada­mente una cuarta parte de la población estadounid­ense, dice The Wall Street Journal, nunca ha conocido la paz, ni la seguridad y tampoco la arrogancia que invadió a Estados Unidos en la década de los 90, cuando el politólogo Francis Fukuyama pudo proclamar “el fin de la historia” en términos estadounid­enses. “El país de esta generación no es ni el vencedor de la Guerra Fría ni el héroe de la Guerra del Golfo de 1991. El suyo es un mundo donde el orgullo por la valentía de los militares y los primeros en responder de Estados Unidos se ha visto atenuado por horribles revelacion­es sobre Guantánamo, Abu Ghraib, los sitios negros y la tortura”, escribió el periódico.

En ese sentido, Gordon -autora de Mainstream­ing Torture: Ethical Approaches in the Post-9/11 United States- indica que los que ahora acaban de cumplir 18 o 19 años, “han vivido toda su vida en un país que ha estado en guerra, mientras que la generación anterior creció en un país que observó la primera Guerra del Golfo y luego estas guerras interminab­les”.

“Para esta nueva generación, es como 1984, la novela distópica de George Orwell. Estás viviendo en un país que siempre ha estado en guerra. Y cuando el enemigo cambia repentinam­ente de un día a otro, es como en 1984. Siempre hemos estado en guerra con Irán o Irak. Ahora es Irán. La otra cosa realmente interesant­e es que los atacantes del 11 de septiembre se convirtier­on en una pizarra en blanco en el que el gobierno podía escribir el nombre del enemigo del día. Así, cuando les pregunto a mis alumnos de qué país venían los 19 secuestrad­ores del 11 de septiembre, al principio decían Afganistán y luego Irak. No es una gran sorpresa. Y luego, en los últimos años del gobierno de (George W.) Bush y al comienzo del gobierno de (Barack) Obama, decían que Irán. No tienen la menor idea. Pero nadie piensa nunca en Arabia Saudita. Porque Arabia Saudita es nuestro amigo”, explica.

Meghan Elliot cumplió 19 años en mayo pasado y tenía apenas cuatro meses cuando fueron los atentados. “Mi mamá me

ha contado cómo fue ese día, es algo que se recuerda en cada conmemorac­ión. Sobre que Estados Unidos ha estado en guerra desde entonces, no es algo que piense mucho, es más bien lejano, no conozco a nadie que haya estado allá”, cuenta en conversaci­ón con La Tercera.

Para la académica Rebecca Gordon, lo que le ocurre a Elliot es lo que distingue a la generación del 11/9 en comparació­n a otras. “En los dos o tres años posteriore­s a los ataques, muchos de mis estudiante­s conocían a personas que estaban listos para la acción. Conocían gente que estaba peleando en guerras. Tenían familiares que estaban peleando o ellos mismos estaban en lo que llamamos un cuerpo de entrenamie­nto de oficiales de reserva, donde básicament­e haces una educación militar junto con tu educación civil. Y cuando te gradúas, te conviertes en teniente del Ejército. Y entonces esos estudiante­s esperaban ser desplegado­s. Esperaban arriesgar sus vidas. Pero las guerras que libramos ahora tienen muy poco efecto en la gran mayoría de la gente. De una manera diaria, afectan en cómo se divide el presupuest­o, pero no afectan a las personas. Las guerras que suceden solo tocan a personas fuera del país y a muy pocas personas dentro del país. Y en los últimos tres años y medio bajo la administra­ción Trump ha sido aún más confuso”, explica.

En la misma línea, Thomas Schindler señala que mientras crecía no entendía muy bien lo que ocurría a su alrededor. “Era demasiado joven para entender realmente algo sobre la política de Estados Unidos. Sobre las guerras, creo que era demasiado joven para entender realmente lo que estaba pasando”, sostiene. Y agrega: “Sin embargo, en cuanto a la seguridad del aeropuerto, sí. Mi papá viaja mucho, habla sobre la seguridad del aeropuerto antes del 11 de septiembre y cómo se volvió más estricta”.

En ese sentido, los analistas señalan que esta generación creció con la idea de que el hecho de quitarse los zapatos, los cinturones y poner los líquidos en una bolsa es una situación que siempre ha ocurrido. “Han crecido con la sensación de que están en peligro y que el gobierno los está protegiend­o”, advierte Gordon.

Una de las primeras medidas luego de los atentados del 11 de septiembre fue la aprobación, por una abrumadora mayoría -tanto en la Cámara de Representa­ntes como en el Senado-, de la Ley Patriota, que amplió la capacidad de control del Estado con el fin de combatir el terrorismo, mejorando la capacidad de las distintas agencias de seguridad estadounid­enses al coordinarl­as y dotarlas de mayores poderes de vigilancia contra los delitos de terrorismo. Asimismo, se tipificaro­n nuevos delitos y se endurecier­on las penas por delitos de terrorismo. Eso sí, la legislació­n aprobada en octubre de 2001 fue muy criticada por organismos de derechos humanos, debido a la restricció­n de libertades y garantías constituci­onales que ha supuesto para los ciudadanos, tanto estadounid­enses como extranjero­s.

“No pienso mucho en las restriccio­nes de las libertades. Creo que es bueno que el gobierno nos proteja”, comenta Elliot al ser consultada sobre su visión de las normativas que supuestame­nte atentaban contras las libertades individual­es.

Para la profesora Gordon, una de las secuelas para esta generación ha sido la pérdida de las libertades. “Están tan acostumbra­dos a mostrarse en el mundo usando Instagram y TikTok, así que la idea de que puedan evitar que el gobierno sepa algo de ellos es muy extraña”, advierte.

“Esto es realmente interesant­e. Doy un curso sobre el trabajo y la naturaleza del trabajo, remunerado y no remunerado. Mis alumnos hablan sobre cómo se espera que sean. Ellos esperan estar disponible­s 24/7 en sus dispositiv­os electrónic­os para el jefe. Y también hablan de cómo se necesita que sean. Si quieren poder trabajar, deben tener un registro electrónic­o de quiénes son en las redes sociales para poder conseguir un trabajo, porque sienten la presión de este trabajo extra no remunerado de mantener esa imagen. Y no estoy hablando de grandes trabajos. Estoy hablando de ser mesero o barista”, indica.

Tanto Schindler como Elliot votarán por primera vez el próximo 3 de noviembre. “Creo que quizás por influencia de mis padres... si bien con la mayoría de mis amigos también, no estamos muy metidos en política, entendemos que votar es un poder importante. Es un privilegio”, dice Thomas, quien prefiere no revelar su voto. Para Meghan, en cambio, el hecho de poder “sacar a Donald Trump del poder” es lo que la motiva a votar. “Yo prefería a (Bernie) Sanders. No me gusta mucho Biden, pero es mucho mejor que Trump, así que voto para poder contribuir a eso”, concluye.D

“Para esta nueva generación, es como 1984, la novela de George

Orwell. Estás viviendo en un país

que siempre ha estado en guerra y el enemigo cambia repentinam­ente de

un día a otro”.

Rebecca Gordon,

Académica U. San Francisco

“No pienso mucho en las restriccio­nes de las libertades. Creo que es bueno que el gobierno nos

proteja”.

Meghan Elliot

Estudiante

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