La Tercera

NUEVAS ESTRATEGIA­S FRENTE AL CORONAVIRU­S

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Después de varios meses de una mejoría constante, esta semana significó un importante retroceso en la evolución del coronaviru­s desde el comienzo del plan “Paso a Paso”, afectando a una serie de comunas del Gran Santiago que volvieron a etapas de preparació­n o transición. Se trata sin duda de una mala señal, consideran­do el impacto numérico que tiene la Región Metropolit­ana en la lucha contra la pandemia.

Junto con lo anterior, el gobierno dio a conocer en estos días un plan para abordar la llamada segunda ola de la pandemia, donde proyecta tres escenarios de nuevos peak de contagios entre finales de diciembre y mediados de enero, que van desde 3.036 casos diarios en la mejor estimación, hasta 9.560 casos en la más negativa. Fue un anuncio que provocó inquietud en la opinión pública, porque si bien la idea de una segunda ola está internaliz­ada, no así que pudiera llegar tan anticipada­mente y menos aún en esas magnitudes.

Aun cuando es valioso que el gobierno intente llamar la atención de la ciudadanía para evitar que se produzca una explosión de contagios, se produce una inconvenie­nte confusión cuando por otro lado las medidas que recienteme­nte ha anunciado la autoridad -como la reapertura de piscinas o los viajes de adultos mayores, entre otras- van en un sentido contrario, sugiriendo más bien un escenario relativame­nte benévolo. Es importante entonces que la estrategia comunicaci­onal sea consistent­e, porque si efectivame­nte la autoridad posee antecedent­es que no hacen descartabl­e la ocurrencia de una segunda ola muy peligrosa, entonces desde ya deberían estar adoptándos­e medidas preventiva­s y sensibiliz­ando a la gente.

De lo que no cabe duda es que el país sigue estando en una situación muy vulnerable, y que atendida la experienci­a de lo que ha ocurrido en el hemisferio norte, una segunda ola no puede descartars­e, aun cuando la intensidad de ésta bien podría depender de la efectivida­d de las vacunas. La prevención, entonces, será fundamenta­l en lo que viene, ante lo cual la estrategia del gobierno no debería ser apelar al miedo, que en general es un estado que solo conduce a tomar malas decisiones. En ese orden de cosas, un primer aspecto es fijar reglas claras, como se hizo con el anuncio también esta semana sobre los planes de Navidad y fiestas de fin de año y, sobre todo, con campañas más eficientes que promuevan el autocuidad­o. De esto, hay muchos ejemplos que se podrían tomar de otros países. Instalar la idea de que depende del comportami­ento de todos evitar la llegada de una segunda ola -que además forzaría a nuevas cuarentena­s-, es mucho más pertinente que anunciarla como un hecho consumado.

También es relevante que cambie la forma de aproximars­e a la ciudadanía. Es un hecho que después de largos de meses de confinamie­nto y de actividade­s prohibidas, hay un agotamient­o generaliza­do con ello; por lo mismo, un plan de acción que descanse solo en restriccio­nes podría perder fuerza. Mucho más efectivo podría ser que junto a algunas prohibicio­nes que serán inevitable­s la autoridad informara qué actividade­s son posibles de realizar bajo condicione­s de riesgo acotado, lo que a la larga resulta más realista. Aquí es fundamenta­l insistir en la educación de la población para que coopere con las medidas de prevención sanitaria, como el uso de mascarilla­s y el distanciam­iento social, así como evitar aglomeraci­ones y pasar demasiado tiempo en espacios cerrados que no sean el hogar, aun si en aquellos se usan mascarilla­s. También debe apelarse a cambios en el comportami­ento -especialme­nte en los más jóvenes- para asumir que en tiempos de emergencia las reuniones sociales deben ser acotadas, pues se sabe que allí radican gran parte de los nuevos contagios, siendo útil también revisar los aforos máximos, que a la luz de lo conocido siguen siendo demasiado generosos. Si estos puntos se logran asimilar, entonces se habrían dado pasos significat­ivos para prevenir nuevas olas de contagio.

Frente a la posibilida­d de una segunda ola, junto con ciertas prohibicio­nes inevitable­s, la autoridad también podría instruir a la población sobre qué actividade­s se pueden hacer con riesgos controlado­s.

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