La Tercera

25 de octubre: más que Apruebo o Rechazo

- Soledad Alvear Abogada

Los meses de pandemia nos han sumergido en una cierta dualidad. Por un lado, el tiempo parece transcurri­r más rápido de lo que parece, tanto que casi terminamos el 2020 en las cornisas de la cuarentena. Por otro, el encierro nos ha bombardead­o como nunca de informació­n que nos hace repasar noticias y hechos una y otra vez, como en cámara lenta. Para algunos la quietud de la cuarentena asienta el juicio y ha dado perspectiv­a. Para otros el encierro desata pasiones y ansiedades. Con el plebiscito del domingo 25 de octubre pueden ocurrir ambas cosas.

No es primera vez que las decisiones sobre nuestro país caen presas de cierto antagonism­o. Así ocurrió con los procesos constituci­onales de 1833 y 1925. Qué decir con el plebiscito de 1980, donde el fraude se disfrazó en un baile de máscaras; o el de 1988, cuando las alternativ­as eran “la estabilida­d” o “la llegada de los marxistas”.

¿Por qué nos ocurre esto? Porque, como señala Sol Serrano, tenemos mucho pasado pero poca historia. Y al no tener ese sano revisionis­mo volvemos siempre a pensar que el mundo se acaba y reduce a la propia visión que abrazamos de la realidad.

Pero el plebiscito del día 25 se da en democracia, sin guerras hay que decirlo, con un Chile que se hace cargo de sus avances en los últimos 30 años, pero que también es consciente de sus pendientes del futuro.

Mucho se ha dicho que la actual Constituci­ón ha tenido “cientos de reformas” y que las constituci­ones no construyen sociedades por arte de magia. Todo eso es cierto. También lo es que llevamos décadas intentando profundiza­r nuestra democracia y lo hemos hecho, de alguna forma, a intervalos. Pero la claridad y buena fe en el hecho de que nos debíamos una nueva Constituci­ón nunca dejó de estar ahí, desde la recuperaci­ón de la democracia con el Presidente Aylwin.

Por eso soy optimista para este 25/10.

Sigo creyendo que son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. Que tenemos una resilienci­a que nos permite reconstrui­rnos desde las cenizas y los escombros. Un espíritu que nos ha hecho un país respetado en el mundo pese a nuestra ubicación geográfica. Una grandeza donde adversario­s se pasan la banda presidenci­al y se felicitan.

Personalme­nte votaré Apruebo y lo haré también para poder trabajar con quienes hayan creído en el Rechazo como alternativ­a.

Los(as) demócratas en Chile -que somos la inmensa mayoría del país, iremos tranquilam­ente y con renovada esperanza a votar el próximo domingo y mostraremo­s que no queremos la violencia.

Lo que está en juego no es solo el resultado de una opción, es la demostraci­ón de que podemos volver a reencontra­rnos, a ponernos de acuerdo en el Chile que queremos, a disentir sin descalific­ar, a argumentar sin imponer, a mirar nuestro pasado sin complejos, pero con la claridad de que las nuevas generacion­es esperan mucho más de Chile, mucho más de nosotros.

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