Jean Baudrillard, claves y síntomas
Relegadas al ensayo en casa o a conciertos online, las agrupaciones sinfónicas navegan contra la corriente. Una inminente reducción del presupuesto para la Sinfónica de Chile, la más grande del país, nubla el horizonte general.
Jean Baudrillard visitó Santiago en 1993. Fui a escuchar una conferencia en la que desplegó su elocuencia y sarcasmo. Habló de simulacros, virtualidad y política. Eran momentos en que los teóricos escribían intentando configurar una poética. Ocupaban términos traídos de diversas especialidades (como psicoanálisis y sociología) y les daban un nuevo uso: desplazaban los significados, los ampliaban. En esa época se trabajaba con el concepto de posmodernidad, del fin de la historia. Encuentro en un número de la Revista de Crítica Cultural una extensa entrevista hecha por Nelly Richard. Está fechada en marzo de ese año. Los diagnósticos son múltiples sobre el devenir, pero ninguno taxativo. La incertidumbre era analizada con frialdad. La indiferencia era una actitud posible. Baudrillard, entonces, proponía en su libro De la seducción una política del deseo.
Vuelvo a abrirlo y me encuentro con que su vigencia es nítida. Trata lo femenino, revisa el porno y las lógicas rituales del sexo, el concepto de obsceno, el capital y sus estrategias de atracción, el miedo y sus espejos. Escrito en fragmentos y capítulos breves, sin demasiado desarrollo de las ideas, deslumbra por la cantidad de indagaciones y citas. El ingenio brilla en cada párrafo, a veces demasiado.
Acudí a De la seducción con un supuesto: cuando están cortadas las conversaciones, cuando la sociedad manifiesta su odio entre ciudadanos, hay que desatar el nudo. Una forma de realizarlo es instalar el placer en el discurso, pese a lo arduas que sean las discrepancias. Baudrillard no entrega soluciones. Es puntudo, escéptico, su óptica está atenta a las perversiones que subyacen a las convenciones. Sospecha de los sistemas filosóficos, cree en las influencias pop, en el exceso ineludible, y está atento a una eventualidad latente: que todo se invierta, como ha sucedido en la historia en innumerables circunstancias. Su sarcasmo brillante es intolerable para los dogmáticos. “Cualquiera que cree subvertir los sistemas por su infraestructura es ingenuo. La seducción es más inteligente, lo es de forma espontánea, con una evidencia fulgurante -no tiene que demostrarse, no tiene que fundarseestá inmediatamente ahí, en la inversión de toda pretendida profundidad de la realidad, de toda psicología, de toda anatomía, de toda verdad, de todo poder”. Aseveraciones de este tipo caen mal porque notifican la desilusión: “Todas las liberaciones y revoluciones son frágiles, y la seducción es ineludible. Esta las acecha incluso hasta en su triunfo”.
Intuyo que la suspicacia crítica es una clave para sobrevivir en la actualidad. Estar fuera de la tendencia masiva de confluir o pelear no es simple. Es una actitud solitaria que no pretende articular nada, solo disfrutar del gusto por disentir del fanatismo. Observar con detalle a los otros para averiguar qué nos diferencia y nos liga a ellos, ver de perfil los hechos y distinguir sus síntomas, conforman un carácter trazado por la curiosidad y la duda.
Nietzsche señala que “hay procedimientos tan delicados, que se obra muy sabiamente escondiéndolos bajo una máscara de brutalidad para hacerlos incognoscibles; hay acciones inspiradas de tanto amor y de tan exuberante generosidad, que sería necesario hartar de palos a quien hubiere sido testigo ocular de las mismas”. Es decir, existen técnicas, imposturas, complots y secretos. Y es labor de los intelectuales detectarlos, hacerlos visibles con palabras. La interpretación de estos enigmas es un juego cuyas reglas están en mutación constante. Revelar los códigos de las emociones y del instinto es prioritario. Son las leyes que priman. Los hechos así lo consignan. Los signos de la contingencia se desplazan con oblicuidad y fluidez. Están desperdigados en el carnaval, en las ruinas e ídolos. También en el arte y la literatura. Localizarlos es una destreza.
Una posición crítica involucra desconfianza ante las generalidades y la unanimidad. Obliga a poner el cuerpo. Baudrillard planteaba la ironía para desmitificar lo que se considera profundo. Detestaba la hondura vacía, pues solo hay secretos que investigar en las superficies, en la piel de la realidad y de las personas. El humor es un enemigo irreductible para los fascismos. Por eso lo prohíben y persiguen.
Qué seduce a las personas, por qué y cuándo, son preguntas que explican los comportamientos sociales de mejor manera que las elucubraciones políticas de perfil filosófico. Maquiavelo y La Rochefoucauld fueron explícitos en lo indispensable que era investigar el disimulo, el camuflaje y la imitación. En las formas veían encubiertos los propósitos.
La pretensión de castigar aquello que seduce es vana. Prohibir es un antiguo estímulo, lo mismo que la censura. Excitan. Los gestos, lo que se calla y lo que se evita, instauran un lenguaje. Fijarse en estos signos sociales ayuda a divisar lo reprimido, lo silenciado en momentos donde abundan los gritos y las consignas. Sin duda, hay tabúes nuevos, palabras vetadas. En ellos están cifrados los traumas, en torno de esas omisiones gira la libido. Examinar estos rastros requiere talento para reconocer distintos lenguajes y dilucidar sus alcances. La crítica ayuda a advertir las pulsiones que eluden los argumentos esgrimidos desde la razón. Es una respuesta existencial para evitar la desintegración de lo íntimo en la brutalidad.
Boyka Gotcheva (1968), violista principal de la Orquesta Sinfónica de Chile, recuerda que en su Bulgaria natal sólo sabía de Chile por Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Claudio Arrau. Luego, cuando llegó a la agrupación en la que se quedaría los 22 años siguientes, se enteró de la existencia de Iván Zamorano y Marcelo Salas. Era 1998, el año del Mundial de Francia, y al regresar a Europa de vacaciones o por alguna gira, la dupla “Za-Sa” era una útil contraseña para identificar el país de procedencia.
La historia de los escritores chilenos del Nobel y la de los futbolistas goleadores son una vieja tarjeta de presentación para cualquiera en el extranjero. También podría ser un líder político, pero para Gotcheva, que se educó tras la Cortina de Hierro, las artes y el deporte pueden ser mejor imagen-país.
“Nadie se acuerda mucho de los políticos, pero sí de los artistas que crearon o de los deportistas que ganaron”, comenta la violista en un español impecable. Lo del idioma es entendible: está casada con el chileno Daniel Zelaya, violinista de la Sinfónica, y antes de arribar al país, había tocado en orquestas en Mendoza, Argentina.
De vez en cuando mira hacia el otro lado de la cordillera y compara. “Ellos tienen muchos problemas económicos, pero aún así sus orquestas dan conciertos gratis en el Centro Cultural Néstor Kirchner. La Sinfónica tocó allá el año pasado y había colas para entrar”, recuerda.
Su reflexión nace a partir del inminente recorte de un 25 por ciento del presupuesto que ahora se tramita en el Congreso Nacional para el Centro de Extensión Artística y Cultural de la U. de Chile (CEAC), del que dependen la Sinfónica, el Ballet Nacional de Chile y la Camerata Vocal.
Escalas orquestales
Con un presupuesto de $ 2.858 millones en el año 2020, el conjunto de 90 músicos dirigidos por Rodolfo Saglimbeni podría ver reducidos sus montos a $ 2.179 millones en 2021. De acuerdo con el director del CEAC, Diego Matte, significaría un golpe del que es difícil recuperarse. El caso de la agrupación sinfónica más antigua del país es el más complejo en un panorama general donde todo pinta oscuro para las orquestas nacionales, con menos dinero en el 2021 a partir de las asignaciones estatales.
“El presupuesto que tenemos actualmente ya es poco para pagar los sueldos”, comenta Alberto Dourthé (58), concertino (primer violín) de la Sinfónica de Chile. “Hay muítems que no están en ningún aporte y que corren por cuenta nuestra. Desde un arco para el violín, que es bastante caro, hasta un piano adecuado para la orquesta. ¿Quién entiende eso? ¿Qué ministerio?”.
La disminución de aportes estatales a la agrupación sinfónica es para Dourthé un daño difícilmente reparable, justo entrando a 2021, cuando el conjunto cumple 80 años. “¿Qué nos queda? Reducir la orquesta: quedarnos sin tuba, menos percusión, menos trombones, menos cornos, menos cuerdas. Retroceder y transformarnos en una orquesta del siglo XVIII, que no podrá pagar derechos de partituras para tocar a Stravinsky, Leonard Bernstein o incluso Carmina Burana”, explica el violinista de la agrupación, la primera en realizar conciertos online sin público en medio de la pandemia.
A dos kilómetros y medio hacia el surponiente del Teatro Universidad de Chile está la Orquesta Filarmónica de Santiago, que tiene 80 músicos y un presupuesto aproximado de 2.500 millones de pesos. Parte de este dinero proviene de los montos que el Ministerio de las Culturas (Mincap) le proporciona al Teatro Municipal en calidad de institución colaboradora (la misma figura del GAM, por ejemplo) y que en la nueva ley de presupuesto disminuyen en un 13 por ciento: alrededor de 400 millones de pesos.
Los suyos también son músicos a tiempo completo y tocan conciertos, ópera y ballet. De acuerdo con datos del Municipal, el 61 por ciento son chilenos y el 39 restante se divide entre europeos y latinoamericanos.
Aunque la agrupación de Agustinas no ha hecho conciertos en su escenario como lo están practicando los músicos de la Sinfónica en su canal online, han mantenido una serie de conversaciones y talleres a través del portal del Teatro Municipal y en redes sociales. “Ha sido difícil afrontar la pandemia, pero prefiero ser optimista: de cada situación adversa sale lo mejor de alguien”, comenta el violinista Omar Cuturrufo, que entró en 2002.
“En forma online hemos podido llegar incluso a quienes nunca tuvieron acceso a nuestro arte. Es una forma de mantener viva la llama”, dice el músico, que destaca la labor del director residente Pedro-Pablo Prudencio a través de las interacciones online, siempre abiertas al público.
En el otro extremo del eje oriente-pochos niente de Santiago está la Orquesta Clásica Usach, que cuenta con un presupuesto de $ 400 millones, aproximadamente, de los cuales 255 vienen de la Universidad de Santiago y 145 son fondos concursables del Ministerio de las Culturas. La agrupación nacida en 1982 tiene 39 músicos (menos de la mitad de la Sinfónica) que trabajan los lunes, martes y miércoles, que son los días de ensayos y conciertos. Su sede es el Aula Magna de la Usach, pero también realizan muchas presentaciones en diversas comunas de Santiago, al aire libre o en colegios, siempre de manera gratuita.
Bajo la dirección de Nicolás Rauss, la Orquesta Usach privilegia a los compositores chilenos y también a creadores injustamente relegados del siglo XX, como Bohuslav Martinu y Grazyna Bacewicz. Durante los últimos años ha publicado, además, grabaciones a través de su propio sello, Aula Records, en formato vinilo y en streaming.
Otra agrupación a tiempo completo en Santiago es la Orquesta de Cámara de Chile, nacida al alero de la Escuela Normalista hace más de 60 años y reestructurada por Fernando Rosas en 1982. Entre sus recientes directores se encuentran Juan Pablo Izquierdo y Alejandra Urrutia, pero hace más de un año que no hay conductor titular.
Dependiente del Mincap, su presupuesto 2020 fue de 1.600 millones de pesos para 33 integrantes. La agrupación se presenta en escenarios como el Teatro Municipal de Ñuñoa o el Teatro Oriente, pero además itinera mucho en el país. Según indican en el ministerio, en medio de la crisis sanitaria la difusión se ha orientado a cápsulas en streaming desde las redes sociales de la orquesta con charlas, clases y obras interpretadas en las casas de los músicos.
El cuadro en regiones también es complejo, con seis orquestas cuyos ingresos desde el Mincap podría diminuir entre 10 y 20 por ciento en 2021 (ver nota online).
Dentro de un marco financiero que parece ir a la baja, la Fundación de Orquestas Juveniles (FOJI) al menos encontró una nueva y más amplia sede en las instalaciones de TVN: un gran logro para la organización, la única con recursos estatales 2021 sobre los tres mil millones de pesos.
Aun así, la pregunta que surge después de esta noticia es más o menos obvia y la formula la misma Boyka Gotcheva, profesora en la FOJI: “¿Qué señal se les da a los niños y jóvenes de la FOJI al ver que a nuestra orquesta le sacan un brazo? ¿Qué futuro laboral pueden tener los más talentosos?”.