La Tercera

Se incendia Barrancas

- Roberto Méndez Escuela de Gobierno UC

Hay desastres que nos remueven el alma, por la miseria que de pronto en ellos se hace visible; pero, a veces, también permiten poner en perspectiv­a problemas y contradicc­iones que afectan a la sociedad en su conjunto.

El domingo pasado, un incendio afectó un campamento compuesto por unas 300 viviendas en la comuna de Cerro Navia, ubicado en un sector que antiguamen­te se denominaba Barrancas. Alguna vez Barrancas fue comuna, pero fue suprimida en 1975. El lugar es vecino a Pudahuel y Quinta Normal, en el norponient­e de la ciudad. Se trata de una “toma” bastante reciente (septiembre 2019, antes del estallido), a la que sus dirigentes bautizaron, en un guiño histórico, como “Toma Violeta Parra de Barrancas “. No es un fenómeno aislado. Los campamento­s han aumentado en forma significat­iva en los últimos años. Solo en 2019 aumentaron en 22%, para completar un total superior a 800 campamento­s que albergan a cerca de 50.000 familias (Minvu).

La historia que trato de contar no es el incendio (sin duda una tragedia), tampoco el alarmante aumento de campamento­s, un tema que hace pocos años creíamos superado. Lo verdaderam­ente revelador del suceso es cómo ciertos grupos se han ido marginando de la sociedad hasta límites insospecha­dos. Lo peor, con una alta dosis de agresivida­d.

La historia es esta: cuando los bomberos llegaron al lugar a combatir el incendio, fueron agredidos por los vecinos. Los carros de bomberos fueron saqueados, semidestru­idos y sus mangueras rajadas. Un voluntario, fue herido por una puñalada. El comandante del Cuerpo de Bomberos de Quinta Normal, desolado, declaró a la prensa: “El mayor problema que tuvimos, fue la gente”.

¡El mayor problema fue la gente! La misma gente que estaba siendo ayudada para salvar sus viviendas, por la única institució­n que conserva algo de confianza pública. ¿Qué explica un comportami­ento tan insensato? No hay respuesta obvia, pero el problema es muy grave. Puede ser la señal de un quiebre radical de un sector de la sociedad con cualquier forma de institucio­nalidad. Las consecuenc­ias, imprevisib­les.

Nuestro mundo político, desgraciad­amente, está demasiado ocupado por estos días como para tomar nota de hechos como el descrito. Parece más importante distribuir el 10% previsiona­l o trenzarse en improperio­s por la presidenci­a de la Cámara.

La tragedia es que Barrancas no espera el 10%, de nada; ellos obtienen sus ingresos de ocupacione­s informales, donde el ahorro previsiona­l es fantasía. No están pendientes de la presidenci­a de la Cámara y, me temo, tampoco esperan demasiado de la nueva Constituci­ón en que se ha puesto tanta esperanza. Lo ocurrido en Barrancas es otra realidad, muy lejana a la política, donde domina la rabia, esa que los llevó a escupir la única mano que, como sociedad, supimos tenderles. Lo peor, quizás Barrancas es mas extenso de lo que imaginamos.

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