NUEVO MINISTRO PARA LA CORTE SUPREMA
SEÑOR DIRECTOR Estamos en un nuevo proceso de designación de un ministro de la Corte Suprema. El candidato es un ministro prestigioso y capaz, de destacada trayectoria, y ojalá su nominación no enfrente obstáculos. Desgraciadamente la experiencia nos indica que podría enfrentarlos, por defectos del sistema de designaciones y sobre todo por las malas prácticas a que este mismo ha dado lugar.
El sistema presenta el problema de que una minoría de senadores tiene la capacidad de impedir la designación de un buen candidato y lo ha hecho en varias ocasiones. Esta dificultad se combina con que el debate acerca de los candidatos no se realiza de modo que lo que se examine por los senadores sean los méritos, las capacidades o la filosofía judicial del candidato, o al menos no es solo eso lo que se considera.
En cambio, se trata de una discusión no estructurada, donde los candidatos suelen ser negociados por anticipado, y donde todos saben que lo que se analiza son las supuestas orientaciones políticas del candidato. Pero lo que suele importar más son las cercanías del mismo, sus amistades, su disposición a ser comprensivo con las autoridades políticas y, sobre todo, sus decisiones pasadas que puedan haber molestado o perjudicado a algún grupo político en particular.
El sistema vigente compromete la independencia de todos nuestros jueces, los que saben que su carrera depende en buena medida de no enemistarse o aparecer como conflictivos frente a cualquier grupo político que pueda cobrarle la cuenta en el futuro.
En tiempos de tanta desconfianza en las instituciones, nuestra degradada forma de designar jueces se ha vuelto insoportable y es una de las tareas prioritarias de la próxima Convención Constituyente.
Cristián Riego
Profesor de Derecho UDP