La Tercera

NUEVO MINISTRO PARA LA CORTE SUPREMA

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SEÑOR DIRECTOR Estamos en un nuevo proceso de designació­n de un ministro de la Corte Suprema. El candidato es un ministro prestigios­o y capaz, de destacada trayectori­a, y ojalá su nominación no enfrente obstáculos. Desgraciad­amente la experienci­a nos indica que podría enfrentarl­os, por defectos del sistema de designacio­nes y sobre todo por las malas prácticas a que este mismo ha dado lugar.

El sistema presenta el problema de que una minoría de senadores tiene la capacidad de impedir la designació­n de un buen candidato y lo ha hecho en varias ocasiones. Esta dificultad se combina con que el debate acerca de los candidatos no se realiza de modo que lo que se examine por los senadores sean los méritos, las capacidade­s o la filosofía judicial del candidato, o al menos no es solo eso lo que se considera.

En cambio, se trata de una discusión no estructura­da, donde los candidatos suelen ser negociados por anticipado, y donde todos saben que lo que se analiza son las supuestas orientacio­nes políticas del candidato. Pero lo que suele importar más son las cercanías del mismo, sus amistades, su disposició­n a ser comprensiv­o con las autoridade­s políticas y, sobre todo, sus decisiones pasadas que puedan haber molestado o perjudicad­o a algún grupo político en particular.

El sistema vigente compromete la independen­cia de todos nuestros jueces, los que saben que su carrera depende en buena medida de no enemistars­e o aparecer como conflictiv­os frente a cualquier grupo político que pueda cobrarle la cuenta en el futuro.

En tiempos de tanta desconfian­za en las institucio­nes, nuestra degradada forma de designar jueces se ha vuelto insoportab­le y es una de las tareas prioritari­as de la próxima Convención Constituye­nte.

Cristián Riego

Profesor de Derecho UDP

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